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Ir a la secciónGladis Pellatelli era abogada, llevaba un buen pasar y era soltera. Prácticamente, no tenía familiares cercanos. Con ahorros producto de su propio esfuerzo, en 2003 compró un terreno en barrio Jorge Newbery de Sauce Viejo, Santa Fe. Allí dio asilo a 15 perros abandonados. El pequeño espacio fue bautizado como El Angel y la Gloria.
Hoy esa zona del gran Santa Fe está muy poblada. Colapsadas la ciudad capital y Santo Tomé, quien emprende la aventura de edificar su casa propia, debe recurrir a terrenos más distantes de los centros urbanos. Sauce Viejo, así, creció muchísimo. Pero, cuando Gladis empezó con su pequeño refugio, el barrio era mucho más tranquilo. Con el correr de los años, incansable en su labor, fue rescatando más y más animales hasta llegar a 200 perros. La zona ya era residencial y los vecinos comenzaban a tener altercados con esta militante de los pichichos. La acusaban de ruidos molestos, malos olores, presencia de ratas, escapes de los canes y mucho más.
Las denuncias comenzaron a multiplicarse, hasta que una jueza ordenó el traslado del refugio e intimó a la comuna a buscar un predio y realizar las obras necesarias para albergar a los animales. Esto para Gladis no era un problema. Hasta estaba entusiasmada con que los animalitos puedan vivir en mejores condiciones, en un espacio más amplio. “Los refugios de perros no deberían existir como tampoco deberían existir los hogares de ancianos o de niños abandonados. Pero hay una realidad: existen, porque hay pobreza y abandono”, había dicho en alguna entrevista.
Gladis gastaba su sueldo en medicamentos, atención veterinaria y en una empleada que la ayudaba a mantener el refugio. Todos los días viajaba en colectivo de Santa Fe a Sauce Viejo. “Desde que tengo uso de razón he protegido a los animales, he dejado allí mi vida, mi tiempo y mi dinero sin obtener nada más que el amor de ellos. Ni siquiera cuando pasé por la peor desgracia de haber perdido a mi familia, dejé de ir: día tras día, sin sábados, domingos o feriados, bajo el sol, la lluvia y el frío”, dijo una vez en las redes sociales.
Mientras esperaba que avance la obra de la comuna, en marzo de 2015, Gladis murió electrocutada en El ángel y la Gloria.
En octubre de 2017, Sauce Viejo inauguró el nuevo refugio, a la altura de la curva Fraga y la vera oeste de la ruta 11. El lugar y sus alojados son mantenidos por la ONG Dignidad Animal. “Nuestra asociación es anti-refugio porque lo peor que se le puede hacer a un animal es encerrarlo y privarlo del contacto humano, que es lo que más anhela. Por esas ironías de la vida, estamos al frente de este refugio, pero nuestra idea es que sea algo transitorio y que los animales puedan ser adoptados. En un futuro nos gustaría transformarlo en un centro de asistencia veterinaria para castrar, desparasitar y vacunar perros”, afirmaron a medios locales sus autoridades.
Gladis no lo pudo ver, pero los perros son mucho menos, porque la ONG logró que decenas sean dados en adopción. Además, no son tantos los hacinados en pocos metros. El nuevo predio les permite correr y disfrutar tardes al sol. Gladis se fue trágicamente, dejando todo por los callejeros. Su esfuerzo no fue en vano.
Fecha de Publicación: 10/08/2020
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