¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónSiempre que se hable de la fidelidad entre dos personas o el respeto que merecen, suele usarse la famosa frase “¿Usted le compraría un auto usado a…?, expresión que conlleva en su enunciación una tendenciosa solicitud de reflexionar hasta donde los sentimientos por algo justifican involucrarse en algo muy comprometido. Pues bien, lo ocurrido en Brasil este miércoles a la noche desnudó que Marcelo Gallardo solo podrá venderle este River usado, con bastantes fallas técnicas y elementos totalmente descartables, solo a los más enceguecidos fanáticos que celebraron títulos bajo su mandato, cuando el técnico contaba con verdaderas estrellas y valiosos hombres que amaban la camiseta roja y blanca.
El “discurso holográfico” es como un rollo de papel higiénico, después de un cierto tiempo se acaba y hay que proceder a colocar un nuevo implemento que purifique las toxinas con el objetivo de evitar infecciones y situaciones desagradables. En River las justificaciones de su desgastado entrenador sobrepasaron realmente todo lo tolerable, provocando con el paso de los días una brutal erosión en el último lustro de actividad futbolística. Usando la memoria emotiva para recordarle siempre a sus numerosos seguidores que había logrado importantes títulos como entrenador, la mayoría al comienzo de su gestión contando con jugadores de jerarquía y brillante nivel, cuando las cosas no se salieron bien al entrenador millonario, la artillería verbal para disimular los fracasos que vinieron tal vez haya podido convencer a los seguidores menos reflexivos, pero estaba claro que la argumentación que usó el añejo DT en estos cinco años tarde o temprano iba a estrellarse contra la realidad.
Después de consumada la bochornosa eliminación de River a manos del Atlético Mineiro, un equipo que jamás compró esa sanata verbal del técnico rival y se dedicó lentamente en dos partidos a derrumbar al contrario demoliendo cada estructura sin titubeos, Gallardo no tuvo mejor idea que ignorar sus errores en el planteo táctico, exponiendo la curiosidad de alguien falsamente ingenuo que visita por primera vez un parque de diversiones Su frase “no nos había pasado que en la Copa que un rival te supere así”, deja totalmente expuesto que el entrenador riverplatense se malacostumbró a ganar torneos contra varios rivales de inferior nivel futbolístico, haciéndoles creer a los demás que el oponente era bastante más poderoso que el ejército de “El señor de los Anillos”.
Esto hace directa y terminal alusión a su duelo contra Boca Juniors en España hace solo 3 años, sin olvidar su choque contra Racing en la Supercopa Argentina a principios del año, dueto de finales que obtuvo frente a devaluadas formaciones River Plate se encariñó con recordar ese obtuso partido contra su rival en tierra europea como si le hubiese ganado al Barcelona de Neymar, cuando en realidad fue un partido entre dos que jugaban bastante horrible en ese momento, algo que se aplica al lapidario triunfo que consiguió contra la “Academia” en Santiago del Estero a principios de temporada. Hay que ganarle a rivales que son superiores, no a planteles dibujados mediáticamente por ciertos periodistas y un grupejo de directivos que vende humo hasta cuando están durmiendo.
Varias situaciones se confabularon para que los hinchas riverplatenses se engolosinaran con un equipo que ahora bajó de un trompazo a la cruel realidad, cuando los millonarios alcanzaban semifinales de ciertas competencias jugando con rivales de menor calidad y prestigio deportivo. Cada vez que River enfrentó a equipos serios, no solo se volvió con las manos entre las piernas, sino que puso a prueba la inventiva verbal de su entrenador, quien embriagado de soberbia y subido a un olimpo de cartulina, se creyó incluso mucho más importante que los jugadores que colocó en el campo de juego para conseguir varios resultados destacados. Desde principios de 2017 el plantel que hace de local en su estadio de Núñez no juega realmente a nada, sosteniéndose en actuaciones individuales que varias veces le evitaron bochornos mayúsculos, lo cual no excluye la pésima estructura técnica a la hora de reemplazar los mejores jugadores que tuvo hasta finales del calendario 2016.
Tampoco la dirigencia colaboró con este desvencijado entrenador en estos últimos cinco años de competición, vendiéndole cuanto jugador luciese interesante para la mirada de los empresarios extranjeros, quienes que se llevaron del plantel profesional varios delanteros de peso, tres mediocampistas indispensables y un par de marcadores de punta que ahora se añoran cuando este rejunte de juveniles y veteranos oxidados no lograr sincronizar las ideas que transmite un técnico que perdió credibilidad embarullando a todos con su absurda telaraña verbal. Si cada temporada el equipo millonario perdió un delantero goleador y en su reemplazo no trajo o puso algo a la altura de lo comercializado, inevitablemente tarde o temprano la ausencia de jugadores de calidad iba a convertirse en la más grave deuda de la arquitectura riverplatense en cualquier tipo de competición. La partida por divergencias deportivas como la de Leo Pisculichi o el retiro de Rodrigo Mora por cuestiones físicas, sin olvidar la venta de Marcelo Barovero al futbol mexicano, dejaron a River sin estrellas de peso, esas que justificaban las ilusiones de los numerosos hinchas millonarios, los que ahora peregrinan con estos combinados que lanzan más humo que el Aston Martin que suele usar James Bond en sus películas.
Todos los años Marcelo Gallardo ha coqueteado con los dirigentes sobre continuar o no dirigiendo al plantel millonario, buscando subliminal o conscientemente que tanto estos directivos como la hinchada reclamen sin cavilaciones su permanencia en el cargo, duro ardid psicológico que le funcionó de maravillas cuando los resultados lo acompañaban, disfrutando ese apoyo. Pero ahora cuando River ya no gana nada, pierde con rivales que no le patean al arco en todo el partido como Boca en la Copa Argentina hace un mes y encima, ostenta un bajísimo porcentaje de puntos en su cancha desde que se remodeló el césped del Monumental, ese famélico canto de sirenas para hipnotizar a los dirigentes e como tocar bocina creyendo que los piquetes de la 9 de Julio desaparecerán casi por arte de magia.
Si la sangría de jugadores claves golpeó el armazón del técnico riverplatense, ahora todo lo que viene será peor, pues al quedar eliminado de la Libertadores y no ingresar cifras millonarias en dólares por pasar de fase, la estructura financiera del club de Núñez deberá salir a vender jugadores por casi 12 millones de la moneda estadounidense buscando así equilibrar las cuentas. Por ende, jugador que pueda brindarle importantes ingresos a la institución, tendrá colocado sobre su cabeza una bidón de plástico y la calcomanía sobre su cuello anunciado que está a la venta Varios jugadores ya están planeando mudarse de club, otros piensan en el retiro como Ponzio o Pinola, mientras que los nuevos valores de la entidad de Núñez solo esperan que venga un equipo europeo a rescatarlos del durísimo devenir financiero nacional, donde la devaluación post-elecciones podría devastar todas las expectativas acerca de una microscópica recuperación económica del país.
La falta de autocrítica en algunos integrantes del plantel millonario es vergonzosa y todo hace pensar que seguirán en el equipo, hasta que alguien con un poco de raciocinio y una cierta mirada renovadora empiece a pasar la escoba por el club de Núñez. Entre ellos está Franco Armani, uno de los peores arqueros en la historia de esta institución, quien llegó al club para reemplazar al inconmensurable Marcelo “Trapito” Barovero, una guardametas que nunca River debió vender, sosteniéndolo con un sueldo que ameritara su permanencia en la valla millonaria. El cascoteado portero que suele vestirse todo el tiempo de verde para los encuentros, hace rato que no ataja nada y hace vista de los golazos que sus rivales le infieren casi como si fuera un arquero de metegol limitado en movimientos. Engrupido al momento de participar del Mundial “Rusia 2018”, las goleadas que se comió frente a los croatas y la selección francesa debieron ser la luz roja para venderlo a otro equipo y poner en River un arquero de jerarquía, algo de lo que careció en estos años deambulando con un custodio parlanchín de los tres palos condenado al retiro voluntario.
River, masacrado por el Atlético Mineiro en dos partidos que expusieron su mediocridad de juego hoy en el tradicional césped mundial, tiene demasiados problemas de difícil solución en la actualidad para alcanzar una reconversión mágica o milagrosa. La llegada de un nuevo entrenador, la purificación de un plantel formado con desaciertos y también aceptar que al comienzo será un cuesta arriba tortuoso para lograr el once ideal, asoman como los desafíos que deberá asumir la dirigencia que asuma en Núñez cuando finalice el mandato de Rodolfo D’Onofrio, alguien que construyó una semántica triunfal de un equipo que fue valioso al comienzo de la gestión Gallardo, pero que ahora se dedica a construir paredes de humo para disimular su salida de la institución. Algunos creen que si Gallardo consigue el título local, torneo que se le viene negando en las últimas siete ediciones, todo pueda ser un borrón y cuenta nueva, pero muchos seguidores admiten que llegó la hora de barrajar y dar de nuevo con otro entrenador y un plantel más motivado que el actual. Los 130 días que le quedan de mandato a Marcelo Gallardo marcarán el destino de River para la próxima temporada, porque esta, aunque gane la Copa de la Liga, terminará con gusto rancio por la infinita cadena de enormes fracasos que acumuló en la temporada.
Imágenes: River Plate / Twitter Oficial Club Atlético Mineiro
Fecha de Publicación: 20/08/2021
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