¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Viernes 02 De Junio
Con una mano en el corazón: vivir cercados por el río más caudaloso de Mendoza, y de 275 kilómetros de longitud, hubiera sido la excusa perfecta, para cualquiera de nosotros, al momento de tener que justificar el no haber entregado una tarea en tiempo y forma. Le ganaría a la famosa “mi perro se comió toda la tarea” o “me la olvidé en el auto”. Típicas frases que soltábamos, con pocas ganas de aprender.
Su nombre completo es Agustín Vázquez, tiene 15 años y cursa el secundario en la Escuela 4206 Mapu Mahuida de Bardas Blancas, una localidad ubicada en el distrito Río Grande del Departamento Malargüe, al sur de la provincia de Mendoza. Es hijo de un matrimonio joven y el hermano mayor otros tres niños. Toda la familia trabaja arduamente en el campo. Se dedica a la cría de chivos y, en ocasiones, sus hijos se ven obligados a desviar la atención de la escuela y dedicarla a aprender sobre su oficio.
La escuela a la que asiste funciona con modalidad de albergue. Algo que, por razones de cuarentena, no pudo llevarse a cabo, aún, en lo que va de ese 2020. Por eso, para que los chicos no dejen de aprender, las autoridades dispusieron crear el sistema de cartillas.
Los niños y adolescentes que van a esta escuela no tienen buen acceso a internet. De hecho, la mitad de ellos ni siquiera tiene computadora. Dadas las circunstancias, y luego de hacer un gran esfuerzo para comprar una impresora, la escuela les envía, a principios de mes, un cuadernillo con ejercicios y consignas sobre todas las materias a todos los alumnos.
La gran mayoría de los chicos retira las cartillas por la terminal de ómnibus de Malargüe. Pero Agustín, que vive totalmente alejado de cualquier punto urbano, no puede llegar hasta allí.
Hacer canopy o tirolesa es una opción de turismo aventura en muchos destinos. Sin embargo, para Agustín, es su medio de transporte. Es su salvación para aprender matemática, física o inglés, las que más le cuestan.
El chico recorre un kilómetro a caballo, desde su casa hasta la orilla del río Grande. Allí, se sube a una jaula que cuelga de un cable de acero, de costa a costa. Con un novedoso sistema de palancas y poleas, avanza y cruza hasta el otro lado. En ese lugar lo espera el preceptor de la escuela. Este le ofrece una bolsa con alimentos y bienes de primera necesidad y las cartillas.
Agustín retorna a su casa y, semanas después, vuelve a completar la misma proeza, para entregar sus tareas.
El video se viralizó, llegó a miles de reproducciones. Pero ese no es el objetivo de Agustín. Él, aconsejado por su familia, tiene otras aspiraciones. El trabajo del campo le gusta, pero sabe que tiene un techo muy bajo. Por eso, se mantiene firme en su premisa por aprender, terminar la escuela y estudiar en la universidad. Confesó que le gustaría ser veterinario. Pero, como cualquier niño, Agustín tiene un sueño: conocer la Bombonera.
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