Quienes la conocieron dicen que lo que provocaba desde la pantalla era difícil de explicar. Sensualidad, misterio, intriga. Dicen que era distinta a todas: alta, delgada, con voz grave y una mirada que dejaba a cualquiera sin aliento. Mecha Ortiz generó intriga desde la pantalla y también desde su vida privada, de la que nunca se supo demasiado.
Nació un 24 de septiembre de 1900, cuando el siglo recién se inauguraba. Su debut en la pantalla grande fue a sus 37 años, lo que para esa época era una mujer madura. Sin embargo, se convirtió en una femme fatale a la que muchos comparaban con la mismísima Greta Garbo. Fue, también, venerada por el círculo gay de la época, quienes la consideraban un ícono.
Sus trabajos más reconocidos
Realizó alrededor de 40 películas en su carrera, con un debut en un clásico de clásicos: Los muchachos de antes no usaban gomina (1937), de Manuel Romero, donde interpretó a la Rubia Mireya. Otros títulos de su historia son Mujeres que trabajan (1938); Con las alas rotas (1938); Safo, historia de una pasión (1943), que fue el primer film erótico argentino prohibido para menores; El canto del cisne (1945); Una mujer sin importancia (1945); Las tres ratas (1946) y Madame Bovary (1947). En 1966 actuó en Las locas del conventillo, junto a Analía Gadé, Alberto de Mendoza y Olinda Bozán. Luego, freno sus participaciones durante diez años, hasta 1976, cuando participó en Los muchachos de antes no usaban arsénico, junto con Arturo García Buhr, Mario Soffici, Bárbara Mujica y Narciso Ibáñez Menta; y en Boquitas pintadas y Piedra libre, ambas de Leopoldo Torre Nilsson, junto a Marilina Ross y Luisina Brando.
En teatro también tuvo una carrera destacada. Algunas de sus obras más importantes: La señora Ana luce sus medallas, Un tranvía llamado Deseo, La cama, La esposa constante, Así es la vida, El caballo desmayado (con un joven Miguel Ángel Solá) y El proceso de Mary Duggan (dirigida por Daniel Tinayre). En la década de 1970, trabajó con Eduardo Bergara Leumann en Setenta pecados siete y en 100 jóvenes años, parodiándose a sí misma, junto a Jorge Luz, Tania y Gloria Montes.
En televisión, participó de telenovelas como Estrellita, esa pobre campesina, Rolando Rivas, taxista, Invitación a Jamaica, Aventura 77, Navidad en el año 2000 y El organito, de los hermanos Discépolo.
Una vida misteriosa
Existe un rumor que afirma que su debut tardío en la profesión estuvo vinculado con un accidente que sufrió su marido y padre de su único hijo, Julián Ortiz, un productor agropecuario vinculado con la oligarquía terrateniente, que fue familiar directo del presidente de facto Roberto M. Ortiz. Al parecer, Julián quedó parapléjico luego de un accidente montando a caballo, y fue entonces cuando Mecha decidió dedicarse a la actuación. Su marido murió cuando ella estaba en el apogeo de su carrera. Sin embargo, nunca volvió a casarse ni se le conocieron otros romances.
Mecha Ortiz falleció el 20 de octubre de 1987. Su velorio se realizó en el teatro Cervantes, y también allí hubo un episodio que la rodea de misterio aun después de haber dejado este mundo. Dicen que un señor mayor de barba blanca se acercó a su féretro con un manojo de rosas rojas que depositó sobre su cuerpo. Luego, desapareció sin decir nada. La teoría sobre el extraño visitante afirma que, con esas flores rojas, el hombre estaba agradeciendo las donaciones que Mecha había realizado durante muchos años al Partido Comunista. Nunca nadie pudo confirmar si eso fue cierto.
Mecha Ortiz es considerada una de las más grandes figuras de la época de oro del cine argentino. Una diva con todas las letras, algo olvidada en la actualidad. Desde aquí, la recordamos como una de nuestras grandes actrices.
Licenciada en Comunicación Social y correctora. Nacida y criada en el oeste del conurbano bonaerense. Sagitariana, vegetariana, crossfitera y viajera. Estoy convencida de que, con las palabras, podemos hacer magia. Pasen y lean.