¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Sábado 02 De Julio
Nos gustan las historias simples. Esas que son iguales a tantas otras, pero que, de alguna forma, tienen un final diferente. Nos gustan las historias que dan esperanza, que inspiran. Nos gustan las historias de personas que trabajan por alcanzar la felicidad, aunque el camino sea complicado y ese estado no sea permanente. Como la historia de Micaela que queremos contarte hoy.
Cuando tenía 16 años, Micaela llevaba la vida de cualquier adolescente: oriunda de la capital de la provincia de Tucumán, asistía al colegio secundario, salía con sus amigas y estaba de novia hacía unos meses. El amor, la juventud y las ganas de explorar, sin embargo, le jugaron una mala pasada: por un descuido, quedó embarazada. Luego del shock inicial, Micaela entendió que su vida iba a cambiar inevitablemente, pero que no iba a renunciar por eso a sus planes y sus sueños. Simplemente incorporaría al hijo que llevaba en su vientre en ellos. Contar con el apoyo de su familia desde el primer momento fue crucial para lograrlo.
Pero las cosas no iban a ser fáciles. Por empezar, su embarazo trajo algunas complicaciones, lo que la obligó a un reposo prolongado. Desde la cama, sin embargo, continuó con sus estudios. En febrero de 2013, nació Mateo. El padre del niño fue su pareja hasta unos meses después del nacimiento del bebé, pero finalmente se separaron. A partir de entonces, serían solo ella y su familia quienes harían todo lo posible por darle al niño la mejor vida que estuviera al alcance de sus posibilidades.
Con la llegada del bebé, y todos los cambios que eso implica, Mica se las arregló para llevar una vida lo más normal posible. Siguió juntándose con sus amigas y terminó el colegio secundario. El futuro que tenía frente a ella era desafiante, pero eso no la amedrentó: tenía que trabajar, criar a su hijo y estudiar una carrera. Eso lo tenía claro. Por eso Mica nunca bajó los brazos cuando la situación se puso difícil.
Una cultura de trabajo
Desde chica, sus padres le enseñaron el valor del trabajo. Su padre es empleado de comercio y su madre, artesana. Tiene tres hermanos menores. Todos saben que, para alcanzar sus metas, no es posible hacerlo sin esfuerzo.
Llegó a tener tres trabajos al mismo tiempo, de todo tipo: desde vender cosméticos, ser empleada doméstica y atender en un call center hasta trabajar como cajera en boliches. Mientras, se ocupaba de Mateo y, además, cursaba una carrera universitaria. Se anotó en el Profesorado de Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de Tucumán, sabiendo que seguramente le iba a llevar más tiempo del habitual, pero con sus objetivos bien claros.
En 2020, la pandemia trajo para Mica un nuevo revés. Se quedó sin trabajo y, como siempre, buscó una alternativa: comenzó a preparar pan casero –“bollos”, como le dicen en Tucumán– y a venderlo en la calle. ¿El secreto? La receta especial de su mamá Natalia. Los vecinos del barrio se los sacan de las manos. Con eso, puede manejar sus tiempos para estar con su hijo y costear sus estudios
En pasado 12 de agosto, a sus 25 años, Micaela se recibió de profesora en Ciencias de la Educación. Celebró con huevos y harina y, por supuesto, con el mayor logro de su vida: su hijo Mateo. Pero los planes de Mica no terminan acá: quiere seguir estudiando, ampliar su formación y trabajar en su rubro. Y no tenemos dudas de que lo va a lograr.
Imágenes: Redes Micaela Ricci / TN.com.ar
Fecha de Publicación: 06/09/2021
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