Una convención de psicólogos en algún hotel clandestino lejos está de preguntarse que reacciones mantiene la sociedad a quince meses de un país en pandemia y las insufribles restricciones colaterales de la misma. Probablemente después del viernes, los especialistas se pregunten qué le pasa a Marcelo Tinelli, luego que el tan anunciado regreso del humor a su devaluado ciclo haya provocado poca respuesta en una audiencia que, a esta altura de las cosas, ya le tomó el tiempo a un irritado animador que sostiene la idea de apuntar la proa de su programa contra el iceberg de la realidad, muy encaprichado en que fracturará el hielo apenas lo roce. En sus dos primeras semanas, el formato que dispuso bajo el título de “La Academia”, desafortunadamente es más de lo mismo, o más puntualmente, peor de lo mismo, pero con una etiqueta diferente para generar expectativas que jamás cumplió en pantalla desde que debió presentarse a su área de trabajo. Cualquiera que haya visto a este empresario esquelino bolivarense en sus épocas de gloria-fines de los 90 y principios de los 2000-, ahora asiste desencantada ante un conductor sin reacciones ante el error, o peor aún, con respuestas que agravan el daño que viene autoinfligiéndose una y otra vez ante la sorpresa generalizada de quienes todavía prenden el televisor para mirarlo.
Lo que pasa con el animador televisivo amerita un viaje microscópico a sus pensamientos más ocultos, intentando descifrar como alguien que le puso su icónico sello a este medio de comunicación, ahora luce sin reflejos, ausente de asumir decisiones de riesgo y sin las ganas necesarias de ofrecer algo distinto después de tres décadas en pantalla. ¿Será dejadez por las restricciones pandémicas o la convicción que apelar al refrito indiscriminado de lo que alguna vez le funcionó ahora seguirá provocando el mismo efecto? Esta endeblez que signa la mayoría de sus movimientos, lo ha convertido en un superhéroe al que le entran las balas lanzadas con una gomera o donde la kryptonita de las ficciones turcas le produce un daño devastador a alguien que, en la vieja época podía tocar el violín abajo del agua sin agitar su respiración. Naturalmente nada es casual de lo que acontece en un tiempo donde su vuelta a la pantalla chica solo consiguió repercusión mediática por el grave escándalo de haber violado las restricciones que rigen para la tv, sin olvidar una bochornosa pelea de guapos de plastilina con un ministro provincial que tampoco descubrió la pólvora. Hoy el “Universo Tinelli” se regodea con un oxidado ombliguismo de su historial, creyendo sin dudas que todo está como lo dejó en su momento. ¿Habrá que sumergirlo en una profunda piscina de café caliente sin endulzar para que despierte de esta amnesia, donde en quince días dejó expuesto que lo suyo no es una querible evocación “vintage”, sino el mecanismo de usar lo que quedó sin pudrirse en la heladera, pensando en un suculento banquete que se descompone apenas recibe el calor del fuego popular? La pregunta es un gran tiburón blanco que se mantiene a distancia oliendo sangre sin consumir la estocada final.
En dos semanas de emisiones, “ShowMatch La Academia” no puso una sola idea fresca en juego y la audiencia actual, a esta altura de las circunstancias con la frenética velocidad de Clint Eastwood con su Magnum 357, no dudó un milisegundo en quitarle el cuórum a este programa que curiosamente se regodea refrotando la misma milanesa que sobró hace 30 años, con un aceite tan utilizado que parece petróleo galvanizado. Los 18.8 puntos que el programa consiguió con su debut, en un arranque con invitados y chiches varios, fue la marca de rating que ahora parecen tres Everest juntos uno arriba del otro para escalar en ojotas, una época donde cada noche el público fue migrando a otros canales, plataformas o apagados de todas estas. Sumergido en una burbuja de no evaluar reacciones, proseguir brutalmente encaprichado con dos devaluadísimos productores a los que se les venció la garantía, no parece ser la mejor forma de recuperar la confianza del televidente, que, dicho sea de paso, jamás le ha perdonado al conductor haber coqueteado con la política, el fútbol u otras actividades paralelas que culminaron con desastrosos resultados. El arribo de la pandemia, provocó a los pocos segundos una inmediata reacción en la gente alterando sus parámetros o viejas conductas, demencial transformación que obliga a pensar bien en la industria del entretenimiento que cartas jugar, porque el público siente nauseas con el pochocho recalentado en un dudoso microondas llamado “La Academia”.
El viernes 21, coincidiendo con el último día de las jornadas con restricciones medias y a punto de iniciarse las más severas, Marcelo Tinelli decidió no poner al aire el esperado contexto de humor, maniobra apropiada para revisar lo existentes y darles tiempo a todos los imitadores preparados para el desafío más aguardado por el público, si es que todavía queda gente que aguarde algo atractivo o interesante de este “ShowMatch”. Finalmente, el viernes 28 de mayo fue la fecha seleccionada para el arranque en El Trece de la jornada dedicada al humor, transmisión que tuvo varias curiosidades. El veterano conductor de “ShowMatch La Academia” compartió el pase del noticiero, instantes donde aprovechó el mínimo contacto con los conductores para aclarar ciertas cuestiones del ciclo y también para disculparse con el ministro de salud bonaerense, a quien había fustigado la semana pasada cuando el funcionario se refirió al ciclo televisivo en mala forma. Seguidamente se despidió de los insípidos animadores del panorama informativo, para poner en marcha el evento de humor. La sospecha que gira sobre esos minutos de pase compartido y después lo emitido al aire es la siguiente: ¿fue todo material grabado, incluido el falso pase con los conductores de “Telenoche”?... La ausencia del cartel arriba a la derecha en la pantalla con el término “vivo” y ciertas versiones que daban que la jornada de humor se había grabado el miércoles 26, hacen pensar que, desde la despedida del noticiero hasta el final de esta fecha humorística, todo fue lata preproducida en conjunto por la emisora del solcito.
Lo que siguió a partir de las 21:15, se recordará como uno de los momentos realmente más insalubres para la audiencia argentina en tiempos pandémicos. En una especie de corroído y devaluado flashback, se sucedieron aquellos gags que en su momento daban risa y ahora, varias décadas más tarde, sencillamente vergüenza ajena. Adrián Suar se prestó para el sketch de “el insoportable”, las panelistas de “LAM” simularon cantar con los “Taxi See Boys”, Martín Baclini compartió una cámara oculta con José María Listorti y Jorge Lanata leyó unos apuntes entre “los poetas”, una abúlica secuencia de bloques que lo que menos provocaron fue risa. Como si esto no hubiese alcanzado; Patricia Sosa y Karina La Princesita emularon a “Los Raporteros” y Freddy Villareal después aburrió a más no poder simulando voces robóticas en un peaje de estacionamiento, flojos anexos para un público naturalmente de nula exigencia. Si todo esto de alguna forma obraba en la presentación como potenciales evocaciones de un nostálgico pasado humorístico, lo que llegó después fue la estocada para que la decepción se elevase por encima de todas las desilusiones que podían vivenciarse en una situación así. Presentado con mucha alharaca y una euforia holográfica para buscar una empatía que no se reflejó en los espectadores, “ShowMatch La Academia” estrenó el reality de humor llamado “Politichef”, aludiendo al ciclo de Viacom-Telefé mixeado con los dirigentes más conocidos del país.
Con varias mesadas que replicaban las plataformas de cocina que se utilizan en el reality culinario de la competencia, fueron ingresando uno a uno los imitadores de los políticos, una farragosa secuencia sin gracia y con una decepción inesperada, puesto que ni siquiera los humoristas caracterizados como los dirigentes de los partidos lograron provocar algo parecido a la risa. La imitación del actual presidente, apenas similar en ciertos modismos de voz, chocó con una máscara donde Alberto no parecía Fernández. Lo peor no fueron esas dos situaciones, sino que Freddy Villareal lo encaró sin la preparación necesaria, un aspecto no menor, porque era un personaje clave para el ensamble de los demás actores participantes. La imitación fue pésima y sorprende de alguien que en su momento era uno de los humoristas tops del ciclo, pero en los últimos días se lo nota muy nervioso, falto de reflejos y mezclando dos personajes como ocurrió en el debut, cuando sorprendentemente mezcló a un par de ex presidentes, en un detalle que no pasó desapercibido. Las máscaras de la mayoría de los personajes estuvieron flojas y la que uso Villareal, fue probablemente una de las menos favorecidas.
La correspondiente al jefe de gobierno porteño, estaba bien en lo facial y la voz zafaba, recordando que este personaje aparecía como otros en el video de humor que tenía Jorge Lanata en el 2019, un acierto que chocó ahora con la burda y poco convincente imitación de Diego Santilli, un detalle patético para quien hizo el casting de esta recreación. La imitación del gobernador Axel Kicilof estaba bien de cara, pero floja de parlamentos y tonos vocales, la de Máximo Kirchner era la que estaba en el programa del periodista político hace dos años, pero luego llegó lo peor. La correspondiente al ex–ministro de salud nacional Ginés González García no se le parecía en nada, ni facial ni sonoramente, desilusión que llama a preguntar quién fue el inepto que recibió el encargo de producir este bloque. Los humoristas simulaban estar cocinando, pero en el medio se cruzaban las cámaras y hasta algún fotógrafo, todo demasiado desprolijo en algo que debió por estar grabado ser milimétricamente sin fallas o inconvenientes.
La recreación de la actual vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner, ya es un clásico de la humorista Fátima Flores, pero tal como suele ocurrir, la actriz ya le agregó tantos tics que ha perdido el poco parecido que en su momento la imitación tenía. Los diálogos de estos imitadores con Tinelli rozaron gran cantidad de veces lo olvidable y fue sin dudas un mal trago para el público. Simulando que cocinaban, apenas uno de ellos cortando un tomate, Marcelo Tinelli ahí sin mediar mucho más dio por finalizado el sketch de los políticos, una extraña situación que dejó al descubierto que había mucha improvisación, poca estructura armada para este tramo del nuevo ciclo y grandes baches para encarar algo medianamente hilvanado. Seguidamente, cuando al programa le restaban unos doce minutos, todavía hubo tiempo de padecer a Agustín Cachete Sierra en el bloque de “Los Jaimitos”, haciendo rimas arrumbadas, quedando para el final “El show del chiste” con varios humoristas del plantel estable y también la muy abúlica presencia de Cacho Garay que contó un cuento que probablemente solo lo haga reír a él en su casa. La muy fallida jornada humorística en El Trece todavía guardaba un supuesto as en la manga, momento donde “Pichu” en su rol de MC presentó al grupo Los Palmeras, quienes hicieron playback de manera discreta.
El debut de la jornada humorística el viernes pasado, formato que también vivenció como el ciclo en general, la idea del “rating debut” como siempre señala el prestigioso periodista Daniel Banchero, es decir una medición donde la curiosidad tiene su incidencia, marca que tal vez pueda descender ya sin el efecto del estreno de este tramo. Pero tal como muchos sospechaban, tampoco este formato le funcionó como realmente esperaba al empresario esquelino bolivarense, puesto que “ShowMatch” marcó 12.4, quedando en el tercer lugar de los ciclos más vistos, después de las novelas turcas “Doctor Milagro” (17.7) y “Fuerza de Mujer” (12.8), un perceptible esfuerzo de producción que ni siquiera generó una respuesta en guarismos de rating acorde a las expectativas en los Estudios Baires. Lo interesante ocurrió segundos después cuando llegó “Bienvenidos a bordo”, programa de la productora de Guido Kazka que mantiene enormes encontronazos con la empresa del muy veterano animador televisivo. Lo cierto es que el ciclo que empezó a las 23 horas, pareció querer mojarle la oreja a su predecesor, colocando instantes después de “ShowMatch” una gama de participantes contando…chistes, incluidos Hernán Drago y la escultural modelo Katy Rodríguez, grupo de participantes donde Alejandro Gardinetti lideraba la secuencia de bromas que parecían bastante más simpáticas que las del ciclo anterior. La pelea entre ambas productoras por la vuelta de “ShowMatch” es inocultable, algo que los formatos del viernes parecieron fogonear en un viernes difícil para el canal del solcito.
Después de un estrepitoso fracaso que acumuló dos semanas sin buenos resultados en las mediciones, enormes escándalos y conflictos varios, también el programa del viernes que estuvo dedicado al humor, dejó perlas muy fuertes en la complicada situación que vive el animador televisivo dedicado últimamente al fútbol y la política. Marcelo Tinelli en todos estos años vio como algunos de sus humoristas debían buscarse nuevo trabajo, ante ese brutal monopolio del “Bailando” durante varias temporadas. En la esperadísima vuelta de “ShowMatch”, las ausencias pesaron mucho, muchísimo para la estructura, tal los casos de “Campi” (actualmente los mediodías con Florencia Peña en Viacom Telefé), Toti Ciliberto(casualmente de humorista invitado en lo de Guido Kazka y otros ciclos),Pablo Granados(desistió respetuosamente de participar de este retorno), Fena Della Maggiora (abocado a la música y otros proyectos)y naturalmente el magistral Leo Rosenwassser, fallecido en febrero de 2017, quienes en su momento eran pilares de una estructura que, el viernes pasado mostró mucha debilidad y falta de consistencia para afrontar este desafío en un tiempo complicado. Se los extraño muchísimo en un formato, donde la insistencia por figuras sin carisma y soberbia impresentable, cual Cachete Sierra, no le vienen dando al ciclo del “Cabezón” los resultados de otras épocas. Demasiadas bajas en el equipo de humor, para un programa que se jactaba en su momento de contar con ellos.
Absolutamente encaprichado en no producir nada nuevo y con un empecinamiento terapéutico en refractar todo lo viejo que signó sus buenas épocas, lo de Marcelo Tinelli en esta vuelta a la pantalla chica abroquela varias características de un suicidio asistido, donde sus productores y colaboradores parecieran darle consentimiento a esta desgastante postura de refritar una y otra vez sin medir las consecuencias. No existe ninguna señal sobre futuros cambios o modificaciones, propia de los técnicos que se empecinan en morir con la suya, tiempos donde el cambio emocional de la audiencia ha signado otra respuesta en la televisión, reaccionado de manera muy diferente ante cosas que antes aprobaba sin cavilaciones. El tiempo dirá hacia donde se encamina un inicio donde el legendario empresario y animador, muy talentoso en el pasado, parece ahora un deforme fantasma de sí mismo, sin reacciones, reflejos o análisis para establecer algo en estos días que le devuelva la sonrisa a él y de rebote a su limitada audiencia actual.
Fotos Showmatch La Academia: Prensa Productora LaFlia
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