¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Jueves 23 De Marzo
Un instante puede cambiarnos la vida. Eso, a veces, se vuelve literal. Lali Juárez recuerda el instante exacto en el que le cambió la vida. Y no es casual que ese cambio haya estado mediado por uno de los elementos más potentes de nuestra naturaleza: el fuego. Cuando era adolescente, un accidente doméstico le dejó el pecho, el cuello y los brazos con quemaduras graves. Hoy, 10 años después, logró sanar de una forma que nunca hubiera imaginado.
Lali tenía 18 años cuando, una mañana, se levantó y fue a la cocina a prepararse el desayuno. Estaba sola, porque sus padres habían salido. En un descuido, una de las mangas de su saco se encendió al prender la hornalla. No supo qué hacer, así que corrió, y eso no hizo más que empeorar el panorama. Desesperada, se metió en la ducha y luego –como en ese entonces sus padres no usaban teléfonos celulares– llamó a la casa de una amiga. Atendió su madre y ella, sin entender bien todavía lo que había pasado, le gritó: “¡Me quemé!”. La madre de la amiga apareció en su casa lo más pronto que pudo y la llevó al hospital. Después de eso, todo quedó en blanco para Lali.
Una semana después, despertó en una habitación de una clínica de Lomas del Mirador (Buenos Aires). La habían inducido al coma para que soportara el dolor y tenía el 30% del cuerpo afectado. Pasó un mes asilada en terapia intensiva, para evitar contraer infecciones. Pasó por 33 operaciones con anestesia general, para ir reconstituyendo las zonas afectadas por la quemadura. Luego, pasó dos meses más internada en una sala común.
10 años después del accidente, Lali afirma que, si pudiera elegir volver a ser la que era antes del accidente, no lo haría. A pesar de los años de tristeza y sufrimiento, el accidente le enseñó mucho y la ayudó a crecer. Antes, se consideraba una persona superficial. Cuando se vio por primera vez al espejo luego del episodio, lo que más le molestó fue que la hubieran rapado. Hoy, sabe que las cosas realmente valiosas pasan por otro lado.
Cuando recibió el alta de la clínica, luego de meses de estar internada, Lali no volvió al colegio. Si tenía que salir a la calle, lo hacía completamente tapada. Estaba convencida de que nadie la iba a querer así. Sin embargo, se puso de novia y tuvo una relación de 6 años, que se basó más en el miedo a estar sola que en el amor. Terminó el secundario en una escuela para adultos y comenzó a estudiar Criminalística. Pero, en público, siempre seguía tapándose.
Para amigarse con su cuerpo, primero se operó las mamas, cuya piel había quedado estirada a raíz de las quemaduras. Pero la sanación verdadera vendría tiempo después. ¿Cómo? A través de un tatuaje sanador. Se trata de un proyecto del estudio Mandinga Tattoo, a través del cual tatúan a personas que sufrieron accidentes, quemaduras o a mujeres que fueron pacientes oncológicas y perdieron sus pezones en la mastectomía.
Fue así como, a través de estos tatuajes sanadores, Lali fue convirtiendo sus cicatrices en algo diferente. No las oculta: las embellece. Y las muestra, como no había podido hacerlo durante estos 10 años. Pero no solo sus cicatrices tomaron otra forma: Lali también es otra persona, una mujer segura de sí misma que abraza esa experiencia traumática que la llevó a convertirse en lo que es hoy.
Fecha de Publicación: 03/08/2020
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