Nuestra infancia estuvo, está y estará siempre ligada a un juguete en especial. O a varios. Articulados, de plástico, de tela o incluso de porcelana, nuestro ser siempre guardará en lo más profundo esa figura, esa textura y esos momentos a los que nos trasladan, sacando la melancolía y la nostalgia a flor de piel con sólo recordarlos.
Mientras que para muchos esos personajes vivirán por siempre en la memoria -y nada más-, otros tantos tienen el privilegio de revivir esos momentos día tras día con sólo voltear la mirada hacia su escritorio o abrir la puerta de una habitación en especial.
Estos últimos son los coleccionistas, esos “locos lindos” que son capaces hasta de tener en su haber figuras a las que ni siquiera les han quitado el blíster o envoltorio (ni tampoco está en sus planes hacerlo).
“Como coleccionista, a mí me mueve la melancolía de volver a ser niño, aunque sea por unas horas. Si pasás dos horas arreglándolos y acomodándolos, te permite olvidarte de la monotonía cotidiana, del día a día. Porque todas las personas vamos a llevar siempre un niño adentro”, indicó Daniel Bellini (29), uno de los coleccionistas más reconocidos de Mendoza y que cuenta con más de 110 muñecos en su colección.
En sus filas sobresalen la totalidad de las figuras de Rambo, los Cazafantasmas, Spawn (mantenidas a “blíster cerrado”) y las siempre bien ponderadas de la firma Hot Toys, aquella marca estadounidense que se caracteriza por los muñecos con sus facciones humanas casi perfectas (especialmente en superhéroes).
“Es increíble la melancolía, me encanta pensar que sigo siendo un niño. A diferencia de otros, yo no los guardo en las cajas. Los saco y los desacomodo, los uso, los muevo. A mis hijos les he comprado muñecos de Toy Story, por ejemplo, que termino disfrutando más yo que ellos”, se sinceró entre risas Andrés Arroyat (35), quien trabaja en una agencia de producción y junto a un amigo también han abierto su página para vender figuras de colección.
Priscila Mateos es periodista y locutora, tiene 31 años y también tiene su peculiar colección: la de Mi Pequeño Pony. “Era mi juguete favorito cuando era chica, pero eran muy caros. Tenía sólo tres. De grande descubrí que eran muy bien pagados por los coleccionistas, entonces comencé a comprar algunos afuera para reacondicionarlos y venderlos. Pero cuando encontraba algún Pony raro, me lo quedaba”, contó Priscila sobre el inicio de su hobbie, allá por el 2007.
Su colección se centró exclusivamente en las figuras hechas en Argentina, de los cuales ya tiene cerca de 30. “Pocos, teniendo en cuenta que hay coleccionistas que tienen cerca de 400, pero los míos son raros”, aclaró.
“Mantenerlos me hace sentir que está vivo el niño interior. Creo que a todos los coleccionistas nos pasa lo mismo. Hay gente que se da el gusto de gastarse la plata en zapatos, ropa. Yo me lo doy con los Ponys”, sentenció.
Si bien Andrés tiene 35 años, suele presentarse como “tres niños de diez años y uno de cinco”. Su compañero de aventura, Diego Pizarro (33) es comerciante y tiene una juguetería. “Mi mamá siempre tuvo comercios, por lo que prácticamente crecimos en una juguetería. Coleccionar muñecos saca tu niño interior y te hace olvidar de los problemas”, agregó Diego.
Fuente: Los Andes
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