¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónEntre los artistas que mejor supieron perfilar las virtudes, y debilidades del pueblo argentino, Niní Marshall es una enciclopedia viva magistral, insuperable en revistas, teatro, radio, cine y televisión. No por soberbia, ella que ponía a sus Cándidas y Catitas, millones de buenas vecinas, no para burlarse ni parodiarlas, sino para amarlas aún más. Incluso hacía querer a personajes intragables como Mónica de Barrio Norte, “hija de una familia que en el Arca de Noé ya tenía su propio bote” Y si subvertía el lenguaje adocenado, “la coltura es una gran cosa m´hijo”…si tiene coltura, sabe que Hipócrates no fue ningún fayuto sino un gran dotor”, educaba en la lengua popular, y en los medios masivos; algo que reconocerían las academias, tarde para Niní que sufrió censura y hostigamientos, por escritora valiente, humorista irreverente y madre independiente. Una socióloga intuitiva, una artista descomunal, Marshall, “en la caso mío, yo lo llamo “dedicación” -preguntaban a la capocómica en 1975 sobre el éxito-cuando me dicen que soy inteligente, yo contesto que no es cierto; yo no me creo en absoluto inteligente. Todo lo que hago surge de que tengo un espíritu de observación y sentido del humor”, respondía una disparatada genial, de lado de su pueblo, Niní de Argentina.
Estrella indiscutida de la Época de Oro de la radio, hasta la ridícula persecución por el “mal uso del lenguaje” de los nacionalistas golpistas del 43, y el posterior gobierno de Juan Perón (la leyenda contará que se burló de Eva Perón en una fiesta de la alta sociedad), justo ella que con sus personajes mejor representaría al movimiento popular del primer peronismo, y con una taquillera carrera cinematográfica en Latinoamérica y España, la televisión fue siempre su espina amarga. Tuvo éxitos resonantes con Pipo Mancera en los sesenta, o con los especiales de los setenta y ochenta, pero nunca pudo entender el vértigo del ritmo televisivo, la máquina de cortar chorizos, “una medio a cuya violencia Niní nunca se adaptó”, sentenciaba el escritor Leopoldo Brizuela.
Después de volver de una gira en Santiago de Chile en 1957, en donde debutaría en unipersonales, decide “actuar en televisión al comprobar su gran progreso”, comentaba Niní, que había sido tentada tres años ante sin suerte por Canal 7, el canal decano con sus pioneras transmisiones abiertas del 17 de octubre de 1951. Poco duraría, “Niní tenía muchos compromisos y la televisión la ponía muy nerviosa”, admitía Carmelo Santiago, hijo del productor y marido de Marshall de ese entonces. Aquel programa se llamaba “Philco Music Hall”, conducido por Mario Clavel, y se emitía desde el Hotel Alvear de Ayacucho y Posadas, no muy lejos del petit hotel de Marshall de la calle Guido, los jueves a las 21. Intenta tres años después con “Esas cosas de Niní” por el mismo canal, y el mismo fracaso, debido a que sus caracterizaciones precisaban un tiempo ajeno a la televisión en vivo, “¡Cómo estoy deseando el videotape!” gritaba por los pasillos del flamante edificio Alas del canal estatal, una técnica de grabación de cintas que revolucionaría el medio en los sesenta.
Pasaron seis años más y una entrevista. Nicolás Mancera la invita a su imbatible “Sábados circulares”, confiesa que le cuesta hablar como Niní, y que se siente más cómoda haciendo sus personajes, y arranca con la galería de La Niña Jovita, Doña Pola y tantas otras de un humor zafado, absurdo, lúcido, vanguardista. Pipo pide que repita su acto al sábado siguiente, en un segmento exclusivo de veinte minutos, y se convierte en lo más visto de 1966. Tan sorpresivo como su reinado radial a partir de 1937 con la irrupción de Catita en Radio El Mundo, ella que venía del humor en la gráfica con la firma de Mitzi, en columnas chimenteriles y viñetas propias -el dibujo una de sus grandes pasiones-, y de la música, bajo el nombre de Ivonne D´Arcy, resultó este triunfo en la pantalla chica a los sesenta años. Con cuarenta puntos de rating, e invitados que iban de Palito Ortega a Ringo Bonavena, cautivó a toda una nueva generación, especialmente a los cerebrales humoristas que renovarían las escena en los setenta, Antonio Gasalla, Carlos Perciavalle y Enrique Pinti.
Después de un paso en falsi en Canal 9 con “Teatralerías” junto a Antonio Carrizo, quien la secundaría en varios programas exitosos radiales, retorna al programa de Pipo Mancera en 1969, y forma un terceto demoledor con Juan Verdaguer y Gila, más breves apariciones de un joven Jorge Corona. Ese año alcanza el récord de audiencia de 2 millones de espectadores, en un programa homenaje a su amigo Luis Sandrini, pero decide tomarse una año sabático en 1970 y dedicarse a la pintura. El fenomenal éxito de “Y se nos fue redepente” en Mar del Plata en El Gallo Cojo Kabarett de 1973, la sucursal del teatro que en Buenos Aires que redefinía el café-concert, y los códigos de la comicidad, abrió un puente franco entre Niní y los talentos salvajes de una época convulsionada. Marshall presentaba en ese espectáculo, que sería luego un especial de televisión en 1979, a todos sus criaturas asistiendo a un velorio imaginario, y donde uno de sus personajes dice entreviendo al público, “los traje para que vean un muerto, porque nunca han visto, y están todos fascinados”, remataba el mismo año de la Masacre de Ezeiza y con los nubarrones de los años de plomo pisándonos los “pieses” Chapeau!, Niní. Mucho del teatro underground absurdo y visceral, urgente y político del retorno de la democracia, el Parakultural, Batato Barea, Fernando Noy y Alejandro Urdapilleta, despuntaba en esta cumbre del teatro argentino, una que desnuda la necrofilia, y la hipocresía de clases, de un país.
“Cincuenta años son suficientes. Les he dado a los argentinos lo mejor de mí: la imaginación, la creatividad en forma de seres que hablaban por ellos en su misma lengua, con sus tonitos y humores”, afirmaría en su autobiografía de 1985 a modo de despedida Marina Traveso, aunque a Niní Marshall faltaba un último paso televisivo el 16 de abril de 1987 con su admirador Gasalla, y en aquel revolucionario programa de ATC -hoy Televisión Pública, a treinta años de su debut televisivo en la misma emisora. Unos días después confirmaría al periodista Claudio España que estuvo muy nerviosa, que se la pasó a té de tilo y que la televisión le volvió a parecer “espantosa”, aunque allí surgirían nuevos discípulos en Juana Molina y Alfredo Casero. Distinto a su amado teatro, que reconocería a Marshall en grande en los noventa cuando Marilú Marini reinterpretó sus textos con arrasador éxito en París y Buenos Aires, y Norma Aleandro rindió un homenaje con “Las pequeñas patriotas” Fallecería Marina Traveso un 18 de marzo de 1996, aunque Niní Marshall nos sonríe a diario desde el panteón de la buena onda, y la gauchada, “…aas días, desde hoy una amiga más”
“¡As noches! Seré curiosa: ¿me presta el teléfono, si no es mucha molestia. Permiso. Viá llamar a mi novio…el señor Benedito Provolone, si me hace el osequio…de parte de Catalina, a sus pieses, desde hoy una amiga más…¿qué se fue al estranjero? ¿a uno cerca o al más estranjero de todos?...desde el domingo que me invitó a estrenar la camioneta que compró ¡inoro su esistencia!...se me coló toda la familia, así que en lugar de cargar solo conmigo, tuvo que cargar con el cuerpo humano de mi mamá, los cuerpos humanos de los chicos y el cuerpo humano del perro…contando el perro y la gallina, éramos diecisiete pasajeros en la camioneta…Sí, la batarasa también la llevamo, pa que se distrajiera, porque anda tan triste con la muerte de Gardel…¡Sa, con la muerte del gallo, que le pusimo Gardel, porque cantaba era la locura! Y claro, la batarasa lo estrania…Cuando el gallo falleció, ella se enfermó con una fiebre, que hasta ponía los guevos fritos…” un fragmento de una presentación radial de Niní Marshall, con el recuerdo fresco de la muerte de Morocho del Abasto en 1935. Niní definiría a su Catita, que fue impulsada por la publicidad de Tiendas La Piedad, un local precisamente para aquellas muchachas de barrio identificadas en la señorita Pizzafrola, a la típica vecina porteña, “muchachas chismosas, encantadora y meteretes…le encanta ser criticona, y al criticar dice maldades, pero es una mujer que ama la familia, muy trabajadora y solidaria” Finalmente de su creación nacida casi jugando al aire en el programa de Juan Carlos Thorry, “No me daría un utógrafo, no sea malo, yo que tanto lo amiro”, y que sería su portal al cine en “Mujeres que trabajan” -primera de sus 40 películas-, Marshall sentencia, “la expresión cabal del quiero y no puedo”, agreguemos no privativo de las chicas de barrio, sino tan argentino.
Josefina Cano regala a Marshall, ellas compartían la emisora del programa de Cándida, un perro cocker, y Niní responde en una carta, en la voz del perro, y al aire, “Hace tres días que falto de tu lado…y no te extraño nada…jamás pensé que fuera de las paredes que limitan tu jardincito y que yo contemplaba tristón a través del alambrado de mi gallinero, existiera un mundo tan extraordinario…me cargaron en auto…mi madre y la hermanita la gorda. Todos muy cariñosos…me hacían transpirar, pero como soy muy agradecido, disfrazaba mi descontento y repartía groseramente mis lambetazos. Por fin mi madre, que es muy comprensiva a pesar de ser persona…me colocó en su falda, en lo que me estiré lo que pude (la falda de mi madre no da para mucho)…me dormí hasta que llegamos a este país maravilloso en el que vivo tan feliz”, cerraba el can radiofónico. Cándida Loureiro Ramallada de López Caldeiras fue el personaje mimado de Niní, e inspirado en Francisca, una niñera y cocinera española que alentó a la pequeña María en el sueño de la actuación -en la casona de Defensa al 200, actual Museo de la Ciudad. Y Niní se lo agradeció para la eternidad con un personaje que podía pecar de ignorancia pero con el trabajo y la osadía salía a conquistar el mundo, “Vengo a este país a ganar cuarenta pesos, casa y comida. Salida los domingos”, repetía Cándida, sola con su valija, como tantas de nuestras abuelas y bisabuelas, venidas en los barcos. Trabajo y osadía como Niní Marshall.
Fuentes: Marshall, N. D´Anna, S. Mis memorias. Buenos Aires: Editorial Moreno. 1985; Etchelet, R. Niní Marshall, la biografía. Buenos Aires: Ediciones La Crujía. 2005; Narváez, P. ¡Niní está viva! Buenos Aires: Sudamericana. 2003
Fecha de Publicación: 08/06/2021
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