¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónEl cerro Aconcagua, con sus 6962 metros sobre el nivel del mar, es el sitio más alto de toda América. Como tal, guarda un sinfín de historias y anécdotas que protagonizan los andinistas. Algunas más tristes y otras, como esta, más alegres. Esta es la historia de Tina, Tomás y una montaña muy alta.
Hace 7 años, en la temporada 2013-2014, Tomás Ceppi Expeditions transitaba un típico verano como tantos otros. Con andinistas, en su mayoría extranjeros, que llegaban hasta el Aconcagua con aspiraciones de hacer cumbre o llegar a alguno de los campamentos que se ubican a diferentes alturas. Sin embargo, ese año hubo un cliente bastante particular.
Se dio en el Valle de Vacas, casi en la base del cerro, durante el primer día de caminata hasta el Campo Base Plaza Argentina. Obviamente, todos supusieron que Tina, como la bautizaron rápidamente, no subiría más allá de ese lugar, ubicado a 4350 metros sobre el nivel del mar. Allí durmió pegada a la carpa de Tomás. En el campo base se encuentra montada una suerte de pequeña ciudad de domos y carpas que funcionan para prestar los distintos servicios para las expediciones que buscan ascender el Aconcagua. Algunos pasan toda la temporada trabajando arriba, es un espacio cómodo y cuenta con todo lo necesario para poder pasar una estadía amena. Una vez que se comienza el ascenso hacia los campamentos de altura del cerro, ya se deja de lado toda esta infraestructura y solo se cuenta con las carpas de montaña personales, donde los guías, además, cocinan y derriten nieve para agua.
Tina acompañó a toda la expedición durante todo el trayecto. Como se ha explicado, las “comodidades” que existen en el campo base Plaza Argentina no se encuentran en ningún otro de los campamentos que siguen en la ruta de ascenso. Estos son solo espacios a donde los andinistas instalan sus carpas personales. Así, las condiciones para Tina eran cada vez más hostiles. De hecho, Tomás intentó dejar a Tina en el campo base y hasta le pidió a otra expedición que la llevara con ellos camino de descenso. Sin embargo, perseverante, Tina continuó con su nuevo dueño.
Finalmente, el 5 de enero de 2014 llegaron a la cumbre. Desde ese momento, Tomás y Tina son inseparables. Él la considera una perra fiel e inseparable.
Al bajar del Aconcagua, lo primero que hizo Tomás junto a su mujer fue llevar a Tina al veterinario. Por sus dientes y apariencia, les dijeron que le calculaban 1 año y medio. Así que hoy Tina ya es una perrita de siete años. Aseguran que la perra les cambió la vida en todo sentido. La pareja vive en Pilar, Buenos Aires, donde cuentan con espacios verdes cercanos para la distensión de la perra.
Fecha de Publicación: 03/11/2020
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