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Las mujeres de Aurora Grundig

Son mujeres, ex trabajadoras de la emblemática Aurora Grundig. Gracias a su lucha, hoy el sueño de la industria nacional se mantiene en pie.

En los 80, en Tierra del Fuego, existía una fábrica recordada por todos los argentinos. La famosa Aurora Grundig. La empresa tenía cinco grandes plantas industriales en Ushuaia. Con el tiempo, se convirtió en un emblema de la industria nacional por la calidad de sus productos. ¿Quién no recuerda esos poderosos lavarropas que duraban 30 años? ¿O su publicidad “Ahorra grande Aurora Grundig”? 

Pero, en los 90, se abrieron indiscriminadamente las importaciones y, como en un chaparrón imprevisto, llovieron productos asiáticos al país. 1996 se convirtió en un año triste para Argentina. Cuando nadie lo esperaba, la poderosa Aurora Grundig cerró. En ese momento 750 trabajadores conformaban el plantel de la fábrica. Muchas eran mujeres. El golpe fue duro y la fábrica fue abandonada de un día para otro. Las oficinas administrativas se llenaron de polvo. Las máquinas que producían los famosos lavarropas más usados de la Argentina dejaron de funcionar. 

Empezar de cero

La fábrica desapareció, pero no sus trabajadores. Fueron ellas, las mujeres, las que tomaron las riendas de la situación y decidieron pelear por su trabajo. Montando guardia dentro de la fábrica, organizaron una resistencia pacífica. En el 2003 conformaron la Cooperativa Renacer y, al año siguiente, la fábrica se puso de pie y volvió a producir. "Hubo que reconstruir todo desde cero", recuerda Mónica Acosta, presidenta de la cooperativa. "Subestimaron a las mujeres, que fuimos las que impulsamos la lucha", afirmó. Así, con mucho esfuerzo, el sueño de la industria nacional volvió a renacer.

"Nuestro primer sueldo fue de 430 pesos", recuerda Acosta. Solo 80 familias lograron sobrevivir los largos años de la resistencia. Muchos quedaron en el camino, algunos enfermaron y los fallecidos por cáncer son recordados en cuadros en las oficinas. A la fábrica le habían cortado el agua y el gas, solo tenían electricidad. Mucho tiempo trabajaron congelados en invierno, con temperaturas bajo cero.

A partir de entonces, hubo épocas buenas y épocas malas. 2012, por ejemplo, fue el mejor año de la Cooperativa. ¡Se vendieron 240.000 microondas! Lamentablemente, a pesar de ser una cooperativa querida en la isla, las crisis no tardaron en llegar. La competencia de las empresas líderes, los vaivenes de la economía y la dependencia de las importaciones generaron grandes obstáculos. 

Vivir el día a día

Hoy, los microondas, al igual que los televisores, vienen desarmados desde China. Los 180 operarios que trabajan en la Cooperativa hacen algo más que ensamblarlos. Las mujeres son mayoría. Clasifican el material, hacen soldadura, arman el panel de control, cargan el software y unen 200 piezas en forma manual. "Antes fabricábamos todo. No hay independencia económica si dependemos de China", resume Acosta.

Para poder mantener los salarios (todos cobran lo mismo) deben fabricar 1000 electrodomésticos por día. A pesar de la crisis, pudieron concretar la entrega de viviendas y crear un bachillerato popular dentro de la fábrica. Así, en el mismo lugar de trabajo, pueden terminar sus estudios. Para seguir funcionando, las mujeres de la ex Aurora Grundig deberán seguir luchando. El camino no es fácil, pero es el único para mantener vivo el sueño de la industria nacional. 

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