¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Viernes 02 De Junio
Se trata de Plácido Martín Perisé, que de a poco se fue convirtiendo en un personaje de Santa María de Punilla. Su fama la hizo entre consultorios y largas jornadas laborales, en las que atendía a sus pacientes sin importar las condiciones. Este profesional es 100% vocación por la salud y la gente. Así, escuchando su corazón y el de los demás, Plácido Martín fue construyendo su trayectoria y fue formándose con la práctica. Hasta que llegó a los 81 años, y siguió… Hace 50 años que Perisé recibió su diploma de médico, y un par de años más que ejerce como tal. Por eso, sus historias son muchísimas.
Pero este doctor es cordobés por adopción. Nació en Entre Ríos y se vino para La Docta con su familia para estudiar. En esos momentos tuvo que decidir entre ser médico de personas o de autos. Ya que como mecánico tenía aptitudes para meterles mano a motores cuando trabajaba en el campo junto a su padre. Finalmente, se fue por el lado de los humanos, su amor por la vida ganó.
Unos años antes de recibirse, llegó a Santa María de Punilla a visitar a unos tíos. Así fue como surgió su historia de amor con una joven del lugar. Perla Ceballos sería el amor de su vida y el anzuelo que picaría para quedarse en estas tierras serranas en las que todavía ejerce como "el doctor” del pueblo. Plácido y Perla se casaron. Fruto de ese amor nacieron cinco hijos que los acompañarían por siempre. Y que, además, les darían, cinco nietos y tres bisnietos. ¡Un numerazo!
Sobre su recorrido y su paso por la Universidad Nacional de Córdoba, cuenta: “En 1969 rendí examen para ayudante de enfermería en el Hospital Santa María y trabajé allí. También fui empleado en una escribanía y en la cátedra de Fisiología, donde cobraba un sueldito”, cuenta. “Entre 5º y 6º año fui ayudante en la guardia del Clínicas al que no era fácil entrar porque el examen era muy duro. Era ad honorem, pero aprendía mucho”, dice.
El 30 de julio de 1970, rindió su última materia, Medicina Legal. Ahí nomás se transformó en el médico de la zona. “Aquí no había pediatras y la prioridad eran los niños y los bebés. Al consultorio lo abrí el 18 de octubre de 1970 y en diciembre de ese año pude comprar un Fiat 600 con el que salía todas las noches hacia alguna consulta. Eso pasaba dos o tres veces por noche”, recuerda.
Martín cuenta que sus hijos le piden que se retire y descanse. Sin embargo, él sigue dandole para adelante. Con 81 años en medio de una cuarentena extensa con un virus que nos acecha, decide seguir atendiendo a sus pacientes. Sabe que él mismo es paciente de riesgo, pero le gana la necesidad de cuidar a los demás. Sobre el retiro cuenta: “Me lo plantearon mis hijos, pero estoy para esto. Me cuido, cada paciente que atiendo me lavo las manos. Incluso en una clínica me lo plantearon, pero pienso que Dios me va ayudar. No me preocupo y estoy en la primera fila, en la lista de espera, y no tengo miedo”.
Es la segunda pandemia que vive el doctor. Ya que cuando llegó a Santa María, a finales de los años 60, vio algunos casos de tuberculosis, una epidemia de otras épocas. En las cuales, la cura perfecta era el aire serrano y los tuberculosos venían a realizar sus tratamientos. “Cuando llegué a Santa María el Domingo Funes era hospital de niños y mujeres tuberculosos y el hospital Santa María era de pacientes psiquiátricos. Y no había muchos más centros de salud”, cuenta y añade: “Tuve que ejercer de pediatra y de médico generalista. Había que hacer de todo. Desde el primer día que abrí el consultorio hice la primera visita a pie, era lejos y fue gratis”. De esos años recuerda que las jeringas de vidrio que se esterilizaban a fuego de hornalla, y contaban con pocos instrumentos. Sin embargo, no era un impedimento, sino un impulso: “Había que solucionar el problema acá, no había ambulancias a Córdoba”, afirma.
“La gente grande no viene a buscar tanto la pastillita, sino que lo escuche, tener un poco de contención. Hay que conversar con la gente y ser compinche. No miro a quién atiendo, si tiene o no tiene, para mí son todos iguales”, cuenta Martín sobre su día a día como médico de Punilla. Y uno que lo escucha sabe que este doctor se hubiera sacado un 10 si la materia "empatía"existiera. Por eso, aplaudimos y admiramos a este profesional de la salud que, en medio de una cuarentena eterna, sigue brindando sus servicios y su atención a la población.
¡Grande, doc!
Fecha de Publicación: 05/12/2020
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