¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónLamentablemente el nombre de Ricardo “Coco” Niz no es muy conocido por los argentinos. Por eso, desde las páginas de Ser Argentino intentaremos recomponer un poco ese error.
En primer lugar, lo que hay que decir es que Ricardo es el fundador de una cooperativa llamada “El correcaminos” que está afincada en el barrio porteño de Villa Crespo. La finalidad es más que clara: el objetivo es la recolección de residuos reciclables, además de brindarle algo de inclusión social a sus trabajadores. Es decir, la combinación perfecta: cuidado del medio ambiente, generación de fuentes de trabajo dignas y limpieza del espacio público.
En palabras de Ricardo, el proyecto surgió “debajo de un puente”. Ricardo tenía 35 años y no sabía leer ni escribir. Entusiasmado por una maestra que a la vez era vecina, empieza la escuela y aprende. Es en ese momento cuando se propone generar “un shock social”: pasar de linyera a contribuyente y trabajador, cuidando el medio ambiente y la calidad de vida de los porteños. Con el tiempo, y gracias al apoyo de vecinos al principio y empresas, escuelas y universidades después, logró, junto a sus compañeros, producir 20 toneladas de residuos reciclables por mes, generando un ingreso digno para cada uno de los cooperativistas.
Pero toda historia tiene un principio, y la de Ricardo no es la excepción. Al principio cartoneaba como uno más. Su inteligencia, bonhomía y curiosidad hicieron que un día lea, en una de las revistas que estaba tirando a la bolsa para ser vendida como papel para reciclar, que alguien explicaba lo que era una cooperativa. Lo comentó con sus vecinos del puente y no tuvo mucho apoyo. Pero la iniciativa lo define: se fue hasta el INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social), donde le explicaron, ahora sí con detalle, los pasos necesarios para armar una cooperativa.
La solidaridad de los trabajadores del INAES lo entusiasmó todavía más, pero había dos requisitos para la fundación: terminar el curso sobre cooperativismo (lo cual, gracias a que había aprendido a leer y escribir no le costó tanto) y convencer a nueve familias más de sumarse al proyecto. Esto le costó un poco más. Pero también lo logró.
Con el tiempo, la misma gente que antes les daba vuelta la cara o que los insultaba por romper las bolsas, les empezó a separar lo que era reciclable: es decir, lograron cambiar las costumbres de los vecinos. A la vez, si bien todavía los ingresos no le alcanzaban para dejar de vivir debajo del puente, se fue ganando el respeto y la adhesión de todos.
Las señales eran muy positivas, así que se anotó (junto a varios compañeros) en un curso de Gestión integral de residuos y uno de Higiene y seguridad, salud laboral y primeros auxilios. Más o menos al mismo tiempo se propuso dejar el carro y aprender a manejar. Ahorrando durante años finalmente lo logró. Nada lo detenía.
Los objetivos a futuro son producir mil toneladas (¡MIL toneladas!) por mes y lograr, de esta manera, la confirmación, casi política, de que las cooperativas son rentables. Además, claro, de gritarnos en la cara que es posible transformar la falta de esperanza en logros personales, culturales y sociales. Muchas gracias por todo, Ricardo. Estamos en deuda con vos.
Fecha de Publicación: 07/05/2020
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