“Hice una introspección acerca de la manera en que yo podía, de alguna manera, intentar modificar la conciencia colectiva de mi país” enfatizaba María Luisa Bemberg de una tarea nada fácil que se condensa en seis películas, tres guiones y dos cortometrajes. Difícil viviendo en un sociedad machista, difícil en un medio donde “a las mujeres nos cuesta tomarnos en serio”, complejo para la directora criada en un adinerada familia argentina que encerraba a sus hijas. “Quisiera tener 44 en vez de seis” confesaba Bemberg de esa carrera contra el tiempo que empezó bordeando los cincuenta, “el día que tomé la decisión de ponerme detrás de la cámara no era para agradar sino para convencer”. Con películas que serán la marca de una generación, la taquillera “Camila” (1984), segunda película argentina nominada al Oscar, o “Yo, la peor de todas” (1990), poético manifiesto feminista, Bemberg avanzó en terrenos inexplorados en el continente. Aquellos en los que las mujeres tendrían a partir de ella el primer plano. “No sé en qué momento decidí que quería firmar mi vida. Sí recuerdo un pensamiento que me impulsó a cambiar mi existencia. Era una frase de André Malraux en “La condición humana”: las ideas hay que vivirlas”
“Me hubiera gustado seguir estudios sistemáticos cuando era joven. Envidiaba a mis hermanos que iban a colegios. Nosotras, por ser mujeres, recibíamos clases particulares. Seguíamos a papá y a mamá en sus viajes de negocios. Era triste depender de esas gobernantas que llevaban una vida tan gris. Eran personas que no se sentían a gusto con la servidumbre, pero que tampoco pertenecían al salón. “Miss Mary” (1986) fue en cierto modo un homenaje a esas mujeres a las que se les pagaba para querer a chicos ajenos", confiaba Bemberg a Hugo Beccacece. Nacida el 14 de abril de 1922 en el seno de una de las mayores riquezas del mundo, la familia Bemberg, dueños de un emporio industrial en Argentina y Francia que incluía cervezas, campos y actividades afines, la cuna de oro fue un pesado techo de cristal para la futura directora. “El pasado me agobia. Me trae malos recuerdos”, refiere a Beatriz Iacovello del diario Clarín en 1994. En sus malos recuerdos, en la rebelión a los mandatos patriarcales, moldearía el primer personaje, Finita, la protagonista de su guión para la película de Raúl de la Torre “Crónica de una señora” (1971).
Antes de aquel debut cinematográfico, María Luisa había recorrido un camino de “Señora de” a “Señora de Nadie”, liberada de la ruta trazada por una represora madre, Sofía Bengolea, “yo la veía y me decía: lo único que quiero es no parecerme a ella. Sería lo peor que podría pasarme. De algún modo quería vengarla” Esa etapa estaría profundamente trastocada por el hostigamiento a los Bemberg de los nacionalistas y, luego, el peronismo. Comentaba a su biógrafa Clara Fontana sobre su casamiento, un histórico 17 de octubre de 1945, "Los invitados llamaban preguntando: «¿Se van a casar de todos modos?» Otros informaban: «Cruzaron el Riachuelo. Van a incendiar Barrio Norte». El futuro marido, el arquitecto Carlos Miguens, era por entonces delegado de la Facultad de Arquitectura en el Centro de Estudiantes. La llamada de otro de los delegados lo tranquilizó y calmó también a la familia con una particular promesa: «Carlos, no te preocupes –le dijo–. Los compañeros de la universidad y del Partido Comunista vamos a ir a la Iglesia. Defenderemos a tu novia a balazos»”, señalaba Bemberg, que luego viviría un exilio de realeza entre París y Madrid. Retornarían definitivamente al país con el golpe de 1955, ya separada de Miguens, con cuatro hijos, y los biógrafos sugieren que a Bemberg debió la decisión de los militares de encontrar una “cristiana sepultura” al cuerpo de Eva Perón, debido a que presenció el ultraje al cadáver del teniente coronel Carlos Eugenio de Moori Koenig, quien exhibía el féretro a los visitantes de su oficina.
“Hay que atreverse a atreverse”
“Hay que tener cuatro hijos para saber que no te alcanzan” es un motor narrativo del reciente documental “El eco de mi voz” (2022) de Alejandro Maci, realizador que terminó y estrenó el último guión de Bemberg, “El impostor”, basado en un cuento de Silvina Ocampo. Desde la infancia había mostrado una intensa atracción por lo teatral que la llevó a vincularse, en 1949, al antiguo teatro Smart, en compañía del marido. Le siguió luego el Astral, donde obtuvo muy buenas críticas gracias al vestuario de “La visita de la anciana dama” (1960) con Mecha Ortiz, hasta fundar, junto con Catalina Wolf, el Teatro del Globo, en el cual se presentaría el grupo de Luis Alberto Spinetta, Almendra. Durante estos años fue adquiriendo una experiencia sólida en la marcación de actores como en los demás componentes de un espectáculo, estudiando con Lee Strasberg. A nivel intelectual, con pensadoras de la segunda ola del feminismo, Simone de Beuavoir y Betty Friedan, adquiere Bemberg una fuerte militancia que se vería traducida en UFA, Unión Feminista Argentina, asociación perseguida por el gobierno peronista y militar, en los setenta. En la revista Muchacha de la agrupación se podía leer, “Procrear no es crear y la mujer tiene derecho a las dos cosas: queremos ganar nuestro dinero, expresarnos, ser personas autónomas, trabajar, investigar, estudiar, salir, sentir y volver a nuestra casa y encontrar allí un hombre que nos quiera y que nos entienda, que nos comprenda de la misma manera que una mujer comprende a su pareja masculina…El feminismo es el antídoto del machismo y no una cruzada contra los hombres. Es el anticuerpo que defiende a la mujer lúcida y que permite observar con mirada nueva a la pareja" En estas ideas de autoconciencia se inspirarían sus dos cortometrajes, “El mundo de la mujer” (1972) y “Juguetes” (1978), que sacan las vendas del lacerante y negador machismo imperante.
“Bajo la consigna de que hay que atreverse a atreverse he realizado todos mis filmes” enmarcaría Bemberg de la trayectoria propia, que tiene de ópera prima a “Momentos” (1980), la historia de una mujer que se arriesga a una aventura amorosa; un experiencia impulsada aseguraría en la desilusión de ver sus personajes en la óptica masculina, en el film citado de la Torre, y en “Triángulo de cuatro” (1975) de Fernando Ayala. “Argumento y personaje se identifican, no puede ser de otra manera. La historia gira alrededor de una mujer que tiene sus conflictos, toma sus propias decisiones y trata de vivir su vida intensamente. En ese sentido sí puede decirse que se trata de una película feminista, porque tradicionalmente la mujer es presentada como factor desencadenante de las connotaciones dramáticas del hombre”, presentaba la película protagonizada por Graciela Dufau. “Sabía que si mi película salía mal no iban a decir ‘¡qué bestia, la Bemberg!’ sino ‘¿No ven que las mujeres no sirven para hacer cine?’, y ahí caían en la volteada millones de mujeres inocentes”, algo que no ocurrió pese al urticante adulterio en pleno proceso, y Bemberg obtiene los primeros reconocimientos a los 58 años. Pero en la mente de la directora el proyecto que anhelaba era filmar “Señora de Nadie”, por cuestiones artísticas y personales, “-la película- es la huelga de un ama de casa…la mujer se da cuenta que su marido la engaña y empieza dejarle letreritos por toda la casa con las cosas que hay que hacer…fue increíble el número de cartas y la cantidad de personas diciendo lo que la habían ayudado este filme”, comentaba de la película estrenada en 1982 con Luisina Brando, y que debió esperar largos años debido a que los militares no sólo no miraban con buenos ojos a una mujer emponderada en la pantalla, en términos actuales, sino que tampoco aceptaban a un personaje gay, el amigo de la protagonista interpretado por Julio Chávez. “Tenés que filmar una películas de amor”, le repetía su socia en la productora Gea, Lita Stantic. Y eso fue el tanque de “Camila”, inspirada en los hechos históricos del fusilamiento de Camila O´ Gorman y el cura Ladislao Gutiérrez durante el rosismo. Graciela Borges le había acercado la historia durante la filmación de “Crónica de una señora” y Bemberg tiene un lejano vínculo de su familia con Felipe Elortondo y Palacios, por entonces deán de la Catedral de Buenos Aires, y uno de los instigadores de la muerte de los amantes. “Camila es un film de dos amantes donde invertí los roles…mis películas son una provocación…quisiera que el espectador descubriera en mi cine cosas que él ni siquiera sospecha que están dentro de sí mismo”, destacaba de su nuevo ciclo de películas, ahora históricas y con mujeres en el rol de heroínas, y que empezaba con la cinta que vieron en 1984 casi tres millones de espectadores -la tercera más vista de la historia del cine argentina- y que hizo que varias niñas lleven orgullosas el nombre de Camila, destaca Celina Arreseygor en Revistacriterio.com.ar A ellas se sumarían “Miss Mary” , “testimonio político de la clase a la cual pertenezco…-y- homenaje a las misses que me criaron”, y “Yo, la peor de todas”, “-la vida de Sor Juana Inés de la Cruz- me interesaba porque no exista Inquisición pero los fundamentalismos aún siguen rondando”, comentaba del film basado en un relato de Octavio Paz.
“Verdadera soberanía, la del espíritu”
“Lo uno no tiene que ver con lo otro. Ser machista es ser fascista, ser feminista es antifascista. El día que desaparezca el machismo, el día que desaparezca esa mirada tan determinada y que se mire a las mujeres de igual a igual, el feminismo no va más. (….) Sucederá el siglo que viene, yo no lo voy a llegar a ver”, se defiende de las inquisiciones de los conductores de Función Privada en 1987, Carlos Morelli y Rómulo Berruti, y amplía “Yo creo que hay muchísimos varones jóvenes que están tomando conciencia de lo que es el machismo –para mí el primer fascismo– y que están intentando revertir todo eso. Pero el mayor esfuerzo tiene que provenir de las mujeres. Porque muchas veces, es la mujer la que se siente cómoda en una posición pasiva, sin responsabilidades, que espera que todo se le dé”, señalaba cuando la había presentado como la “Señora que hizo las películas…” La fábula “De eso no se habla” (1993) sería la despedida de Bemberg, con el estelar de Marcello Mastroianni, "Un contenido esencial para el ser humano: la soledad, la pasión, la soberbia, la libertad y el destino", definió María Luisa, en la cita de Pablo De Vita en el diario La Nación. Hasta el último aliento respiró libertad Bemberg, quien se definía más como artesana que como artista, “soy una obsesionada por la necesidad de expresión, por la necesidad de crear vínculos entre los seres y las cosas. Esa necesidad es, en realidad, una verdadera pasión que angustia, que hace sufrir. Sin embargo, más sufriría si tuviera que apartarla o negarla”. María Luisa fallece el 7 de mayo de 1995. Poco antes donó su importante colección de arte rioplatense al Museo Nacional de Bellas Artes.
No nos olvidemos de Bemberg, a veces por prejuicios de clase, mujer de pensamientos urgentes, hablando del ser argentino, “La dificultad de ser argentina, es que me siento latinoamericana en Europa y europea en Latinoamérica. O sea que no soy ni lo uno, ni lo otro. La única manera de empezar