Muchos piensan que el superclásico argentino es el River-Boca. Si bien no podemos quitarle peso a ese evento, la verdad es que los argentinos tenemos muchos clásicos. Entre tantas tradiciones, es difícil jerarquizarlos. Pero de algo tenemos certeza los cordobeses: el superclásico tiene otros colores. En territorio cordobés el más fuerte de todos es celeste contra albiazul. El superclásico cordobés por excelencia es el que enfrenta al Club Atlético Belgrano de Córdoba contra el Club Atlético Talleres. Traducido al idioma de la pasión: el Pirata cordobés contra La T.
El superclásico cordobés nació en 1914 y hasta la actualidad no para de sumar seguidores. Cada vez son más las calles que lucen alguna pintura que alude a los equipos. “22 x T” y “Pirata Cordobés” son las leyendas más encontradas en los murales de la ciudad. En Córdoba el amor a la camiseta tiene forma de intervención. Los postes, paredes y cordones de la ciudad son de los colores de estos cuadros. La pasión que alojan los predios de Barrio Jardín y Alberdi se fue extendiendo desde sus barrios originarios hasta teñir toda la provincia de celeste y albiazul respectivamente.
Los estadios
El superclásico cordobés fue uniendo a los apasionados por el fútbol y a los fanáticos que forman parte de la hinchada. Ni al Estadio Francisco Cabasés, ni al Estadio Julio César Villagra le entraron tantos corazones efervescentes de pasión. A pesar de hacer refacciones, las tribunas fueron quedando chicas. Eso hizo que La Boutique y el Gigante de Alberdi no dieran abasto. Hoy en día el superclásico cordobés se realiza en el Estadio Mario Alberto Kempes, que tiene una capacidad para 57.000 espectadores. El superclásico es el evento con mayor convocatoria entre todos los que se realizan con relativa frecuencia en el Chateau.
Con hinchada o sin hinchada, de locales o de visitantes, en los partidos de ida y de vuelta, el superclásico cordobés es una fiesta.
Argentina, nacida en Córdoba. Investigadora en el área de lingüística. En formación constante sobre las Letras y sobre la vida, gracias a la Universidad Nacional de Córdoba. Mis experiencias en viajes me llevaron a aprender cada vez más idiomas y querer conocer diversas culturas desde adentro. Pienso en la escritura como una herramienta para transformar el mundo y volverlo un espacio justo y equilibrado.