Tanto se habló de la vacuna. Que una estaba en una fase. Que la otra tenía menos eficacia. Que ésta se almacena a 70 grados bajo cero y nadie tiene esos freezers. Y muchos otros dimes y diretes que hicieron de la vacuna, el tema central de los medios y de la opinión pública. Hasta que, finalmente, un día llegó. La rusa, británica, cualquiera. El tema es inmunizarse contra este virus voraz que ha sumado más de 2 millones de personas muertas en todo el mundo. Y, quitando las opiniones y los ángulos políticos, la inmunización es una buena noticia.
Primero les tocó a los médicos, luego al personal de seguridad. Seguidamente, llegó el turno para la población civil. Pero, sobre todo, para aquellos más vulnerables. Para esos que pasaron, en algunos casos, casi un año sin ver a sus hijos, nietos y sobrinos, aun cuando los tenían a la vuelta de su casa. Peor aún. Tal vez, muchos ni siquiera vieron la luz del sol en ese periodo.
Por eso, la noticia llegó como el más positivo de los anuncios. Cuentan que, como el meme de Bart y Homero, los adultos mayores se visten de gala para ese día tan especial en el que les toca vacunarse. Cuentan que recibir el mail con el día, el horario y el lugar de vacunación es mejor que recibir un cheque en blanco. Es que, con la vacuna, hay vida asegurada. Pero, con el dinero, eso no se compra.
Breve historia contra el coronavirus
En Mendoza se dispusieron diferentes establecimientos para aplicar la vacuna. Cada persona mayor de 70 años debe inscribirse por internet y aguardar la información sobre el turno que se le asigne. Claro que la inscripción no es tarea fácil, al menos para algunos. Entrar a un sitio web y completar un formulario, puede ser cosa común para muchos de nosotros. Sin embargo, para nuestros abuelos es más complicado. Por eso, muchos cuentan con la asistencia de un nieto o algún familiar. Pero, los que están más solos, deben llamar por teléfono o asistir a dependencia municipales para poder inscribirse.
Es el caso de Marta, a su nieta le sacó el turno por la página web. Aunque, en un principio se mostró un poco escéptica ante la idea de vacunarse. Eso confiesa su nieta, Ana Belén, quien la acompañó a colocarse la Sputnik V. Durante la pandemia, Marta no la pasó bien, por la soledad a la que se vio inducida por la cuarentena. Ella tiene 84 años, y antes del confinamiento era totalmente independiente. Se movía en colectivo para todos lados y hasta se tomaba el trabajo de imprimir las fotos de su bisnieta, para regalárselas a su nieta. También iba sola a cobrar su jubilación. Pero todo eso se acabó con la cuarentena y ahora, que las cosas van tomando un poco de forma, su realidad ya no es como la de antes.
El trámite para obtener el turno fue rápido. Completaron el formulario y, luego de un par de día, recibieron la asignación del turno. Al llegar al espacio cultural Julio Le Parc, fueron perfectamente recibidas. “Parecía Londres”, comparó jocosamente Marta. Al cabo de unos minutos fue llamada para recibir la vacuna. Entró, recibió el pinchazo y salió. Un trámite expeditivo. Aunque, antes, su nieta documentó todo con una foto que, definitivamente, será histórica.
Argentino, mendocino. Licenciado en Comunicación Social y Locutor. Emisor de mensajes, en cualquiera de sus formas. Poseedor de uno de los grandes privilegios de la vida: trabajar de lo que me apasiona. Lo que me gusta del mensaje escrito es el arte de la imaginación que genera en el lector. Te invito a mis aventuras.