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¡No se tira nada!

San Juan: frente a la crisis, Emilio decidió construir muebles con materiales que sus vecinos desechan.

Emilio Isidro Oro recorre las calles de San Juan en busca de muebles en desuso o que los vecinos estén por descartar. Este sanjuanino de 57 años ideó una forma de ganarse la vida recogiendo estos materiales y transformándolos en piezas que luego serán vendidas. En su taller convierte las viejas maderas en nuevas creaciones para tener una fuente de ingreso. Consigue la materia prima recorriendo los barrios de Rawson y Pocito, donde apela a la buena voluntad de las personas que deseen cederle aquello que ya no utilizan. 

Un oficio heredado

Emilio trabaja como carpintero desde muy temprana edad y heredó la profesión de su padre, quien también fue artesano de la madera. En su juventud decidió mudarse al sur donde pudo trabajar de lo que le gusta. Allí se desempeñó durante varios en la Casa de la Cultura y luego en una carpintería hasta que un accidente cambiaría las cosas para siempre. Un serio problema en su corazón hizo que evalué la posibilidad de mudarse. Una vez que logró estabilizar su salud, se instaló junto a su mujer en provincia de Chubut.

En Trelew la suerte no fue la misma y tuvo dificultades para conseguir trabajo. Probó suerte con distintos oficios, desde bombero hasta primeros auxilios, pero finalmente se mudó a Buenos Aires donde trabajó para una empresa ubicada en Pilar. En esta provincia vivió dos hechos de inseguridad que le hicieron replantearse regresar a su San Juan natal. 

Cuenta que, cuando volvió a sus raíces, las cosas no fueron tal como las imaginaba. Buscó por todas partes una posibilidad de empleo, pero todos le decían que debía terminar el secundario. Sumado a su avanzada edad, un trabajo estable se convirtió en una realidad compleja. Sin embargo, nunca bajó los brazos y decidió generar un emprendimiento que le permita poder mantener a su familia.  

Mientras estuvo en la casa de sus padres, puso al máximo su creatividad para idear una forma de subsistir y combinar el trabajo con una de sus grandes pasiones: la carpintería. Para el sanjuanino este oficio es "un don" que le permite distenderse de los problemas al exigirle enfocarse solo en lo que está realizando, sobre todo si uno pone amor a lo que hace. 

A partir de ese momento, Oro se volvió un frecuente visitador en las casas sanjuaninas. Pide a los vecinos maderas, muebles que estén por tirar, todo lo que pueda servir para que él en su taller los convierta en un mobiliario renovado que vende en la puerta de su hogar. Su stock incluye adornos de madera, juego de sillas dormitorio, juegos para chicos, aparadores. Reconoce que lo que más le agrada es restaurar muebles antiguos, lo que representa una labor ardua pero satisfactoria. 

Su entusiasmo es admirable, Emilio no cuenta con los materiales necesarios para realizar todas las reparaciones, su trabajo es “a pulmón”, siempre buscando la forma de sortear no tener una amoladora o caladora. Son tantas sus ganas de llevar un plato de comida a la mesa que se las supo ingeniar para desistir de contar con estas herramientas. 

Emilio celebra cada venta, en alguna oportunidad vendió un sillón y, no bien cerró la venta, caminó 15 cuadras para buscar nuevos materiales y empezar la restauración de otro mueble. Apenas consigue las maderas, las carga en su hombro y parte a su hogar para ponerse a trabajar. El hombre contó que, para adquirir estos elementos, buscó alternativas en programas de ayuda del Gobierno, pero a la fecha no obtuvo respuestas favorables. 

Emilio es un ejemplo de lucha, de perseverancia y vocación. Un hombre que supo salir adelante a puro pulmón. Un sanjuanino digno de admirar. 

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