¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Viernes 02 De Junio
Cierta vez preguntaron Alfredo Alcón, el notable actor argentino, por qué hacía poco o nada de comedia “Aquí hay un actor que maneja ese género maravillosamente y se llama Osvaldo Miranda. Yo no podría hacerlo como él”, en uno de los mejores homenajes en vida a Don Osvaldo, un porteño de ley, compadre de fierro de Enrique Santos Discépolo. Un bohemio que fue galán de Mirtha Legrand, Lolita Torres y Tita Merello, un comediante que brilló con Niní Marshall, Marilina Ross y Gabriela Acher. Pero fundamentalmente, como recuerdan amigos y desconocidos, un buen tipo “Si es cierto que la gente buena va al cielo, yo voy a ir al cielo. Y si de algo me arrepiento es de no haber sido más bueno de lo que soy. Es una lástima ¿no? Haber dejado pasar la oportunidad de ser bueno”, sentenciaba Miranda, de lo nuestro, lo mejor.
Osvaldo Isaías Mathon Miranda nació el 3 de noviembre de 1915 en Buenos Aires, en el barrio de Villa Crespo, entre las calles Malabia y Loyola. Los padres españoles eran unos humildes almaceneros de barrio, que se mudarían a los pocos años a Villa Urquiza en búsqueda de un futuro, insostenible porque “vivían de fiar”. Pero aquella corta primera infancia de Osvaldo marcaría a fuego su pasión por el club barrial, el de la colectividad judía, Atlanta. Miranda fue un bohemio de fuste. "Acá hay un porteño de ley. Y me pregunto: ¿hay algo más porteño que ser hincha de Atlanta?", exclamó Antonio Carrizo en la entrega del premio Martín Fierro a la trayectoria de mediados de los noventa, uno de los cuarenta en el que se reconoció el aporte de Miranda al espectáculo y las artes, y el hincha azulyoro retrucaba a viva voz, "Yo siempre dije que hay dos equipos que me dan alegrías: uno es Atlanta cuando gana, y el otro Chacarita cuando pierde", tal cual se filmó en el documental “Siglo Bohemio”
La repentina muerte del padre, apenas entrada la adolescencia, hace que Osvaldo trabaje de una infinidad de labores, mecánico, niquelador, tejedor, a fin de mantener la familia. Pero al niño tiraban las luces del escenario y empieza a cantar, a escondidas de una madre “no muy abierta de mente”, en los boliches de la zona que se conocía como -la rea- Siberia, en el actual barrio de Saavedra. Vivió en el Pasaje Catriel 3576, entre Núñez y Republiquetas, hoy Crisólogo Larralde -uno de los últimos deseos era que ese pasaje lleve su nombre, un mínimo gesto municipal para un gran artista, en una barriada que porta cercano los nombres de Macedonio Fernández y Alfonsina Storni- y cada noche que actuaba en el centro debía caminar las quince cuadras desde la estación Villa Urquiza, por falta de dinero.
“En realidad empecé mi carrera como cantor en los clubes de mi barrio, Villa Urquiza”, rememoraba Miranda en 1999 a Mario Gallina, “después estuve en Radio Callao…un día me crucé a Aníbal Troilo, quien me sugirió que fuera a ver a Landó-Martino, que trabajaban en el Germinal, de la Calle Corrientes….cantábamos dos tangos cada uno, con otro cantor…al poco tiempo, mi compañero llegaba a cinco, yo me dije: “a éste no lo alcanzo más”, y decidí irme. Claro, el otro cantor era Ángel Vargas…tenía una voz que corría, en cambio la mía era chiquita…tan bajito cantaba que un amigo dijo que mi mujer iba a estar contenta porque no podía levantar la voz”, confesaba hasta que otro amigo, el cómico Dringue Farías, con quien luego compartiría largas noches en el Teatro Maipo acompañando a Sofía La Negra Bozán, lo recomendó en la compañía de María Esther Gamas y Mario Fortuna, para la comedia musical “Rascacielos”, el debut actoral en 1936. En el desaparecido Teatro Boedo cantó “Casas viejas” y “Un jardín de ilusión”. Por aquellos años tendría un frustado papel de extra en “Los muchachos de antes no usaban gomina” (1939), estelarizada por Florencio Parravicini, “sólo dije “Bailemos””, acotaba Miranda, aunque en 1968 tuvo la revancha porque protagonizó la remake del mismo film, en el papel de Parravinci. Su debut verdadero en la pantalla grande sería junto a Tito Lusiardo en “Un señor mucamo”, dirigida por su amigo Discépolo en 1940. Este suceso significó que sea una de las caras del cine dorado nacional, aquel del “Teléfono Blanco”, y siguieron “Cándida millonaria” (1941), con Niní Marshall, “El más infeliz del pueblo” (1941), con Luis Sandrini, en la que también actuaba Eva Duarte -luego, de Perón-, “El viejo Hucha” (1942), “esa película es algo muy especial para mí, significó actuar con Enrique Muiño, Lucas Demare…solía ir a escucharlos al Café El Ateneo”, además en ese film estrenó “Malena” de Homero Manzi -haciendo la mímica de la voz de Juan Carlos Miranda-, “Yo conocí a esa mujer” (1942), con Libertad Lamarque, y “Mi novia es un fantasma” (1944), con Mirtha Legrand, entre tantos tanques de taquilla. Miranda alternaba los grandes set con radioteatros de Armando Discépolo y Radiocine Lux en Radio Belgrano, haciendo clásicos del cine por radio. Miranda era sinónimo cine argentino, nomás.
“Cuando yo empecé a trabajar en el mundo del espectáculo tenía que mantener a mi familia -mi mamá había quedado viuda- y yo ganaba poco. Entonces me hacía un traje por año: uno gris, uno marrón y uno azul. Al cuarto año me hacía un sobretodo. Después renovaba los trajes y me hacía un perramus. Y cuando pude me hacía de a diez. Pero al principio uno por año, juntando diez pesos por mes. En Villa Urquiza sí había dandys. Por ejemplo el pibe Juan Carlos Elizalde, que era bacán porque trabajaba en el campo”, decía Miranda en abril de 2004 en el periódico El Barrio, en la postal que Don Osvaldo legó a la retina argenta de atildado señor, símbolo de gusto, gracia y buen vestir, que aún resuena en las nuevas generaciones que llaman a un conjunto pop en su homenaje, Miranda! Actuando para los grandes estudios y directores, actuó bajo las órdenes de Lucas Demare y Enrique Carreras, por citar, conocería en los set de Lumiton a “Santa Amelia”, la secretaria general que hizo los primeros contratos de Legrand y Sandrini y se convirtió Amelia Sáez en su compañera de vida.
Tan importante era la figura de Miranda que los norteamericanos quisieron tentarlo con Hollywood y partió con Fernando Lamas a filmar “Los vengadores” (1949) en Los Ángeles. Lamas permanecería en el Norte de latin lover de celuloide -y amante de Lana Turner-, la misma propuesta de estrella latina que tenían los grandes estudios para Miranda, pero él extrañaba a los “amigos, a la madre y esposa” Así que emprendió la vuelta no sin antes maravillarse con un medio desconocido por estas pampas: la televisión. Así que no resultó difícil que lo convencieran en bastonear el primer suceso televisivo argentino, “Tropicana Club” (1952), que durante cinco temporadas de cuatro meses reunió a las grandes talentos internacionales y a lo mejor del espectáculo local, Blackie, Jovita Luna y Tania entre ellos, en ese pequeño “Maipo” que pretendía recrear Miguel de Calasanz a la noche del lunes hasta que las velas no ardan. “Todavía hay gente que me dice Gastón”, afirmaba Miranda en 1998, y reconstruía los épicos comienzos de la tv nacional, que cumplió 70 años en 2021, “el programa no tenía duración fija “¿Qué más tenemos?”, nos preguntaba el director -Óscar Orzabal Quintana-. Y si le gustaba lo que venía, el show continuaba y se extendía treinta o cuarenta y cinco minutos más…primero era la equivocación, después con ensayo y error, aprendíamos”, acotaba quien ya había hecho los diálogos para televisión de Raúl Rossi, otro pionero televisivo algo olvidado, en el anterior “Comedias de bolsillo”, y tuvo en Tropicana de compañera a Beba Bidart, que con la orquesta de Mariano Mores estrenaría el clásico “Taquito militar” -Troilo en ese ciclo de canal 7 presentó “La cachila”, sonidos de la renovación tanguera de fines de los cincuenta-
“Blum”, junto a su amigo Discépolo, resultó un éxito teatral que debutó en 1949 en el Teatro Alvear y duró tres años en cartel. “Pereyra, dejame morir solo”, decía el personaje del autor de “Cambalache” a Miranda. Y sin embargo, Osvaldo no lo abandonó hasta el último momento; es más, sostuvo la amistad cuando las puertas se cerraban a Mordisquito, Miranda radical, Discépolo, peronista, y fue la última persona que vio el compositor de “Yira Yira” en 1951. Un buen tipo, Don Osvaldo. Con la muerte de Discépolo, el actor integró la comedia municipal que dirigía Cunill Cabanellas, lo que le permitió recorrer un repertorio argentino y universal. A lo largo de su carrera teatral, Miranda hizo drama, comedia, sainete, clásicos. Desde comedias con Enrique Serrano e Irma Córdoba hasta temporadas con Ernesto Bianco (“Boeing Boeing”, “La dama del Maxim´s”, “Plaza Suite”) y con los Carrera (“Frutilla” -sería en versión cine, su última película de 1980-, “De noche llegó el doctor”, “Tres alcobas”), con quienes compartió la temporada teatral del Odeón de Mar del Plata durante siete años. Cuando a Miranda decían que Cannes era mejor que la Perla del Atlántico, rechinaba, “¡Si la Playa de los Ingleses es mejor que toda la costa francesa!”
“Al principio, los ejecutivos del canal no le tenían mucha confianza a “La Nena””, recogía Luis María Hermida de Miranda, de la idea del cubano Jorge Vaillant para Canal 13, que inspirado en la sitcomnorteamericana “La pequeña Margarita” instala por primera vez una comedia de situaciones original argentina en 1965, que sería el modelo a repetir hasta el hartazgo imitando también a otra creación de Miranda posterior, “Mi cuñado” (1976), “Al tercer programa era un éxito. Después de cinco años consecutivos, un día nos juntamos con Marilina -Ross, su co-estrella en “La Nena”, “que quise tanto como una hija”, remarcaría Osvaldo- y decidimos terminar el ciclo. Es preferible que la gente diga ¡Qué lástima que se terminó! y no, ¡Por fin se acabó el programa”, cerraba de la serie que tuvo a un descomunal Joe Rígoli de eterno pretendiente, y varios galanes del momento, entre ellos Luis Brandoni, quien interpretaría el papel de Miranda en el remake de “Mi cuñado” de los noventa en telefe con Ricardo Darín “Me enseñó mucho casi sin quererlo, y también le robé muchas cosas, como corresponde, porque fue un espléndido comediante. Me consta que Osvaldo fue un hombre muy amigo de sus compañeros. Muy generoso, era uno de los pocos actores que iban a ver teatro cuando podían, y con una actitud admirable: humildad”, bosquejaba el Beto Brandoni, que se dio el gusto de contar con Miranda en un memorable capítulo en 1993; la última participación del actor retirado de su querida televisión a fines de los setenta -en realidad fue una fugaz aparición en “Dale, Loly!” (1993) con Santiago Bal y Juan Carlos Calabró de la misma temporada.
Pero volvamos al capítulo aparte de “Mi cuñado”, que en pleno primer año del siniestro Proceso, trajo un poco de alegría a los argentinos; e impuso una fórmula de comedia que explotarían tantos ciclos como “Amigos son los amigos” y la cuenta sigue abierta “Ernesto Bianco un día me dijo “Es curioso que nosotros hicimos juntos tanto teatro y con tanto éxito, no tengamos un programa de televisión” Para esa época yo representaba una obra de teatro los fines de semana en Córdoba, y para no ir y volver, me quedaba allá…Estaba por iniciar las funciones en el Teatro de la Comedia cuando me llamó Bianco de Buenos Aires….-porque- firmábamos contrato con Canal 13 para una comedia. Cuando pregunté a Bianco cuál iba a ser el argumento, me dijo que había presentado una idea sobre dos cuñados. Concretamos todo…un día me acordé de Oscar Viale. Le dije a Ernesto ¿Te acordás de aquel gordito que actuó con nosotros en “Las damas del Maxim´s”? Escribió una excelente obra que ví: “El grito pelado” (1967) El autor tiene que ser él -que lo fue hasta que tuvo que exiliarse por la dictadura, Juan Carlos Mesa continuó la tarea-…nunca exigimos que figure “libros de Oscar Viale, sobre una idea de Bianco-Miranda”. No nos interesaba eso”, remataba el actor, que a propósito, no recibió ninguna regalía correspondiente en la reposición de veinte años después. Otro botón del Don de Gente de Don Osvaldo. Miranda además nunca aceptó realizar publicidades, que muchas veces significaban “tres veces más de lo que ganaba en un año”, y la única que participó en su carrera de medio siglo fue para la obra social de la jubilados, PAMI. Gratis. También tuvo una destacada acción gremial al frente de la Asociación Argentina de Actores durante cuatro años.
“Todo empezaba a cambiar y a mezclarse. Cuando hice “Boing-Boing” por segunda vez, con Santiago García Satur…en el elenco estaba Paulina Singerman, que eran palabras mayores…iba a la par de todos. Eso me hizo reflexionar: Algo no estaba funcionando bien en el teatro. Será porque soy de la época en que para pisar un escenario había que empezar bien de abajo…había empezado con una música y me la cambiaron”, graficaba resignado en 1987 en el anuncio del retiro, que fue brevemente interrumpido por la insistencia de sus antiguos compañeros, Irma Córdoba, Elena Lucena y Tincho Zabala. Por ellos Miranda fue de la partida de “Hoy Ensayo Hoy”, la reposición de 1997 de la obra de Rodolfo Graziano, que él había estrenado en 1983 en el Teatro Cervantes, una inmensa celebración de las artes escénicas locales en las voces de sus protagonistas. Uno años antes fue declarado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires por “sus aportes a la ciudad y los vecinos”, un honor que recibió emocionado y agradeció con su fino humor de siempre: “Después de un premio así, uno dice que se puede morir tranquilo. Yo ni pienso, pero si llegara a ocurrir ustedes están de testigos y podrán decir: fue contra su voluntad” Osvaldo Miranda fallecería el 20 de abril de 2011 en su amada Buenos Aires. Y hace diez años un quejido de bandonéon se hizo fina estampa en el Parnaso porteño.
Agradecimiento: Grandes de la Escena Nacional
Fuentes: Gallina, M. Nuestros actores. Buenos Aires: Ediciones Del Jilguero. 1999 y Osvaldo Miranda - El comediante. Buenos Aires: Editorial Corregidor. 2001; Sirven, P. Quién te ha visto y quién TV. Buenos Aires: Ediciones La Flor. 1998; Mazzaferro, A. en pagina12.com.ar
Fecha de Publicación: 14/11/2021
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