¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Viernes 31 De Marzo
“Me abismo…sucumbo. ABISMARSE. Ataque de anonadamiento que se apodera del sujeto amoroso, por desesperación o plenitud” es uno de los fragmentos amorosos de Roland Barthes, aquella dramatización desde la perspectiva de un amante que aniquila la palabra en la cruel espera, con citas eternas de la cultura universal. Y que bien podría sumar al peso de la mochila de Lautaro de “Canción de Carnaval”. Entre otras cosas. En escena este profesor universitario baila un tango desesperado entre cortes y quebradas y dentelladas plenas a un pastel que se sirve frío. Un personaje que se para en el borde de la razón, la lengua en última instancia, y se abisma con los espectadores a lo que no se nombra. Pero se afirma en la oscuridad de nuestro ser. Sentir la emoción de la primera vez, antes que surja la palabra.
“Este proyecto nace sobre una idea que tuve una madrugada sobre los límites del amor”, asevera Luciano Crispi, un reconocido y distinguido actor de musicales y danza, y prosigue contento de que su primer proyecto personal haya sido estrenado en febrero pasado, en el Teatro El Extranjero, “Lo primero que tiene para mí este proyecto es el desafío. Sé que es un lugar común pero presentaba un enorme desafío desde lo temático y escénico. No sabíamos a dónde podemos llegar indagando los límites del amor. Y cómo el amor desmesurado nos puede guiar a lugares sorprendentes, en todos los sentidos de la palabra. Pensé en dos ejes, primero una relación gai, con el preconcepto de las fragilidades que se asocian a los varones homosexuales. Me gustaba bucear en esas debilidades. Y también el tema tabú que atraviesa la obra y cómo el amor halla allí un punto de encuentro. A partir de eso Mariano Stolkiner me da luz verde y convoco a Ignacio Torres, con quien ya había laburado. Ambos se engancharon de inmediato con los ejes”, remarca el intérprete de la premiada “Lo que quieren las guachas" (2020) de Mariana Cumbi Bustinza.
Luciano Crispi: La respuesta viene en muchos planos. Me cuesta pensar la actuación sin cuerpo. Hay otros planteos actorales más racionales. Mi propuesta actoral siempre pasa por lo corporal. No hay manera de que no pase en mi manera de trabajar, emociones e ideas, al plano físico. Yo egresé de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático en 2005 pero en mi carrera pronto me interesé por las danzas y las artes en movimiento. Cuerpo y texto siempre estuvieron en mi oficio actoral.
Desde lo conceptual, en la obra, las cuestiones que se tratan se van de las palabras. Se van de la razón. Y aparece entonces el cuerpo como gran contenedor. Qué pasa cuando es el cuerpo quien se convierte en el gran narrador del amor. Y le pasa a ambos personajes, sobre todo al mío, a Lautaro, que desborda el marco de las palabras, y cuestiona los alcances de la discursividad a cada rato.
LC: Pensar la corporalidad del amor. Y para ello fue fundamental la orientación de Stolkiner. El director me pidió de entrada que el cuerpo hable. Llegar al límite de las palabras y dejar que la corporalidad siga expresando. Fue muy importante la incorporación de Sofía Rypka, que le dio un fuerte acento a este paso señalado por Mariano, tanto en la danza como en la actuación.
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LC: Fue arduo en las pocas semanas por los tiempos disponibles. El trabajo de Stolkiner no parte del texto sino de la dramaturgia escénica, y que de ahí, se vaya narrando la búsqueda del personaje. Esto requiere alto involucramiento de los intérpretes. Como además había que contemplar el aspecto físico se armó un sólido equipo entre nosotres y por eso Sofía aparece como co-directora.
Fue complejo porque no queríamos juzgar a Lautaro, que es mi personaje, y nos jugaba en contra nuestras ideas de cómo amamos y hasta dónde. Lo que pasa cuando por pasiones nos desdibujamos. Porque por amor también podemos desdibujarnos. Creo que pudimos contar “Canción de Carnaval” porque nos identificamos con la pasión de Lautaro y Amador.
LC: Con Ignacio había hecho aquella obra de un realismo mágico maravilloso, luego de habernos conocido en la EMAD. Confiaba en su mirada para unir los ejes propuestos y que esa unión poseería mucha fuerza y mucha poesía. Me atrae de Torres esa habilidad que tiene de contar algo muy concreto, y a la vez, ser muy poético. De una forma accesible, Ignacio mete poesía en su teatro.
Y este vínculo desmesurado de Amador y Lautaro había que abordarlo con la poesía que puede llevarte a lugares de mucha luz o mucha oscuridad. Es un teatro que deviene en catarata de sensaciones, que fluye con naturalidad.
LC: En el sentido filosófico, el amor no tiene límites. Claro que uno vive en una sociedad estructurada y que tamiza las pasiones. Uno se da cuenta que reprime un montón de impulsos, obvio por la represión social, pero que igual dejan sus marcas. Esas que bordeamos en la pieza y que denotan que, cuando abrimos las compuertas de los impulsos, podemos perdernos. Si me preguntás en lo personal, el límite claro es la violencia. Solemos pensarnos vincularmente en función de cómo accionamos sobre los demás, de cómo intervenimos el afuera con lo que sentimos adentro. Esta certeza es la que “Canción de Carnaval” pone en escena desmenuzando las palabras. Hasta el fin.
¨Canción de Carnaval” de Ignacio Torres
Funciones: sábados de marzo y abril a las 20
Teatro El Extranjero. Valentín Gómez 3378. CABA
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Imágenes: Lucas David Ramirez / IG Luciano Crispi
Fecha de Publicación: 02/03/2023
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