Dionisio Mendoza, el hijo de Flavio, cumplió dos años. Y, pobre, tuvo que festejar en cuarentena.
Pero Flavio es un creativo y se las ingenió para explicarle en la práctica qué es lo que pasa. Le hizo dos tortas. Una con un mundo, para que Dionisio Mendoza aprenda a tomar conciencia de la importancia de cuidar el planeta. La otra con una canilla, símbolo del cuidarse las manos en este momento. Pero también del amor que fluye desde él para su hijo. Y que debe fluir entre las personas.
Es que el excelente coreógrafo argentino tiene una gran conciencia ecológica y del amor. Eso es lo que trata permanentemente de inculcarle a Dionisio. Ya desde chiquito. Como debe ser. Flavio, entre toda su locura creativa y el personaje que es, resultó ser un gran padre también.
Adherimos a las premisas de Flavio, obviamente. El mundo es nuestra casa. Y debemos limpiarla y mantenerla para vivir mejor. Por nosotros y por nuestros hijos. Debemos tratarlo con respeto y con amor. Así como debemos tratar con amor verdadero a todos los seres vivos. Humanos y animales. El amor sana y es algo de lo poco que nos vamos a llevar de este paso por el planeta.
Y así tuvieron que festejar solitos y aislados a la fuerza el cumple del amor de la vida de Flavio. Nada más ni nada menos que Dionisio Mendoza. Un enano adorable.
Mis padres me concibieron en el famoso Autocine de la General Paz. No sorprende, desde entonces, mi interés por el mundo del espectáculo. Crecí estimulado por grandes artistas nacionales e internacionales de los '80. En un rapto de locura, me fui a Nueva York a estudiar cinematografía. Y ahí, estudiando y haciendo ensayos, descubrí que me gusta más el analizar que el producir. Lo que siguió fue una larga hilera de películas y obras de teatro vistas y un seguimiento respetuoso de la vida de los artistas. Así quiero morir.