¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Miércoles 08 De Febrero
Año 1930. Gélido invierno en la Cordillera de Los Andes. Más precisamente, en la Laguna del Diamante, San Carlos, Mendoza. Ese fue el momento y el lugar de una hazaña que quedó para la historia. Un accidente aéreo dejó a un aviador francés entregado a los vientos caladores de huesos, la nieve y la falta de víveres. Pero el destino quiso que un joven de 14 años emprendiera una caminata hacia su dirección, encontrándolo y salvándole la vida. El joven se convirtió en héroe. Hasta el presidente francés lo llevó a su país para condecorarlo por lo que había hecho. Hoy, rescatamos su historia.
El puesto Cerro Negro se ubicaba a las orillas de la Laguna, con el volcán Maipo atestiguando todo lo que vendría. En ese puesto vivía la familia García, el matrimonio y sus hijos. El 19 de junio de 1930, la madre le pidió una cosa a su hijo, Juan García. Que caminara en la misma dirección por la que, días atrás, se había ido su padre, para poder encontrarlo y ayudarlo en su regreso al hogar, con los guanacos que debía haber cazado.
El joven de 14 años se abrigó hasta los dientes y emprendió camino por donde se le había indicado. Avanzó un par de kilómetros, unas cuantas horas. Hasta que, de repente, la silueta de una persona emergió entre las tinieblas de la montaña intensa. Ropa mojada y harapienta. El hombre de 28 años caminaba con serias dificultades y su rostro tenía heridas de un fuerte golpe o un accidente. Por el tipo de vestimenta, Juan pudo reconocerlo, a medida que se acercaba, como un piloto de avión. Enseguida fue a su encuentro, ayudándolo a caminar, volviendo hacia su casa. El idioma se hizo universal. Es que la necesidad de supervivencia, un accidente y el deseo de vivir pueden expresarse con un par de gestos, sin abrir la boca. Horas más tarde, el aviador francés recibía un plato de comida, atemperaba su cuerpo y contaba su historia…
Henri Guillaumet era un aviador francés que había cruzado la Cordillera a la altura de Mendoza en reiteradas oportunidades. En esa ocasión, debía volar desde Chile hacia Mendoza a bordo de la avioneta Poetz 25 a los fines de entregar, en el departamento de Las Heras, las bolsas de correspondencia que habían sido despachadas en Europa. Sin embargo, un temporal lo arruinó todo.
Guillamet vio que la situación atmosférica era complicada. Sin embargo, con toda su experiencia, se creyó apto para despegar y atravesar la zona roja. Pero se equivocó. Esta tormenta era más fuerte que cualquiera de las que pudo haber vivido. Así, la naturaleza lo frenó, depositándolo en un cúmulo de nieve, en medio de la montaña. El aviador francés quedó encerrado en la cabina de la avioneta, rodeado de blanco. Con movimientos dignos de contorsionista logró salir a la intemperie. Pero ya no era el mismo. Ni desde lo psicológico, habiendo pasado un accidente de esa magnitud, ni desde lo físico. Es que el accidente le dejó heridas graves en el rostro y en las piernas.
Tomó un poco de provisiones, comida, coñac, y empezó a caminar hacia donde su instinto lo guiaba. Tras 7 días, con los elementos de supervivencia agotados, vio aparecer la silueta de un joven gaucho: era Juan García, quien le ofreció una tostada y dos tazas de leche de cabra en su hogar.
Por rescatar al aviador francés, Juan Gualberto García fue distinguido por el Gobierno de Francia. Muchos lo conocieron públicamente y supieron de su historia recién en 2001, cuando el entonces presidente francés, Jacques Chirac, lo condecoró con la Legión de Honor en nombre del Gobierno y el pueblo francés y hasta le otorgó una pensión. Habían pasado 71 años del rescate de Guillaumet, Juan tenía 85 años y era un artesano más en nuestra Plaza Independencia. Ofrecía cinturones, mates y cuchillos, de los cuales uno se lo regaló al mandatario galo. Voló a París y participó de la ceremonia, luciendo prendas gauchescas, como el día del milagro.
Fecha de Publicación: 20/08/2020
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