¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Viernes 31 De Marzo
“Hace tiempo que aquí nadie lograba lo que Félix Luna: encarnar un arte, ciencia o disciplina. Y Luna fue, ante tanta gente, la Historia hecha persona”, semblanteaba Horacio Sanguinetti en un homenaje de 2011 en la Manzana de las Luces. Periodista por perseverancia y estilo, historiador autodidacta por imaginación y rigurosidad, poeta por payador y soñador, funcionario por circunstancias y convicciones, Don Félix Luna encarnó para generaciones de argentinos la referencia ineludible para comprender el pasado lejano y no tanto. Y no únicamente por la cita cervantina en su concreción más reconocida, la cincuentenaria y aún vigente revista Todo es Historia, “Historia…advertencia de lo por venir”. Luna personificó en su derrotero brillante en los ámbitos públicos, e intelectuales, a la voz de la concordia y la integración. El que podía reconocer las fracturas, y las continuidades, en el pueblo argentino, de Rosas a Roca, de Yrigoyen a Perón, de Alfonsín a Kirchner. Un pensamiento de mancomunión, sin aplanar las diversidades, sumamente novedoso para una historia refalosa, que patina en la introspección a degüello una y otra vez. Original en el siglo pasado, esencial en el nuevo milenio.
Quizá estos aires conciliadores, el andar “señorial”, viene de allá lejos y hace tiempo en Luna. Nacido en el seno de una familia riojana con un largo hilo de Ariadna, sus trazos llegan a un soldado español capturado por Manuel Belgrano que se afincó en La Rioja, nieto del fundador de la Unión Cívica Radical riojana, y con un tío vicepresidente de la Nación, el futuro abogado transitó junto a su padre los caminos del país profundo, conectado a las diferentes realidades y cantares. De aquellas experiencias surgirían cuentos, uno de ellos notable como el “La fusilación” de 1955, poesías, que con el tiempo madurarían en cumbres del reportorio popular “Zamba de Usted” -dedicada a la esposa, madre de sus tres hijas-, o “Juana Azurduy” y “Alfonsina y el mar”, elevadas a tesoros nacionales con música de Ariel Ramírez y en la voz de Mercedes Sosa, y un tábano que picaría a quien el destino ponía del lado de la política y eligió la Historia. De los argentinos.
Porque Félix intentó responder la pregunta sin fecha de vencimiento de su admirado Sarmiento, “¿Argentinos? Hasta dónde y desde cuándo, bueno es darse cuenta de ello”. Y la taba cayó en ese darse cuenta para Luna, un bastión con ideas del radicalismo desarrollista, funcionario del presidente Arturo Frondizi, y luego, una excepción de la decisión que cambió su derrotero a mediados de los sesenta. Y fue solamente para responder el llamado de otro notable radical, Ricardo Alfonsín, y desde la secretaria de cultura de la Ciudad de Buenos Aires impulsar una política de centros culturales pluralistas y acciones populares multitudinarias, que continúa hoy con festivales y noches para todo.
Pese a que se admira al historiador que enseñó el “entender los procesos del pasado sin prejuicios ni sectorismos”, sean los caudillos, los partidos políticos o los pueblos originarios, la factoría periodística terminaría de pulir al Luna más conocido, y lo transforman a él mismo en un modelo de cómo comunicar. Con rigor y creatividad. Años en redacciones, desde la prensa universitaria a las redacciones de Clarín y otros medios, fueron afilando las herramientas de registrar el pasado, tal como lo demostraría desde los primeros libros, “La Rioja después de la batalla de Vargas”, donde con apenas 25 años del autor se proponía una mirada desapasionada de las montoneras, y que se coronaría en la pionera “Los caudillos” (1966), hasta los seminales libros dedicados al peronismo. Luna que ya había hincado el diente con honestidad, sin esquivar la polémica, en la vida de Hipólito Yrigoyen (1954), en un punzante acercamiento a los movimientos populares que anticiparía las discusiones historiográficas de la década siguiente.
Volviendo a la habilidad del periodista, que era la otra mano del historiador en Luna, rescatamos la famosa entrevista que Luna le haría a Perón para su libro “El 45” (1968). En un duelo de estilistas de vasta cultura y calle, Luna espeta a Perón la “persecución a opositores”, a lo que Perón responde zorramente elíptico. De repente, Luna tajante, “¡Le digo que se torturaba!”. “¿A quién?”, pregunta el ex presidente. “¡A mí, General, a mí!”, en la reproducción de “Encuentros a lo largo de mi vida” (2007). Esta una memoria intelectual y de vida con escasos antecedentes en el campo cultural vernáculo. Por honestidad, sutileza y, en particular, debate de ideas, en una biografía de Luna sin resentimientos ni barricadas.
“Era un gran polemista y sus argumentos, fundados y convencidos, eran arduos de rebatir”, sostenía Pacho O´Donnell. Y basta con leer cualquiera de las líneas del bestseller “Soy Roca” (1989). Miles y miles de ejemplares vendidos de una novela que era ficción pero que en su marco sólidamente documentado permitía dimensionar al tucumano sin caer en el héroe, ni en el villano, en su propio contexto. Luna otorgó a la Historia la imaginación que la transformó definitivamente en humana. Y una(s) historia(s) con “capacidad de comunicar: comprensible, accesible y atractiva”, en 25 libros, y una “hija” de su llama y talento, la mensual revista Todo es Historia.
“El gobierno había prohibido la actividad política. Aunque esta medida fuera de relativa eficacia, era evidente que durante un tiempo mucha gente no tendría cauces para sus preocupaciones políticas. ¿Que era, entonces, lo más aproximado a la política? La historia”, refería al puntapié de la revista Todo es Historia, mayo de 1967, con un número inicial en tapa con Juan Manuel de Rosas ¡Hasta el presidente de facto Onganía tuvo palabras medidas para el Restaurador de las Leyes ese año!
Mucho cambió la revista aún en circulación, una de las más añejas del Continente, que pronto conquistó colaboradores, a lo largo de sus números, de la transcendencia de Rodolfo Walsh, Osvaldo Bayer, Rodolfo Terragno, Sergio Pujol, Felipe Pigna, María Sáenz Quesada, Ana Ribeiro, Mabel Belluci, Lucía Gálvez, Patricia Pasquali y no se agotan las firmas.
Varios artículos señeros aparecieron primero en la revista masiva y terminaron en libros de inagotable influencia. Decenas de autores que tímidamente enviaban sus trabajos en las décadas nefastas recientes, la revista contribuyó a mantener el libre pensamiento; textos inéditos con sentencias varias veces contrarias al mismo editor, y que igual Luna publicaba cuando el texto abría cabezas. U otros investigadores que lo conocían en la incontables charlas y conferencias que dictaba el editor por el país, ya en los setenta Luna profesor universitario en la Universidad de Buenos Aires, Belgrano y El Salvador. En aquellas jornadas a muchos, mientras leían las ponencias, se les aparecía un papelito de Luna con el “¿Desea publicar su artículo en Todo es Historia?” Y aquel gesto artesanal de un editor fino, mano a mano, derivó en que la publicación pueda comprenderse como de las mejores escuelas de historia contemporánea.
“Deseamos que este mensaje”, aclara en la editorial del primer número de Todo es Historia, medio siglo atrás, “ande largos caminos y suscite muchas vocaciones, muchas curiosidades, muchas reflexiones” Cumplió Luna defendiendo además que contar la “Historia implica una tremenda responsabilidad…-porque el historiador- va moldeando la conciencia de su pueblo”. Y Luna cumplió con honestidad llevando su “Todo es Historia” desde los puestos de diarios a las radios y la televisión. La Historia con Don Félix es para Todos.
El pasado 4 de noviembre la Legislatura porteña descubrió una placa en la casa de Arroyo el 800, en las vísperas de la fecha del fallecimiento de Luna. En recuerdo a quien, otra vez Sarmiento, transpiraba, aunque sin la piroctecnia del sanjuanino, eso de “Provinciano en Buenos Aires, porteño en las provincias“ Don Félix se calzaba sereno la guitarra y payaba, baqueano, el canto democrático, igualitario y federal. “El primero ya lo tenemos: una defensa total y absoluta de la democracia. El segundo, resolver qué haremos con la inequitativa repartición de la riqueza. El tercero, ponernos de acuerdo con respecto al sistema federal. ¿Finalmente somos un país centralista o federalista? Pongámonos a discutirlo en serio y saquémonos las caretas, porque al final el federalismo es un cuento que algunos gobernadores siguen contando para obtener algo de dinero. Con cuatro o cinco consensos como estos ya estaría. Qué empresas queremos que sean del Estado y cuáles queremos que sean tomadas por la actividad privada, por ejemplo. No hace falta mucho más”, dijo en uno de sus últimos reportajes a Cristina Mucci. Don Félix nos legó una huella, hecha de puentes.
Imagen: Buenos Aires.gob
Fecha de Publicación: 08/11/2022
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