Dicen que era más rápido que el viento y más osado que pegarle a Rambo. Quiso ser futbolista, pero sus piernas estaban destinadas a pedalear. Dicen que sus oponentes lo veían venir al mirar sobre sus hombros, pero que al instante siguiente ya solo lo veían adelante y chiquitito. Se comenta que quiso imitar al padre de la patria y, para ponérsela más complicada, no fue una, sino que fueron 5 las veces que cruzó la Cordillera de Los Andes pedaleando. Compitió con los mejores, porque él era uno de ellos. Un tipo muy viajado. Anduvo por Roma, Tokio y México. Pero no por turismo, sino para medirse en los Juegos Olímpicos. Los que lo vieron de cerca confirman lo que imaginaban quienes solo lo escucharon por radio: el tipo no andaba en bicicleta, sino que esta era casi una extensión de su cuerpo. Y ahora, 60 años después, se lo ve en su humilde bicicletería, despuntando el vicio que tanto éxito le dio. Ahí está el Cóndor de América.
Breve biografía
Nació el 19 de junio de 1937 en Junín, Mendoza, a 65 kilómetros de la Ciudad. Y, en contra de lo que podríamos suponer por los logros obtenidos, comenzó a competir en bicicleta a la tardía edad de los 19 años, y con bici prestada.
El debut competitivo del Cóndor de América fue con un triunfo, en 1956, en el vecino departamento de San Martín. Más tarde se proclamó campeón mendocino, al superar a Arturo Tejedor, uno de los más grandes ciclistas de esos años. A los pocos meses, resulta campeón argentino de persecución en pista con record argentino en la ciudad bonaerense de Trenque Lauquen.
Anécdota en Trenque Lauquen
Cuando, en 1956, la delegación cuyana arribó a la sede del Campeonato argentino en Trenque Lauquen, el dirigente sanjuanino Robledo sacó pecho ante los periodistas especializados sabiendo que en el equipo guardaba una gran sorpresa.
“Traigo un mendocino que hizo 5’ 10” en los 4000 metros”, comentó y sus pares pensaron que era una broma porque entonces el récord nacional pertenecía a Pedro Salas (5' 24"), clasificado para los Juegos Olímpicos de Melbourne.
Contreras, de 19 años, pedaleó ante las miradas incrédulas y risas de los presentes, pero cuando llegó a los 5' 18" los entendidos se quedaron atónitos. Ese día, no solo se quedó con el título y el récord; también comenzó a construir una carrera inigualable.
Aquel primer título de 1956 se suma a los 12 que logró en su brillante trayectoria deportiva. Los 8 títulos seguidos de persecución individual sobre 4000 metros entre 1956 y 1963, 3 títulos de resistencia en distancia de 120 km contra reloj en 1959 en Santa Rosa, La Pampa.
Pero, además, fue subcampeón en 1970 nuevamente en Santa Rosa, La Pampa, y subcampeón en 1971 en San Rafael, Mendoza.
En cuanto a los Juegos Olímpicos, el Cóndor de América no fue medallista, pero participó en 3 de ellos, lo que lo convierte en el mendocino con más participaciones olímpicas en la historia. En Roma 1960, terminó quinto; en Tokio 1964, terminó octavo; y en México 1968, finalizó noveno. Además, participó en cuatro mundiales: Holanda 1959, Suiza 1961, Italia 1963 y Uruguay 1969.
Cruce de Los Andes
En aquella época, una de las competencias más importantes era la del cruce de la Cordillera de Los Andes. En el primer Cruce, en 1967, fue segundo. Luego ganó en 1968, fue tercero en 1971 y segundo en el cuarto Cruce. Ganó la quinta edición en 1973 y fue séptimo en el sexto Cruce, para retirarse de esa competencia sin participar de su última edición.
Su bicicletería
Lejos de su Junín natal, desde hace décadas, el Cóndor de América atiende, repara y prepara bicicletas en una humilde bicicletería ubicada en calle Pellegrini de Godoy Cruz. Con la paradoja de que, salvo los entendidos en el tema, el resto piensa que quien atiende la bicicletería es un simple “viejo bicicletero”. Anonimato que Ernesto prefiere mantener.
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Argentino, mendocino. Licenciado en Comunicación Social y Locutor. Emisor de mensajes, en cualquiera de sus formas. Poseedor de uno de los grandes privilegios de la vida: trabajar de lo que me apasiona. Lo que me gusta del mensaje escrito es el arte de la imaginación que genera en el lector. Te invito a mis aventuras.