¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónLisa y llanamente, una gigantesca falta de respeto. Una macabra y prepotente burla a los 116 mil muertos que tiene nuestra nación desde principios de marzo del año pasado, amén de los más de cinco millones de personas contagiadas por esta enfermedad generada en un laboratorio militar chino, sin que nadie reaccione severamente contra quienes ostentan los copyright de semejante agresión mundial. Ignorando estos datos y el dolor que habita en diversos lugares de nuestro territorio desde que el “covid-19” sembró muerte, dolor y grave preocupación por las consecuencias futuras, sesenta mil irresponsables fanáticos dejaron en claro que el patoterismo deportivo no conoce de pandemias, muertes masivas o miles de personas sin trabajo o expectativa futura. Lo que ocurrió previsiblemente este último domingo en el estadio Monumental, fue una muestra más del desprecio que algunos no se molestan en ocultar frente a un país duramente herido por miles de muertes evitables.
Hasta la persona con mayor daño neuronal y capacidad de reflexión, era consciente que la realización de un “superclásico” con público después de todo lo ocurrido, provocaría en el lugar del hecho una situación nefasta, vergonzosa y patética. Todo eso finalmente ocurrió, ninguno se sintió en la necesidad de advertirlo con suficiente elocuencia para generar las medidas de protección necesarias y los hipócritas de turno se preocuparon más en saber que sentían los hinchas por volver a observar un encuentro de su equipo en las tribunas, como si de eso dependiera la posibilidad de seguir respirando. Finalmente el Ministerio de Salud no extendió el porcentaje de aforo permitido para la vuelta del fútbol, decisión que dejó a los dirigentes del club River Plate con la potencial obligación de cumplir con el aforo autorizado, que le permitía el ingreso de casi 37 mil espectadores en el partido que el club de Núñez debía concretar frente a Boca Juniors, por la fecha 14 del campeonato de la Liga Profesional de Fútbol.
Conviene entender de una maldita vez que las reglas de juego fueron hechas para que las mismas puedan ser ignoradas por los violentos, autodenominados “barras bravas” sin que se les caiga la cara por portar una denominación, que en otras partes del mundo se pena con castigos ejemplares para quienes infringen las leyes. A nadie de los que fueron a ver el partido de su equipo favorito le vino a la mente, los 18 pesadillescos meses que lleva este territorio desde que la pandemia digo presente y una gran mayoría vio sucumbir todas las cosas que asociamos con la denominada “vieja normalidad”. Los dirigentes del fútbol ya no provocan vergüenza, simplemente porque son parte estructural de un perverso sistema avalado por la política y otros estamentos de poder, donde los negociados y otros delitos son permitidos en nombre de la pasión popular. Nadie se acordó que durante muchísimo tiempo el límite en un funeral para despedir los restos de una persona permitía apenas 5 personas en el lugar del adiós corporal. La memoria inmediatamente resetea cuál fue ese hecho que demostró la impunidad que tienen ciertos personajes del fútbol, cuando el 26 de noviembre el funeral de Diego Maradona en la Casa Rosada terminó en un escándalo de proporciones no dimensionadas. El poder mancomunado del fútbol y la política tiene excepciones, mientras la gente común es destratada en algunas terapias intensivas.
Cualquiera en sus cabales sabía que las autoridades de River Plate no respetarían durante la realización del primer “superclásico” con público, el límite de público permitido en esta primera realización deportiva con presencia masiva de espectadores. Por la forma en que transcurrió todo, pareció tratarse más de una obscena muestra de poder e impunidad que los dirigentes deportivos se permiten exhibir para generar antecedente a la funesta hora de creerse una raza superior frente a los demás. Las estimaciones de la Policía Federal en el operativo desarrollado este domingo a la tarde, calcularon aproximadamente unas 56 mil personas dentro del estadio Monumental, claramente mucho más de lo permitido por las autoridades sanitarias. Esta cifra de espectadores sobrepasó el 50 por ciento de aforo que había sido autorizado, que era de un poco más de 36.000, es decir que el superclásico se jugó con un aforo operativo muy cercano al 80 por ciento de la capacidad de la cancha del club millonario, en clara violación a los números de asistencia autorizados recientemente por el Ministerio de Salud. Tal como era de esperar la Fiscalía especializada en Eventos Masivos, a cargo de la fiscal Celsa Ramírez, cumplió en labrar un acta de contravenciones contra el club River Plate por el aforo del público, sin que esto signifique al principio una esperanzadora señal de penalización ante la infracción cometida sin pudor o vergüenza.
Lo peor llegó pocos minutos después que el árbitro Rapallini dio el pitazo inicial para que comenzara el esperado duelo, momento donde podía observarse por la tele y otros medios que la casi mayoría del público presente no tenía colocado el barbijo, estando reunida allí con poca distancia entre cada uno de los asistentes. El aliento masivo del público hubiese soñado asardinado si los concurrentes no se quitaban el protector facial, pero el audio que emanaba de las tribunas ratificaba que los hinchas millonarios una vez que superaron los controles decidieron prescindir del protector respiratorio, ignorando el gravísimo peligro que representa una situación así, con tanto público reunido en un lugar sin que el mismo tenga en un alto porcentaje las dos dosis de la vacuna que se aplica en la actualidad. Todo pareció una funesta cargada a los hechos vividos en el último año y medio, ignorando las consecuencias que esta reunión masiva puede tener en la población, en caso que algunos de los presentes estuviesen contagiados de “covid 19” en cercanía de personas sanas.
La Fiscalía especializada en Eventos Masivos pedirá lo registrado por las cámaras y todos los taquímetros de los molinetes de ingreso autorizados para evaluar el volumen de gente que ingresó, largamente superior al autorizado, la cual en una pequeña minoría debió allí en los accesos exhibir el carnet ID, mecanismo para verificar la autorización de ingreso a la cancha del barrio de Núñez. El resto de los hinchas pasó con el tradicional carnet de socio por más que no tenía autorizado el acceso a dicho encuentro, mientras que todos los barras bravas del club, denominados “Los borrachos del Tablón”, pasaron sin perder gran cantidad de segundos al interior del Monumental haciendo ostentación de su característica socio-deportiva, es decir, su portación de violencia, impunidad y alto poder vinculado a la órbita política en las últimas décadas.
El escándalo que estalló pocos minutos antes que comenzara el superclásico en Núñez, el primero con público después de 582 días sin asistencia de espectadores a los estadios, fue una dura piedra en el zapato del Gobierno Nacional que autorizó la vuelta de los hinchas a los court deportivos. Apenas explotó el reguero de críticas, el gobierno advirtió a las pocas horas que lo ocurrido no era lo pautado, intimando a los clubes, señalando de una manera muy enfática pero naif al mismo tiempo que si no cumplen con el límite del 50% de aforo “jugarán sin público”, las instituciones deberán cumplir con el límite establecido o de lo contrario volverán a jugar sin público, según afirmaron fuentes oficiales. El domingo en el estadio de los millonarios, se superó ampliamente lo autorizado. Enojados e incómodos por las imágenes de las tribunas desbordadas en los estadios de Belgrano de Córdoba y sobre todo, en el de River Plate durante este último fin de semana, el gobierno de Alberto Fernández decidió dar un verdadero ultimátum a los clubes, amenazando con retrotraer la autorización para jugar partidos de fútbol con público si éstos no cumplen con el aforo del 50 por ciento establecido en el último decreto presidencial.
En el transcurso de la tarde del lunes, y luego de la reunión del Comité Federal de Salud, la ministra de Salud, Carla Vizzotti, se reunió de modo virtual con sus pares Aníbal Fernández (Seguridad) y Matías Lammens (Turismo y Deportes), más los representantes de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). El mensaje que llevaron los funcionarios fue acordado y es contundente: o los clubes cumplen con el aforo o volverán a jugar sin público por tiempo indefinido. El enojo del Gobierno tuvo dos episodios. El primero, el partido de Belgrano de Córdoba contra Riestra, por el campeonato Nacional B, en donde pudo verse a través de las cámaras de video una cantidad de público muy superior a la acordada. El segundo obviamente fue el domingo pasado, en el estadio Monumental de Núñez, en el que el marco del superclásico River-Boca también excedió las 36.000 personas pactadas en la previa, llegando a permitirse otras 20 mil más dentro del court mundialista de 1978. “Lo que pasó lo vimos todos, y vamos a tomar medidas correctivas”, especificaron en la Casa Rosada en relación a la reunión. La frase de Rodolfo D’Onofrio indicando que buscarán a quienes permitieron esa anomalía suena a verdadera cargada, porque si el presidente de la institución millonaria desconoce quienes trabajan en este sector administrativo, sin dudas la anarquía estructural ha ganado lugar en un club que este fin de semana se mandó una avivada muy pícara y patética al mismo tiempo.
Ante lo ocurrido y el papelón de un estadio desbordado de público que además no respetó las normas de protección sanitaria dentro del Monumental, el Gobierno Nacional salió de manera veloz a atajarse ante lo ocurrido ante la violación de los aforos autorizados por el Ministerio de Salud para los estadios, indicando que de comprobarse dicha irregularidad, los clubes infractores deberán jugar sus próximos partidos como local a la vieja usanza, o sea, sin público, una sanción que nadie considera que será aplicada tomando en cuenta la connivencia que existe entre las instituciones deportivas y el poder político. Está claro a esta altura de las circunstancias que las cosas podían ocurrir así y nadie hizo lo necesario para impedir que se violaran las normativas existentes, justificados en la patética poesía emocional del regreso de la gente a las canchas, como si gracias a eso pudiese respirar de manera apropiada cada jornada de su existencia, disimulando de tosca manera una burda tomada de pelo a todos aquellos habitantes del país que siguen respetando las normativas sanitarias existentes a la fecha, esperando que la dañina enfermedad china desaparezca de nuestro territorio.
Una vez más triunfaron los violentos y el protocolo estalló por los aires cuando casi 60 mil personas compartieron un evento masivo, ignorando el problema que algo así apareja en tiempos donde afortunadamente bajan los contagios y defunciones. La torpe decisión de autorizar semejante volumen de aforo, sumado a la injustificada decisión de cancelar el uso de barbijos en espacios abiertos, desató en el estadio de River una sensación de total anarquía en una reunión masiva con gente apiñada en las tribunas. Este mamarracho que sumó un nuevo episodio de la decadencia social en suelo patrio, aconteció fruto de la gran presión existente en el ámbito gubernamental por los recientes resultados electorales y la impunidad que los violentos del fútbol siguen teniendo haya o no una crisis sanitaria en el país. Con más de cinco millones de contagios y 115 mil muertos, parece que la magia se apoderó del residencial barrio de Núñez, una tarde en la que quedó totalmente confirmado que en el estadio Monumental se terminó la pandemia.
Imágenes: Télam / River Plate
Fecha de Publicación: 06/10/2021
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