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Hugo del Carril x Hugo del Carril. Una biografía comentada

Uno de los artistas argentinos que marcó a su pueblo con un acercamiento original a los temas sociales, en música y cine, y que ahora recibe la esencial revalorización. Hugo del Carril en marcha.

Un fantasma recorre la cultura argentina. Se llama Hugo del Carril. Varias son las generaciones de cantores populares, en tango y folklore, que recuperan su estilo varonil y trágico. En cine, del Carril casi inventa el cine de autor en momentos que se intentaba copiar el foráneo star system. En simultáneo al adorado e insípido Cine del Teléfono Blanco, el director de “Las aguas bajan turbias” y “La Quintrala, doña Catalina de los Ríos y Lisperguer”, dos joyas imperecederas del séptimo arte, proyecta un estilo personal y popular que formaría el ojo de Leonardo Favio. Perseguido luego por peronistas, a quienes legó la voz inoxidable de “La marcha peronista”, y antiperonistas, muchos colegas a quien dio trabajo sin preguntar de dónde venían ni a dónde iban. Hugo del Carril acabaría su carrera, su vida, cantando tangos en pequeños reductos, no muy lejanos a los que empezó en los treinta. En palabras de Jorge Göttling, “nada de lo de Hugo fue fraude, simulación o mentira: actúo en la vida como en el celuloide, vivió como lo que difundió su repertorio tanguero, en lo que estaba marcada a fuego la cadena de valores que da el barrio, y demarca eso que se llama, simplemente, hombría”. Sumando al gran periodista Göttling, simplemente en del Carril, solidaridad y hermandad.

“Flores es un barrio del que tengo los mejores recuerdos y del que conservo aún mi típica barra de amigos”, señalaba el artista nacido Piero Bruno Hugo Fontana, el 30 de noviembre de 1912, y en el diario El Mundo en 1966, “a través de ellos revivo a menudo esos aventureros viajes por la azotea de mi viejo barrio donde solíamos reunirnos para robar la fruta de nuestros vecinos. En esa lejana época se comenzó a desarrollar lo que luego sería mi actividad de toda la vida: el canto. Ya a los tres años, practicaba en el humilde escenario de la cocina de mi casa, balbuceando torpemente el tango “Carasucia” que me había enseñado, con santa paciencia, una mujer que teníamos a nuestro servicio… y fue lo primero que canté castellano”, recordaría de aquellos años con padres italianos separados, un abuelo anarquista, y la crianza en Francia con amigos de la familia. La infancia también tallaría con el encuentro del ídolo máximo de Hugo, “Yo tenía 9 años y Carlos Gardel me apasionaba. En aquel entonces era muy común proyectar una película como fin de fiesta. Yo soy de orígenes muy humildes y no tenía recursos para ver películas, por eso me quedé en el hall del cine, solo. Yo quería ver a Gardel, y cuando finaliza la película él dice, “¿Qué hacés vos acá?”. “Nada, yo estaba esperando a ver si lo podía escuchar cantar”, y me sorprende, “Y bueno y entrá”. “No tengo entrada” contesto compungido, a lo que Gardel me empuja con un “¡Pero dejate de pavadas!””, enmarca la anécdota del Carril, que fue Gardel en la película “La vida de Carlos Gardel” (1939)

“No hay carrera semejante

A fines de esa década del treinta, quien había comenzado cantando en prostíbulos de Mataderos a los 13 y debutando a los 17 en Radio Bernotti, mientras estudiaba taquigrafía en el Nacional Mariano Moreno de Almagro, era la estrella del espectáculo mejor paga junto Luis Sandrini. El espaldarazo que significó “Los muchachos de antes usaban gomina” (1937) junto al capocómico Florencio Parravicini no hizo más que encumbrar a del Carril;  que cambió al apellido artístico a sugerencia de un compañero cantor Roberto Acuña en 1933 (significativamente se hacía llamar del Carril antes Hugo Riobo, casi como barrio en lunfardo)

Cantaba Hugo del Carril incesantemente en cines, teatros y radios sus versiones bien sentidas de “El porteñito”, “Tiempos viejos” y “Nostalgias”, éxitos en el éter y vinilos. En 1941 incorpora recitando a un joven Julián Centeya en las grabaciones, “este mundo pequeño y grande, que cabe en un corazón y desborda los límites ciudadanos, pertenece Hugo del Carril. Muchacho de barrio que, sin olvidar jamás su cuna, paseó su arte por el mundo entero”, reflejando el suceso del artista, en la música y cine, también en México y España.

“Después imprevistamente decide dirigir y en el año 1949 hace una película, “Historia del 900”, su ópera prima, que es extraordinaria. No hay carrera semejante”, comenta el especialista Fernando Martín Peña a Felipe Pigna, “El tipo era buen cantante, buen actor, buen director. Todo hacía. Y además resulta ser uno de los tipos más honestos, no solo ideológicamente, sino en todo sentido, que ha tenido el espectáculo argentino. Yo hice en mi vida cientos de entrevistas. Jamás encontré una sola persona que me dijera nada malo sobre él. Solo admiración. La gente que trabajó con él siempre lo recuerda con afecto. Y una de las anécdotas más divertidas, creo, que es  cuando se transforma en un símbolo del peronismo. Por la marchita –“La marcha peronista” entonada por primera vez en 1948 por del Carril, doblegando la resistencia del entorno más obsecuente del presidente Perón y Evita- y por su militancia, fue en cana, de manera totalmente injusta después del ’55. Estuvo creo que dos meses en la cárcel de Las Heras. El tipo todas las mañanas se levantaba, se lavaba la cara, se asomaba a la reja de la celda donde estaba, y se ponía a cantar la marchita, con lo cual cantaba todo el penal. No era él solo; cantaban todos. Yo creo que lo dejaron [libre] por eso; para que dejara de romper… Pero es fantástica la coherencia del tipo, la integridad”, recordaba del artista que fue uno de los bastiones ideológicos del peronismo histórico y, sin embargo, fue censurado y silenciado dos años por “Las aguas bajan turbias”, debido a que la novela original “El río oscuro” era del comunista Alfredo Varela -en ese momento preso por el régimen, y liberado a pedido de del Carril, al propio Perón.

Don Hugo que solía repetir, “soy una persona incapaz del odio, pero no me siento indiferente a la injusticia humana” Reflexiona el crítico José Mahieu de la película que revolucionó el cine latinoamericano, “-en “Las aguas bajan turbias”- la crueldad y la miseria son predominantemente humanas, lo mismo que la rebelión que lleva a los mensúes -peones del Litoral sudamericano- a levantarse ante la injusticia, en una acción colectiva y no puramente individual… una posición tangible entre el hombre y una realidad modificable, injusta pero perfectible”, horizonte que acompañaría desde allí el cine social con Favio, Pino Solanas y muchos más realizadores del Continente.  

“Volvía para irme”

Comenzando el rodaje de “Más allá del olvido” (1956), el director es acusado de contrabando de películas, encarcelado en la Penitenciaría Nacional -actual Plaza Las Heras-, y sobreseído por falta de pruebas. “Desde el 55´ tengo todo los caminos bloqueados”, comentaría en 1983 al diario La Nación, a meses el retorno de la democracia, ya hacía diez años que había vuelto de México pero vivía en un exilio interior, solo remediado con mitológicas actuaciones en la tanguería Caño 14 de San Telmo, “muchas de mis aspiraciones artísticas fueron envejeciendo conmigo sin poder concretarse nunca. No puedo hacer cine, no puedo hacer televisión; fui marginado. Y para el intérprete de la televisión, del cine, todo medio de difusión significa la única posibilidad de permanecer en la memoria del público y de captar nuevas adhesiones. Así, para seguir trabajando, tuve que irme del país. Recorrido de ese modo toda América, me iba un par de meses y volví a casa, y volvía para irme”, graficaba con tristeza cada vez que abandonaba el hogar y a la madre de sus cuatro hijos, Violeta Curtois. Sus vueltas ocurrían espaciadas para integrar un antológico dúo con Tita Merello en el escenario y cine, “Amorina” (1961), y aparecer en tevé, del Carril resultó el primer conductor de “Grandes Valores del Tango” (1967) En 1975 dirige la última película, “Yo maté a Facundo” con Federico Luppi.

Dos años antes tuvo un fugaz paso en el Instituto de Cinematografía con otra gloria del cine argentino, Mario Soffici, renunciando por “incompatibilidad" con su actividad artística. Por entonces soñaba una biopic, nunca concretada, de su amiga Evita. “Para mí, siempre fue motivo de inquietud el bienestar común, y mi ambición más grande es que en mi país no haya necesitados ni pobres; esto lo he traducido en varias de mis películas planteándolo come un problema, evitando dar soluciones porque creo que las soluciones no podemos proporcionarlas los directores de cine. Estas, por supuesto, deben darlas los gobiernos. Eso sí, pienso que los directores, como dije, deben exponer los problemas que están vigentes o que han existido”, defendía el director de 50 películas, a mediados de los setenta, ante Roberto Alifano de la revista Siete Días.

“¿Quién va a estar con el pueblo?”

“Estoy convencido de que el artista está obligado a pronunciarse políticamente, en especial si sigue la corriente popular, como la gente de cine, la radio, la televisión y lógicamente el teatro, porque si todos esos no están del lado del pueblo, ¿quién va a estar? Cuando un artista tiene algún determinado nivel de fama contraerá obligación de jugarse por toda esa gente que lo ha llevado al éxito, es decir el pueblo al que dirige su mensaje”, confesaba al diario La Voz en 1985. Para mediados de los ochenta continuaba de gira en gira para “pagar la olla”, con sus antecedentes cardíacos que se remontaban a los cincuenta, y comienza a recibir tardíos reconocimientos impulsados por dirigentes radicales. En 1986 es nombrado Ciudadano ilustre de la Ciudad de Buenos Aires en un acto en el Teatro Presidente Alvear, con la presencia de su adversaria política pero amiga de la vida, Libertad Lamarque. Haciendo temporada en Mar del Plata sufre un infarto de miocardio en 1988 y, a los pocos meses, se le rinde homenaje en el Luna Park. En una entrevista, poco antes de fallecer el 13 de agosto de 1989, en el diario Clarín hizo un balance Hugo del Carril de una trayectoria intachable, de firmes convicciones que no se rompían, “todo lo que hice fue con buena intención. Si las cosas me salieron bien o mal, no lo sé. Pero sí sé que siempre me entregué con alma y mi vida, a lo que quería”, arremetía el artista que vivió, creó, gozó y sufrió “actuando para el pueblo, yo no creo en un arte de minorías”

“El ilustre Hugo fue una cosa linda que le pasó los argentinos. Amado por coincidencias y respetado por sus adversarios. Paladín de la conducta y la decencia… tomaba la vida con pasión y mantuvo su convicciones pagando por ello precios desorbitados… tampoco buscó terminar con dinero. Que ganaba en cantidad, sí, pero que compartió con sus entornos en la sabiduría que no hay plata que pueda dar plata a quién lo necesita” Hugo del Carril, el Primer Trabajador.

 

Fuentes: Calzón Flores, F. Kozak, D. (ed) Más allá de la estrella. Nuevas miradas sobre Hugo del Carril. Buenos Aires: Autoría Editorial. 2021; AAVV Hugo del Carril.Tango de Colección. Buenos Aires: Clarín. 2010; García Olivieri, R. Cine Argentino. Crónica de cien años. Buenos Aires: Manrique Zago Editores. 1997

ImágenesGrandes de la Escena Nacional / Ministerio de Cultura

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