Hay escenas que asoman imborrables en nuestros recuerdos y que se van haciendo más frecuentes dentro de nuestra abrumadora cotidianeidad. Si la postal antes no provocaba toda la curiosidad apropiada, hoy la misma aparece como un imán que no evitamos cada vez que la realidad se propone hacernos sentir, ese sabor de los valores arrasados por esta inagotable fuente de asistencia tecnológica en nuestro devenir cotidiano. Una pareja está a punto de tomar un café, desayunar o pedir el almuerzo. Se supone que un encuentro con esas características debería tener un valor emocional destacado, pero a juzgar por todas las imágenes ocurridas, propone masticar con hidalguía exactamente lo contrario. Ambos están ubicados uno frente al otro, tienen sus manos inamovibles en el celular, el cuello torcido y sus miradas entregadas a la pantalla. Lo que no logró una droga sintética, una tercera persona con dotes de seducción o un estruendo en la calle de dos autos veloces chocando, ha sido un polémico mérito de la telefonía celular, divorciándolos cara a cara. Mariela Asensio entendió que la brutal disociación social merecía un espectáculo teatral y ahora el mismo ve la luz. “No me llames” se estrenó hace pocos días y es el boom teatral off del lapso invernal.
Estallando en la virtualidad
“No me llames – Breves tragedias virtuales” es una obra que protagonizan los intérpretes Vane Butera, María Figueras, Paola Luttini y Pablo Toporosi todos los viernes a las 22hs en el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636). Mariela Asensio asume en esta dinámica obra una dramaturgia y dirección muy bien calibrados, proponiendo desde el humor una reflexión contundente. La misma continúa varios minutos después de finalizada la representación, cuando aquellos que vieron la obra empiezan a tomar conciencia real que esas situaciones histriónicas sobre la muy moderna plataforma de esta sala en Almagro, son puntualmente agresivas e impiadosas polaroids que la realidad exhala cuando nos propone una forma de comunicación asfixiante cuando nos rebelamos al primer inconveniente. Las preguntas se amontonan desesperadas. ¿Qué pasa cuando las relaciones estallan en la virtualidad? ¿En qué deviene la comunicación cuando es intervenida todo el tiempo por las redes sociales? ¿Cómo se resuelve lo afectivo en la era de la inmediatez y los emoticones? Todos estos interrogantes causan frecuentes espasmos invisibles en el ánimo de los espectadores, quienes disfrutan el show pero al mismo tiempo se cuestionan hasta donde avalarán esa locura que cambió sus conductas sociales sin camino de retorno.
Una pareja discute por WhatsApp, un grupo de amigas intenta resolver la tristeza a través de las redes sociales, un matrimonio quebrado quiere ponerse de acuerdo vía Zoom y un chat de amigos busca concretar un gran encuentro presencial, del que nunca se termina sabiendo la verdadera fecha. Se trata de historias cruzadas y virtuales que navegan por los complicados laberintos de la red. ¿Acaso no está una gran mayoría de las personas presas de sus dispositivos electrónicos? Asensi busca con historias de ajustado cruce y planteos virtuales, un seductor viaje con destino totalmente incierto por los complicados laberintos de la red.
Dinámicos episodios de una tragedia en tiempo real
El espectáculo se divide en unos doce cuadros aproximadamente, entre los episodios de narración y ciertos interludios operativos con temáticas relacionadas, una propuesta que en algunos momentos apela a la música como hilván emocional de esas situaciones, una zona donde convive la obra solista de Diego Frenkel con aquél clásico de Turf “Yo no me quiero casar y usted”, pero en versiones guitarreras propias de fogón. Una pantalla arriba del escenario muy parecida a un plasma de 100 pulgadas opera como separador visual de los episodios, un índice donde los espectadores quedan pre-alertados del perfil que estos capítulos propondrán en un amplio espacio donde las sillas juegan un rol especial. Todo confluye naturalmente, con la adrenalina propia de las nuevas propuestas teatrales, dando a cada instante renovados comportamientos en este milenio plagado de flashes o bloques con duración de videoclip, obra que logra todos los viernes agotar las localidades allí en el Teatro del Pueblo, mientras la gente hace una muy extensa fila para ingresar a la sala central, de este bello sitio recuperado para la concreción de eventos teatrales.
Los intérpretes Vanesa Butera, María Figueras, Paola Luttini y Pablo Toporosi durante la casi hora y media de espectáculo desarrollan un frenético despliegue, mostrando con esta acelerada conducta, una concordancia con la velocidad de los sistemas sociales en redes y otras plataformas, dejando en claro que los modernos celulares ya parecen formar parte de sus extremidades superiores, en lugar de sus dedos.