Los primeros días de la televisión argentina tuvieron pioneros inesperados. Como Juan Manuel “Globo” Fontanals, uno de los primeros grandes directores de cámara, que fue por un bolo de actor al Palacio Alvear, estudios de LR3 Radio Belgrano TV, y terminó de camarógrafo a los dieciséis años. Otro fue Juan José Riva, que por una amistad con Jorge “Toti” Agromayor, a los diecinueve años concurre al departamento de César Guerrico, pionero de la radio y el cine, porque estaban buscando un técnico, y apenas traspasa la puerta, le preguntan qué “sabía hacer” Al otro día estaba recibiendo instrucción acelerada, este joven radioaficionado, porque los jefes querían inaugurar un nuevo juguete tecnológico, algunos dicen, a pedido de Eva Perón. La fecha señalada era el 17 de octubre de 1951, sexto aniversario del Día de la Lealtad Peronista, y que sería de las últimas apariciones en público de la Abanderada de los Humildes. Pocos habrán reparado que en uno de los pisos del Banco Nación, Enrique Telémaco Susini, aquel Loco de la Azotea, precursor de la radio, dirigía la primera transmisión pública de la televisión nacional. Así nacía el medio más popular del siglo XX, que puede variar en soportes o dispositivos, y sigue siendo el chupete electrónico preferido. Entre el grupo de técnicos de la emisión fundacional, aquella fría y lluviosa jornada, estaba Riva. Con casi 90 años este ingeniero en comunicaciones es el último que puede contar no solamente el día histórico de fuente presencial, sino el primer directo desde un estadio de fútbol, y cómo una mosca terminó con su promisoria carrera en Canal 7.
Periodista: ¿Cómo llega a participar de la primera transmisión de la televisión argentina?
Juan José Riva: En agosto de 1951, con 19 años, terminado el segundo ciclo de enseñanza, con una vocación naciente en la electrónica y mi licencia de Radioaficionado LU1AAX, ingreso a LR3 Radio Belgrano, en el antiguo Ministerio de Obras Públicas -MOP- para empezar a trabajar de cámara de un medio desconocido, tanto para mí como para mis jefes y compañeros, la televisión. Todo arranca apenas unos meses antes, que sin mérito alguno ni curriculum, por recomendación del doctor Guerrico y debido a la amistad que me unía con Toti Agromayor, pariente virtual de Guerrico. Tanta familiaridad había entre ellos que el doctor nos atendió en calzoncillos en el departamento y nos preguntó que sabíamos, hacer sin recibir respuesta. Así nos manda a una breve instrucción, que incluía prácticas nocturnas en LR4 Radio Splendid de la calle Uruguay. Y de ahí directo al piso 22 del edificio de la 9 de Julio.
P: ¿Y entonces?
JJR: Hacia finales de julio 51 empecé a manejar la cámara, en el improvisado estudio debajo de la Planta Transmisora, en donde ahora está el transmisor de Canal 9. Las dos cámaras instaladas por ingenieros norteamericanos, y el control de las mismas, como también el switcher y sus fuentes de alimentación junto a la consola de audio, estaban todo en el mismo ambiente, que además servía de set de televisión. Había que hablar en voz baja porque si no salías al aire (risas)
P: Perdón, ¿había televidentes?
JJR: Los pocos ricos que tenían un aparato receptor que valía tanto como un automóvil, y que Jaime Yankelevich comenzaba a importar. Eran los Capehart de Standard General Electric de USA, que también suministraba nuestros equipos y una rudimentaria capacitación. Y que mientras nos enseñaban a las apuradas iban haciendo ajustes al aire, entre agosto y septiembre, por lo cual emitíamos constantemente señales de prueba. Antes de octubre debutarían en TV Adolfo “Fito” Salinas, Jaime Más y Leopoldo Brizuela Méndez, y también conjuntos de folklore que eran exclusividad de Radio Belgrano. Hasta que los primeros días de octubre de 1951 recibimos la directiva de desmontar, no había más televisión que lo que teníamos en esa salita, y preparar los fierros para el acto del 17 de octubre.
P: ¿Qué recuerda de la fecha oficial de nacimiento de la TV Nacional?
JJR: Una semana antes del 17 de octubre estábamos trasladando los equipos a la sala de la Secretaría del Directorio del Banco Nación, cuyo balcón daba a la Plaza de Mayo y Casa Rosada. Comenzaba otro obstáculo a superar, el enlace por microondas del programa de TV a la Planta Transmisora. En esa oportunidad se utilizó el equipamiento traído con el transmisor y sus periféricos, consistente en un radioenlace RCA de medio watt que se instaló en la cornisa del Banco Nación. Con alambre atamos aquel equipo que inauguró la televisión argentina.
Así pasaron las horas haciendo tomas de la Plaza de Mayo, sus transeúntes y palomas, esperando el dichoso día de transmitir, que pasó inadvertido para el 99% de los argentinos. Al día siguiente nos tocó desarmar y trasladar los equipos al Palacio Alvear de Posadas y Ayacucho, el auditorio de Radio Belgrano, en donde todavía no estaban terminados los estudios.
P: ¿Quiénes lo acompañaron en ese improvisado móvil de exteriores?
JJR: Los técnicos u operadores que estaban conmigo eran Agromayor, Eduardo Celasco, el técnico Pérez de Radio Belgrano, a cargo de las líneas telefónicas de enlace, Caniggia, técnico en microondas, Gonzalo Flores, operador de sonido, y Alejandro Spataro, que era el jefe técnico de la Planta Transmisora. Del último no recuerdo si estaba en el Banco o en el MOP, al igual que los locutores Fito Salinas y Brizuela Méndez. Todos estábamos a las órdenes de Susini, que luego sería el director artístico del Canal 7. Y pasó la plana mayor de Radio Belgrano, tampoco recuerdo si antes o durante la transmisión, con Don Yankelevich a la cabeza, Ignacio de María, el director artístico de la radio, Max Koeble, el director técnico del canal, el ingeniero Ballantine, el representante de la General Electric, y el doctor Guerrico.
Un palacio para la TV argentina, el Alvear Palace Hotel
P: ¿Cómo fueron las primeras semanas en los estudios de Radio Belgrano de La Recoleta, a unas cuadras del actual Canal 7, Televisión Pública?
JJR: Las transmisiones no tenían horario ni días cuando arrancamos los programas los primeros días de noviembre del 51. Inicialmente fueron dos cámaras las que brindaban algo parecido a lo que se había transmitido al MOP, luego llegó una tercera cámara que se utilizaba en el programa y para tomar la película. Estos telecine primitivos eran unos proyectores de film, uno de 35 mm y otro de 16 mm, que convergían en un cajón rectangular, en un juego de espejos y un vidrio esmerilado que oficiaba de pantalla, sobre el que tomaba la cámara tres.
P: Supongo que pasaban situaciones hoy graciosas por la precariedad y la emoción de avanzar en un mundo inexplorado de la TV….
JJR:…claro! Recuerdo una muy graciosa protagonizada por el cámara Celasco y un primer bailarín del Teatro Colón. Se estaba inaugurando el Dolly para la cámara 2, ya que las otras tenían el trípode con ruedas, y el doctor Susini, el director artístico del canal, intentaba dirigir desde el piso, sin ver lo que tomaban las cámaras. En un momento del espectáculo, Susini ordena que el Dolly avance para tomar un primer plano del bailarín ignorando que el artista estaba a escasos metros del carro de cámara. Tras ser embestido por el Dolly, se escuchaban las puteadas de Celasco, quien seguía la imagen de la cámara, preguntando dónde estaba el bailarín, todo al aire, por supuesto.
P: Me adelantaba que también estuvo en la televisación del primer partido de fútbol, San Lorenzo-River, el 18 de noviembre de 1951.
JJR: Fue una experiencia realmente increíble. Primero porque no existía camión de exteriores y metimos casi todos los equipos que usábamos en el Palacio Alvear, cámaras, controles, fuentes, lentes, switcher y el resto, en la camioneta Crosscountry de Yankelevich. Y lo que no entró, en otro camión ¡Era casi el canal completo!
Y fue tan aventurado que casi dejo mi existencia esa mañana en el Viejo Gasómetro de avenida La Plata. Para instalar el enlace de microondas había que buscar visión directa con el MOP, transportando los elementos cada uno una parte, y a mí me tocó la guía de onda del equipo. En un momento determinado, mientras caminábamos por un muro al final de las cabinas de transmisión de radio del estadio, perdí el equilibrio y caí sobre un techo de fibrocemento que se perforó quedando bajo mis pies veinte metros más de vacío para caer. Dios evidentemente no tenía programado mi final y fue así que quedé colgado de una viga de madera arqueada por mi peso, que me salvó la vida. Fueron mis compañeros minutos más tarde con un cable de cámara que me subieron, que no solamente soportaba mi peso sino el de la guía de onda. Que no solté.
P: ¿Se iba equipando el canal 7 con el correr de los meses?
JJR: En febrero de 1952 llegó el camión de exteriores de USA y pasé a funciones técnicas dentro del canal. Con un nuevo técnico, Schiapacase, otro cámara, el técnico Abella, y un técnico de Radio Belgrano, Ferrari, emprendimos la tarea de poner en funcionamiento el camión de exteriores, que a las semanas ya funcionaba estacionado en la calle Posadas. Era toda una novedad esos primeros reportajes a los transeúntes. Ya para ese momento había un poco más de orden en los horarios, que se parecían a los del cine, con una matiné de 17 a 19 para niños y señoras, y una noche que iba de 21 a 24, terminando generalmente con una película.
La primera cobertura trascendental: el fallecimiento de Eva Perón
P: ¿Cómo se cubrió el primer gran hecho que le tocó ocupar a la TV, el fallecimiento de Eva Perón el 26 de julio de 1952?
JJR: La muerte de Eva Perón trajo sus problemas y en esa época el ingeniero Koeble, gerente técnico, me había confiada la responsabilidad del final de la transmisión a partir de las 20. La transmisión de radiodifusión estaba fuertemente controlada por la Central Telefónica de Cuyo, por las que tenían que pasar todas las emisoras de Buenos Aires antes de llegar a sus plantas transmisoras, por lo que el audio de la TV estaba incluído en la norma del gobierno. Ese día, cuando nos avisan desde la Central de la cadena nacional que anunciaba el fallecimiento, preparamos un dispositivo con una imagen fija de ella y una franja negra superior. Pasó el anuncio famoso radial por la televisión, el de “a las 20.25 ha fallecido Eva Perón, jefa espiritual de la Nación”, y vamos con música sacra. Así sería por una semana que no hubo programas, sólo la imagen y la música. Antes de terminar la transmisión de aquel día de julio, se filtró una mosca en el pasaplacas, deteniéndose sobre la imagen de la señora y provocando un gran revuelo entre los directivos del canal. Y sospechas sobre mi persona. Fue el principio del fin de mi trabajo en LR3 Radio Belgrano TV. En diciembre me quedé sin trabajo.
P: ¿Continuó ligado a la televisión?
JJR: Recién en 1960 vuelvo a trabajar de jefe técnico en Canal 9, en el cual asistí a importantes programas como “Yo y un millón”, “El fantasma de la ópera” y la primera transmisión internacional con el campeonato sudamericano de fútbol Montevideo. Pero ya estaba absorbido por el trabajo en RCA Victor Argentina, en la división televisión, y mi empresa privada, que estaba más orientada a las comunicaciones. Igual me acuerdo de los pocos del MOP, lo que teníamos a mano, la indiferencia general, y aún no puedo creer que fui uno de los contados precursores de un medio que tanto quieren los argentinos.
Periodista y productor especializado en cultura y espectáculos. Colabora desde hace más de 25 años con medios nacionales en gráfica, audiovisuales e internet. Además trabaja produciendo Contenidos en áreas de cultura nacionales y municipales. Ha dictado talleres y cursos de periodismo cultural en instituciones públicas y privadas.