¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la sección“Lo importante que es aquietarse”, decía una jovial Silvia Montanari a Nacha Guevara en ATC –hoy TV Pública-, en el “Me gusta ser mujer”, 1993. Hablando de las pasiones, de las grandes, Montanari con la sinceridad que conquistó a la teleaudiencia, compartió la epifanía de una mujer madura, luminosa, adelantada. “En un momento de mucha desesperación llego a mi habitación y me pregunto qué hago, qué puerta toco, a quién pido”, recordaba cuando las posibilidades de trabajo empezaban a escasear para la actriz que deslumbró a Alfredo Alcón y, prácticamente, descubrió a Diego Torres y Florencia Peña, “Realmente dramático porque estaba con mi hijo, mi mamá, sin bastón. Y mi papá que dependía un poco de mí. Yo siempre solita (pausa). Por primera vez en mi vida, en vez de pedir a Dios allá arriba, empezé a pedir aquí adentro. A partir de ahí no te puedo contar la cantidad de milagros que ví suceder día a día”, remataba la actriz, que meses antes de fallecer tuvo un demorado homenaje de sus pares con el Premio Podestá. Con la fuerza natural que transmitía en tevé el personaje de Marisa, o la empatía de Emilia, casi tres décadas de por medio, Silvia Montanari reinaba en el podio popular. Público de a pie que la disfrutaba en el nuevo milenio a cuentagotas, en su capacidad arrolladora en drama y comedia, en teatro con Nora Carpena o José María Muscari, "Cuando una se siente triste u olvidada, sale a la calle, camina dos o tres cuadras y siempre encontrás a alguien que te dice 'cómo me acuerdo de vos', 'te extraño' o te preguntan cuándo vas a volver". Parafraseando a Pichuco Troilo, Silvia, ¿quién te puede decir que te fuiste, si siempre estás volviendo?
“Quería ser actriz, quería decir esas letras que me enseñaban. Emocionar al público, y sobre todo, hacerlos reír. Con el tiempo aprendí que era mucho más difícil que hacerlos llorar”, reconstruía los comienzos Silvia. Había nacido en Dolores el 14 de enero de 1943, provincia de Buenos Aires, creció en los salones del club de barrio en Quilmes, y pasaba sus vacaciones en Alta Gracia, Córdoba, cantando de niña en la orquesta del pueblo. Su primer pasión fue el piano, llegando a concertista mientras estudiaba arte dramático con la profesora Claudia Dessy, que dirigía el Teatro Infantil Alfonsina Storni quilmeño. “El Dios de los pájaros”, texto de la poeta, marcó su debut en las tablas. En la tevé su padrino fue Narciso Ibáñez Menta, que tras verla en un show de talentos en Canal 7, donde no ganó recitando “Remate” de Yamandú Rodríguez, la haría debutar en el prestigioso ciclo de “Cuentos para mayores”. Con 17 años.
“También se lo debo a Ibáñez Menta”, contaba la actriz a Mario Gallina en 1999 del estreno en calle Corrientes por la puerta grande del teatro, “Dolores del Río había venido a Buenos Aires a montar “El abanico de Lady Windermere” de Oscar Wilde. Todas las actrices de mi edad se postularon…”Te voy a presentar a mi ahijada artística, que es ideal para interpretar ese personaje. Y quedé. ¡Fue tan fuerte aquello para mí!...conservo un comentario que Julia Prilutzky Farny hizo sobre mi trabajo en esa obra…-dijo-”¡Qué maravillosa transformación la de esta actriz!”” A partir de aquella temprana consagración la actriz fue convocada por David Stivel de Canal 13 para cantar en los primeros ciclos de la tevé privada en manos de Goar Mestre. “Alejandro Doria me llamaba para hacer “Alta Comedia” una vez por mes. Me hacía hacer las películas de Greta Garbo", recordaría de sus mejores perfomances televisivas entre los sesenta y setenta, varias haciendo pareja con Rodolfo Bebán. De aquella década es su casamiento efímero con el guionista Abel Santa Cruz, que superado abriría la puerta a Francisco Aragón, el padre de su hijo, Rodrigo, también actor.
La fama llegaría con el suceso de la versión local de “La cruz de María Cruces” (1969), donde impactaba la composición de una mujer de cuarenta y pico cuando aún promediaba los veinte. Se afianza como actriz melodramática de telenovela con “Luz de gas” (1979) y “La sombra” (1982) y, en simultáneo, se destaca en cine componiendo la novia de Alfredo Alcón en “El Pibe Cabeza” (1975) de Leopoldo Torre Nilsson, “no quiero que suene a disculpa, pero ciertas dificultades económicas me llevaron a realizar trabajos menores en el cine”, admitía de sus irregulares y escasas apariciones en la pantalla grande.
Para los primeros ochenta Silvia era una estrella de los titulares de los medios, aunque no precisamente por sus dotes artísticas, siendo, a veces, cruelmente castigada pese a que “fui una precursora. Cuando empecé a salir con –su gran amor, el actor Darío- Grandinetti yo tenía 39 años y él 23. En ese momento, no se hablaba mucho de eso, pero es una situación que ocurre desde que el mundo es mundo. El año anterior yo me había separado y por eso acepté hacer una temporada en Mar del Plata. Fui como la soltera más codiciada. Cuando aparece Darío en mi vida, decían que había dejado a dos de 20 por una de 40, como si yo fuera un asco, una cosa desechable", rememoró alguna vez entre risas, sumando que tampoco se le perdonó reconocer una cirugía estética a los 39, de ningún modo celebrándolo, “me agarró el viejazo. No me la debí hacer. Me desfiguró”, remarcaba sin que eso sea el título-advertencia más obvio, de sentido común.
“Carlos Gandolfo ¿Ves? Ahí tenés. Un director sin prejuicios. Al que no le importó el hecho que yo había actuado en muchos teleateatros –en la pluma de los más grandes, Santa Cruz, Nené Cascallar y Alberto Migré-“, comentaba de su aclamada interpretación en 1976 en la versión de “Panorama bajo el puente” junto a Alcón en Mar del Plata, “nunca me voy a olvidar lo que me dijo la noche de estreno: “Siempre guíate por tu intuición. Escuchá tu vocecita interior que nunca te va a fallar. Todo lo tenés dentro de vos” Esa temporada gané el premio a mejor actriz compartido con Norma Aleandro”, aseveraba la actriz, que dos años después se luciría junto a Luis Brandoni en “Posdata: Tu gato ha muerto” en el Teatro Ateneo. “Los otros y nosotros” (1990) con Bebán fue un quiebre en el encasillamiento de actriz dramática, y Montanari incursionaría no solamente en las telecomedias, desde el exitoso “Son de 10” (1992-1995) a “Gasoleros” (1999), sino que si involucraría en las producciones, siendo responsable en la elección para los primeros papeles de peso de Laura Novoa, Adriana Salonia, Walter Quiroz, Virginia Innocenti, Diego Torres, Germán Palacios, Adrián Suar, Fabián Vena y varios de las actores y actrices que dominarían la Tele en los años venideros.
“Empecé a pensar que no me faltaba olfato”, admitía Montanari, que en los noventa se reconvirtió en la mamá canchera, sensual y comprensiva de las telecomedias, “todo se gestó en el living de mi casa. Mi hijo se reunía aquí con sus compañeros de secundaria. Siempre protestaban…me dije: “Claro, la juventud no tiene un espacio”…así nació “¡Socorro! 5to. Año” (1990). La primera emisión tuvo treinta y pico de puntos de rating”, acotaba la productora ejecutiva Montanari, que asistida por la hermana sicóloga Marilyn, abordó temas tabúes como el embarazo adolescente, el SIDA y las relaciones sexuales de los adolescentes; anticipando la fiebre juvenil que aún infecta la tevé. Ya frente de la pantalla se destaca como la mala, malísima de “Alén, luz de luna” (1996), “qué hermoso personaje hacía…Uno se pasa la vida tratando de ser más bueno, pero cuando tenés la posibilidad desde un personaje de hacer de una mala tan mala, se te hace agua la boca. A mí no me resultó nada difícil hacer de villana", recordaría en una entrevista en Canal 9 de aquel papel recordado en compañía de Gustavo Bermúdez y Héctor Alterio.
“Estoy más cómoda en un set de televisión que en el living de mi casa. Empecé a los 15 años y antes de tener a mi hijo Rodrigo resigné muchas cosas por mi profesión. Vivía para el trabajo, pero con su llegada, todo cambió. Yo prefería estar con él. Y eso el ambiente un poco te lo cobra”, eran algunas reflexiones de Montanari; que con el cambio de milenio, se hallaba más volcada a las clases particulares en su casa del barrio de Saavedra, y brillaba esporádicamente en teatro, como en “Los Corruptelli” (2017) de Muscari. La actriz confesaría, “Me da pena pensar que puedan pasar los años y los productores nuevos se pierdan de trabajar conmigo. Puedo vivir sin la televisión, pero la extraño. Me da felicidad. Me pone joven”. Meses antes de fallecer, el 26 de octubre de 2019, estaba preparando un unipersonal sobre su intensa vida de mujer valiente, y tenía en carpeta una obra de teatro y una serie en Netflix, revelaba a Pablo Mascareño del diario La Nación. Lamentablemente el público argentino se perdió aplaudir de pie a una de sus actrices más queridas, una mujer con la que hay que tener, y que podía cerrar una entrevista con esta intensidad, a Gallina -que en su perfil anotaba de ella este actor, periodista e investigador, “tuve la certeza de que había sido bueno haberla conocido, pero aún mucho mejor, haberla encontrado”:
“Hubo momentos en que la carrera me dio los mejores orgasmos de mi vida, los más completos. El flotar…ese placer inmenso de dar y recibir…en el ciclo de televisión que hice con Margarita Xirgu, con la Fanny de “Alén”…yo siempre di mis sentimientos, mi corazón, mi verdad. No tengo otro lugar donde poner mi emoción que no sea el trabajo…no tengo otro lugar. Suelo decir que se me nota en la piel y que hasta las llagas se me podrían ver”, cierra la descomunal Señora Actriz, Silvia Montanari.
Agradecimiento: Grandes de la Escena Nacional
Fuentes: Gallina, M. Silvia Montanari en Nuestras Actrices. Segundo Acto. Buenos Aires: Ediciones del Jilguero. 1999; Ulanovsky, C. Sirvén, P. Itkin, S. Estamos en el aire. Una historia de la televisión en Argentina. Buenos Aires: Planeta. 1999; Mascareño, P. Silvia Montanari: "La muerte de mi hermana fue muy dura y terrible" (2019) en Lanación.com.ar; “Me gusta ser mujer”: entrevista a Silvia Montanari, 1993 en Archivo Prisma. RTA.
Imágenes: Grandes de la Escena Nacional / Télam
Fecha de Publicación: 24/04/2022
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