Llegamos hasta la localidad de Las Vegas, en Potrerillos, a 70 kilómetros de la ciudad de Mendoza. Este, como tantos otros, es un pueblo de montaña que vive del turismo. La falta de turistas implica un freno del 100% en su economía. El que no vende, no tiene para consumir. Y, si ese no consume, no le compra al otro, y este otro tampoco vende. Y así se cierra el círculo. Ese mismo círculo que se ha generado a nivel global por la pandemia de coronavirus, pero que impacta de forma más cruel en estas pequeñas localidades, donde la economía no está diversificada, donde el turismo es como agua para las plantas. Así es la vida del comerciante de montaña, y Lucas es uno de ellos.
“Hace un año que vivimos con mi mujer en el negocio, en Las Vegas, pero en el valle de Potrerillos, hace 25 años”, confiesa Lucas, quien llegó desde niño a la montaña mendocina, por el trabajo de su padre, y no se fue jamás. “Mi viejo era policía, le gustó el lugar, se hizo una casa y, cuando yo tenía 5 años, nos mudamos”.
Como el caso de muchos mendocinos, los padres de Lucas tenían le intención de hacerse una casa en la montaña, pero solo para utilizarla en vacaciones. Sin embargo, la majestuosa Cordillera de Los Andes enamora: “La idea era venir solo los fines de semana, pero después nos vinimos a vivir”. Aunque, en primera instancia, no se instalaron en Las Vegas, sino en otro pueblo, a 10 kilómetros de allí: “La casa en la que crecí está en El Salto, pero nosotros alquilamos en Las Vegas, donde vivimos y tenemos el negocio”.
Lucas vive con su novia en Las Vegas, a donde se ha convertido en un verdadero comerciante de montaña. Sin embargo, bajan a la ciudad varias veces por semana, a visitar a la familia o, simplemente, por dispersión.
El turismo como industria fundamental
“Acá se vive del turismo. Entre semana, algo le vendés a los vecinos, pero muy poco. Acá todos trabajamos del turismo. Las cabañas, negocios, restaurantes, artesanos, guías, quienes alquilan caballos, etc.”. Comenta Lucas, quien asegura que, entre todos, hacen al 80% de la población de lugar.
Y, como en todo lugar turístico, las temporadas son la clave: “Acá se trabaja por temporada. Si hacés una buena temporada de verano o de invierno, guardás y podés subsistir. A nosotros nos fue bien en el verano y pudimos subsistir”, asegura el comerciante de montaña quien admite que, más allá de la cuarentena, Mendoza es un destino que no tiene temporada baja. En verano y en invierno el caudal de turistas aumenta, pero en otoño y en primavera se mantiene en niveles aceptables.
El impacto de la cuarentena
“Hemos vendido para mantener, nada más. Pudimos afrontar gastos y mercadería, pero ganancia, cero. Incluso, tuvimos un poco de pérdida”, se lamenta Lucas. Pero, como comerciante de montaña, ya trabaja para la vuelta de los turistas, y lo hace con otros sectores.
Mendoza permite el turismo interno
“Estamos charlando con los cabañeros para hacer combos y promociones. Ellos me dan clientes y yo también les mando gente. Todos estábamos esperando esto. La gente trabaja y vive de cabañas y negocios. Las proveedurías son muy pocas acá. Es un lugar muy chico. Somos 11 negocios que necesitan de los turistas, porque los pobladores son muy pocos”. Es decir, que los comercios sobran en los momentos donde no hay turistas que consuman.
Cada comerciante de montaña busca algo para diferenciarse. Algunos buscan precios, otros, más variedad. “Pero yo me dedico a lo que es producción casera en comida y panadería. Hago la diferencia por ese lado”, confiesa Lucas.
Argentino, mendocino. Licenciado en Comunicación Social y Locutor. Emisor de mensajes, en cualquiera de sus formas. Poseedor de uno de los grandes privilegios de la vida: trabajar de lo que me apasiona. Lo que me gusta del mensaje escrito es el arte de la imaginación que genera en el lector. Te invito a mis aventuras.