Andreína Tommasi es entrerriana y se convirtió en La Maga de los alfajores. Durante la cuarentena, esta mujer creadora, emprendedora y madre de dos hijos, decidió explorar el mundo gastronómico. Entre juegos y fórmulas secretas, desarrolló un alfajor que se ganó el corazón de muchas personas y recibió un reconocimiento a nivel nacional.
En pleno 2020, mientras todos los argentinos y argentinas estaban encerrados en sus casas sin saber qué hacer, Andreína se puso a experimentar con sus hijos Dante y Bella. La vereda de su casa de Concordia, Entre Ríos, se impregnaba de aromas dulces y tentadores. Todo comenzó como un pasatiempo en familia, pero terminó en el nacimiento de un emprendimiento que no para de crecer.
Error de cálculos
Los días de cuarentena pasaban, y cada cierto tiempo, Andreína cocinaba alfajores para sus hijos. El más grande era el catador, que iba revelando cuáles eran los ajustes que se le debía hacer a la receta para llegar a la fórmula perfecta. En una de esas jornadas de gastronomía y diversión, un error de cálculo los tomó desprevenidos. El resultado final fueron muchísimos alfajores, y por eso, decidieron vendérselos a los vecinos. Lo que surgió de una idea espontánea, se convirtió en un hecho trascendental en la vida de esta familia.
Los alfajores estaban tan ricos, que los vecinos fueron por más y la receta ganó cada vez más popularidad. De hecho, hasta los kiosqueros comenzaron a realizarle pedidos.
La magia está en el aire
Andreína, quien ejercía como profesora de italiano, cuenta cómo fue el despegue de su receta mágica: “Algunos almaceneros y kiosqueros se empezaron a enterar de que estaba haciendo alfajores, me fueron pidiendo y ahí fue cuando pensé ‘le tengo que poner una marca’. Sin embargo, sentía que me faltaba instruirme porque quería que tengan una identidad. La búsqueda se tornó intensa y muy pasional, empecé a indagar más recetas. Mi casa se transformó en un laboratorio de búsqueda: realicé cientos de alfajores, rellenos, y galletas diferentes”, contó a La Nación. Sobre todo el proceso, contó: “Fue muy intenso y todo se dio rápidamente”.
Finalmente, bautizó su receta madre: La Maga. “El tiempo que pasamos juntos, que cocinamos, donde vi a mis hijos divertirse… Se gestó algo hermoso. Este espacio me salvó la vida. Imaginate que algo tan sencillo, que parecía ser un juego, se transformó en una pasión total, en un compromiso y en una salida laboral”, refiriendo al nombre que describe algo de lo que sucede en la cocina de Concordia.
El despliegue total
El emprendimiento se tornó cada vez más grande y la demanda no paraba de crecer. “Fue impresionante, un boom. Mi casa estaba llena de alfajores y pensé ‘necesito más espacio’. Por ese motivo utilicé el quincho, contraté personal y al día de hoy perfilo en la calidad de la materia prima e incursiono por diferentes rellenos”, cuenta Andreína.
Hoy en día, La Maga tiene una producción de entre 400 y 500 alfajores diarios, y las ventas llegaron hasta Estados Unidos: “Empecé a anexar algunas maquinarias porque llegó un momento que las manos no nos daban. El producto es artesanal y eso es fundamental. En la actualidad comercializo por Concordia, Chajarí, Santa Fe, Paraná, Catamarca, y muchas veces se van para los Estados Unidos, que los lleva una amiga”, grafica.
Campeona mundial
La Maga, de Concordia, estuvo presente en el Primer Mundial del Alfajor y obtuvo la Medalla de Plata en la categoría Mejor Alfajor Triple. La competencia se llevó a cabo en Buenos Aires, donde se desplegaron las recetas de más de 150 marcas de Argentina, Colombia, Brasil, Uruguay y España.
La empresa concordiense se llevó todos los aplausos bajo la categoría “mejor alfajor triple”. La Maga “Triple Black” es elaborado a base de tres galletitas de chocolate intenso relleno con dulce de leche y bañado con chocolate semi amargo. ¡Vamos a probarlo!
Imágenes: Redes La Maga
Argentina, nacida en Córdoba. Investigadora en el área de lingüística. En formación constante sobre las Letras y sobre la vida, gracias a la Universidad Nacional de Córdoba. Mis experiencias en viajes me llevaron a aprender cada vez más idiomas y querer conocer diversas culturas desde adentro. Pienso en la escritura como una herramienta para transformar el mundo y volverlo un espacio justo y equilibrado.