Caer o volar.

5 de marzo de 1988: Muere Alberto Olmedo

Hace 30 años, la ciudad de Mar del Plata tuvo una temporada negra. Como cada verano, el de 1988 convocó allí a las máximas estrellas del espectáculo y del deporte, ya que esa era la sede de Buenos Aires durante la temporada estival. Pero ese verano terminó con dos noticias terribles: primero, la del asesinato de Alicia Muñiz a manos de Carlos Monzón y, tan solo unas semanas después, la de la trágica muerte de Alberto Olmedo en un episodio que nunca quedó del todo claro.

Un accidente sin explicación o la explicación de una vida que se resolvió en ese instante. ¿Es un accidente que alguien caiga luego de balancearse en la baranda de un balcón, en un piso 11, bajo los efectos de sustancias que alteran su percepción? ¿O es simplemente el desenlace de una vida que fue llegando paso a paso hasta ese momento?

Olmedo murió en la gloria, enamorado y con todo lo que podía soñar al alcance de su mano. ¿Habría querido morir de alguna otra forma? ¿Por qué esperar el declive, la enfermedad, la vejez, la agonía? Olmedo no se suicidó, pero –tal vez– en algún lugar de su mente creyó que ya había llegado lo suficientemente arriba como para probar si estaba listo para volar, o caer al vacío irremediablemente.