¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónEn la vida, a veces las cosas simplemente se acomodan. En los momentos más complicados, se abre una puerta y vemos el camino. Para que eso suceda, la intervención de personas solidarias con corazones gigantes es fundamental. Hoy te vamos a contar la historia de Sebastián, un nadador que encontró en el deporte una salvación y en la solidaridad de un desconocido, una alegría inesperada e infinita.
Empecemos por el principio. Sebastián tiene 18 años y es hipoacúsico. Nació un mes antes de la fecha prevista y estuvo conectado a un respirador sus primeros días de vida. Pesaba tan solo un kilo y necesitaba transfusiones de sangre. Creció con retraso madurativo y autismo. Era un niño solitario que convivía con el silencio, hasta que encontró la energía que necesitaba en el deporte. Se tiró a la pileta y todo su mundo se transformó. Comenzó como una terapia para su desarrollo cognitivo, pero Sebastián descubrió que tenia aptitud para el deporte y comenzó a entrenar de forma profesional. Actualmente, se está preparando para las Sordolimpiadas de Brasil 2021, los Juegos Olímpicos de sordos.
Sin embargo, la pandemia vino a limitar esa libertad enorme que le traía el agua. Sus padres, Marta y Edmundo, notaron que esa carencia afectaba la calidad de vida de su hijo, por lo que decidieron armar una pileta con lo que tenían. Así, crearon un andarivel con chapas y ramas para que pudiera seguir nadando. No esperaban nada, pero los buenos corazones llaman a otros buenos corazones, y Sebastián recibió un regalo enorme.
Cuando su historia se hizo conocida, muchos se sintieron conmovidos. Otro Sebastián –de apellido Oviedo–, dueño de una fábrica de piletas, no lo dudó: le regaló una para que el joven pueda entrenar con sus compañeros. Y así fue como, de pronto, un camión llegaba a su casa de Florencio Varela (Buenos Aires) con una pileta de 12 metros de largo por 3,40 de ancho y 1,60 de profundidad. Sebas no lo podía creer: una pileta gigante en el fondo de su casa, para poder seguir en movimiento, ganando metros, estado físico y llenando su cuerpo de energía y alegría.
Sebastián Oviedo no fue el único que se conmovió con la historia. Un profesor de inglés donó litros de cloro, una nutricionista dejó sus datos para ayudar, un surfer le envió un traje de neopreno y, desde el Gobierno bonaerense, lo invitaron a participar de una charla por Zoom para que Sebastián cuente su historia con el fin de motivar a otros. Solidaridad infinita, cuando más se lo necesita y con la única intención de ayudar a alguien que no tuvo una vida fácil y encontró una forma de revertir su suerte a través del movimiento.
Sebas dice que la natación de salvó la vida. Su ejemplo, seguramente, les dé impulso a muchos más a buscar su propio camino y su propia motivación en este difícil pero hermoso sendero de la vida.
Fecha de Publicación: 29/07/2020
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