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El Dogma. El paraíso nunca fue encantador

Luego de décadas vuelven escucharse voces en idish en una sala porteña. La renovadora propuesta de Daniel Teveles, rescatando historias y vidas de 1919, se mete en eso que no se nombra pero que lastima. Todavía.

Se escuchan tumulto a lo lejos, tragedias de cerca. Desde la Europa de las revoluciones rojas acompañamos en “El Dogma. La Ilusión del paraíso” la travesía de Yanke, Jacobo, que vino a hacerse la América con Sara, una ex prostituta. Y no solamente pretendían fortuna sino respeto, tradición, Dios. La arriesgada adaptación de la polémica pieza “El Dios de la Venganza” de 1906 tiene mucho todavía que decirnos desde el original en idish. Los fundamentalismos, el machismo, la corrupción, antisemitismo, el maldito desamparo, son algunas de las varas que golpean los cuerpos frágiles en escena, igual a las que golpeaban a las mujeres que fueron prostituídas por la nefasta Tzwi Migdal. Aquella gigantesca red de trata de personas, que transformaron a Buenos Aires en el burdel de Sudamérica en 1920, y que cayó tanto por el repudio de la misma comunidad judía como por el valor de una mujer, Raquel Liberman. En la adaptación de Teveles, director de la celebrada “Casta Diva. María Callas”, la mujeres son las que rompen el cerco y los pactos de caballeros.

“El Dogma es mi homenaje al desaparecido teatro idish, en el cual crecí. La obra está basada en el “El Dios de la Venganza” (Der got fun Nekome) escrita por el candidato al Nobel, Sholem Asch. La mandé a traducir, debido a que nunca se presentó en español – fue estrenada en Buenos Aires en 1922 en idish- y la recreé. El conflicto se ubica en Buenos Aires, en la primera presidencia de -Hipólito- Yrigoyen, durante La Semana Trágica (1919). Toca varias temáticas interesantes, entre ellas el Dogma, lo irreflexivo. Cumplir con el mismo, es humanamente imposible. Lo dogmático, ya sea religioso o político, responde a una serie de intereses, son instructivos construidos a partir de los últimos, a veces hasta el fanatismo. Si bien los personajes están dentro del mundo judío religioso, se pueden encontrar en diferentes espacios sociales, políticos. La hipocresía de lo dogmático y la doble moral, se puede ver en diversos ámbitos”, comenta el director que en una anterior realización, “El banco”, ya cuestionaba la hipocresía y el no te metás.

“Yankel- el protagonista- tiene miedo a no ser aceptado, a ser considerando hereje. Busca la redención, con la ilusión del Paraíso, de ser eximido de sus propios pecados. Sin embargo, se autoengaña, no hay certezas, sino consuelo. Es más fácil la ilusión, que hacerse cargo de sus propios males y pasiones. Lo bello de la historia es que los personajes son humanos, son contradictorios. Dentro del Dogma, se ponen en duda su fe, dando cuenta que lo “puro” e “impuro” se mezclan”, cierra Teveles, que consigue junto a Edgardo Ocampo Orozco y Tamara Olivencia resolver escenográficamente los dos planos en los cuales “El Dogma” realiza su baile de muerte y vida. Y al fin, Libertad.

Yanke/Jacobo es interpretado por Charley Rappaport, en una profunda personificación de un devoto religioso y a la vez proxeneta, seguido sólidamente por Gaby Barrios como Sara, y un ajustado elenco en los que se destacan Marian Hansen, la soñadora Hilda, y Carlos Benincasa, en el rol de acomodaticio Rabino Elie.

“Jacobo es un personaje de hace cien años que cuenta un historia muy poco conocida, incluso entre los mismos judíos. Hubo que correr el velo en la comunidad judía porque existe mucha vergüenza por el encubrimiento de estos rufianes. Mostrarlo y contarlo, además, te hace dar cuenta que sigue lamentablemente existiendo. Y no es una vergüenza de una sola comunidad. El vejamen de las personas indefensas, la trata de mujeres y los dogmatismos persisten increíblemente imponiendo conductas. Más que nunca creo que debemos hoy hablar de los temas universales que plantea “El Dogma””,comenta Rappaport de la pieza que se presenta todos los jueves a las 20.30 en CPM Multiescena, avenida Corrientes 1764.

Periodista: Ambientada “El Dogma” en el seno de una típica familia judía del diez, y recorriendo cuestiones inherentes a la cultura hebrea, ¿puede ser universal?

Charley Rappaport: Cierto, lo que se cuenta ocurre en el seno de una familia judía de principios de siglo XX. Pero lo que se narra es universal, ya que se podía ver en el interior de la familia italiana de “El Padrino”, o en la serie “Los Soprano”. Y hubo acá mafias rusas, italianas y judías. Lo que pasó en Argentina, insólitamente, es que la comunidad judía se encargó de denunciar y expulsar a los rufianes. Por eso se hizo famosa la triste historia de la Tzwi Migdal que se construyó su propia sinagoga, sus propios teatros, hasta su propio cementerio, debido al rechazo de su misma gente -lo del cementerio lo contamos brevemente y se encuentra en Avellaneda, llamado el cementerio de los rufianes, muy poco conocido- Pero los reflejos universales de la pieza, las enseñanzas, transcienden la idiosincrasia o las costumbres judías.

 

Vuelve el Teatro en Idish con aroma de mujer

P: Teniendo en cuenta la importancia en el espectáculo nacional, no siempre reconocida, del teatro en idish entre 1890 y 1950, ¿quisieron realizar un acto de homenaje?

CHR: Que la obra tenga escenas en idish es un homenaje claramente al teatro en ese idioma, que fue muy importante en toda la cultura argentina. De hecho, es un homenaje que el propio director hace a su infancia, ya que él se crío en ese teatro. La pieza original estaba escrita en idish en 1906. Mantener esas primeras escenas en el idioma nativo no sólo era un homenaje sino que queríamos connotar otra arista: una de las suposiciones fuertes es que ese movimiento artístico tan relevante para los argentinos fue financiado por los mismos rufianes. Nunca se sabrá. Lo que sí es real es que, luego de más de medio siglo, Buenos Aires vuelve a tener teatro en idish.

P: ¿Cuál considera usted que es la mirada de la mujer en “El Dogma”?

CHR: Más que la mirada te diría que el rol de la mujer es fundamental. La mujer es la que se rebela, la que se levanta contra este patriarcado dogmático, fundamentalista. La mujer es quien vive una historia de amor. Un amor lésbico. Está la anécdota que cuando se estrenó la obra en New York en 1926, el día del debut en Broadway, entró la policía, y se llevó a todos presos por obscenidad. Por eso allá existe una versión de esta obra que se llama “Indecente”. Yo creo que lamentablemente esto sigue pasando, sigue la sociedad sancionando una relación entre mujeres, quizá ahora como murmullo, pero sigue. Y la mujer que está dominada en Dogma sin embargo cuenta su historia de angustia y de amor. Así que si bien vemos la vida de Jacobo, en verdad el protagonismo lo tienen las mujeres, representadas en Rivkele, la joven que se enamora y se libera.

“Estamos llenos de Jacobos”

P: Pese al parate de la pandemia, se mantuvieron las funciones con un nutrido público en la avenida Corrientes, tal cual lo fue en la primera temporada en el teatro off del Tinglado, ¿a qué se debe según usted?

CHR: Por suerte desde que se estrenó en 2019 la obra ha tenido  un muy buen recibimiento. Tal vez porque tiene muchas aristas, incluso hacia adentro. Somos once actores y cada uno puede contar su historia del Dogma. Y pasa con el público. En eso ayuda que representemos algo que ocurrió tan brutal, de una manera muy poética. Además vamos desde el teatro independiente, con música original, con despliegue de multimedia, con subtitulado del idish tipo Teatro Colón, con una escenografía cuidada. Creo que  eso se nota, tanto esfuerzo, y la novedad de una historia que mucho no se mostró. Y, pensándolo, tenemos a que Jacobo, el personaje principal, es un villano.