El tradicional fútbol argentino de primera división en las transmisiones televisivas de todos los tiempos, tiene algunas frases que quedaron grabadas a fuego, muchas de ellas pronunciadas por Marcelo Araujo, quien en los ‘90s y principios del nuevo milenio le fue sumando al anecdotario una gama de expresiones que millones recuerdan con una enorme sonrisa en la cara. “What it is Macaya?”, “Fue penal o estoy crazy Macaya?” son apenas algunas de esas rubicundas manifestaciones verbales en medio de un partido, las cuales en medio de la tensión que se respira por el duelo entre dos equipos, suelen aportarle primero una carga de análisis a cierta jugada, pero después un irónico humor propio de un relator que marcó sin dudas un antes y después en la televisión argentina. Ni hablar de Horacio Aiello, aquél relator que popularizó esa de “a la izquierda de su pantalla, señora”, en las transmisiones que hacía el viejo Canal 7. Los hinchas de River en su momento prestaron atención a una frase que instaló Rodolfo De Paoli, justo en un partido donde todo lo que se dice es una bomba de tiempo gramatical que puede provocar un desastre.
Jugaban River y Boca en el estadio Monumental la revancha de la semifinal de la Copa Sudamericana, el partido a los quince minutos estaba 0 a 0, un encuentro que a los pocos minutos había tenido una circunstancia dramática cuando Marcelo Barovero le atajó un penal a Emmanuel Gigliotti marcado por el árbitro, una decisión del juez que puso haber dejado al equipo local en desventaja a los pocos minutos si el delantero de Boca hubiese convertido su disparo. Los fanáticos del equipo millonario que seguían la transmisión por la Televisión Pública, un partido que por su importancia en aquél momento de la década pasada se emitió en vivo hacia todo el país y el resto del mundo, estaban a punto de ser históricos testigos de una frase que quedó marcada a fuego en los televidentes, fuesen del equipo que sea, pronunciada por Rodolfo De Paoli, quien sin imaginar lo que ocurriría, se jugó por lo que decían sus pulsaciones y formuló una histórica frase. En el minuto 16 del primer tiempo, con River respirando después de la colosal atajada de “Trapito” Barovero al número nueve Xeneize desde los doce pasos, los millonarios avanzaron por la derecha con una jugada del jugador número 15, quien combinó con Rodrigo Mora en una jugada que pareció al desviarse simplemente un ataque algo embarullado. Sin embargo la acción giró hacia la izquierda y como en los cuentos de hadas, el final feliz estaba a punto de hacer su presencia frente a 60 mil espectadores.
Leonel Vangioni recibió la pelota desde el centro a la izquierda, supuestamente le quiso pegar al arco, pero en realidad volvió a meter el balón hacia el centro cerca de la entrada al área central, trayectoria que desairó a tres marcadores del equipo visitante que trataban de impedir un remate claro a la valla de su equipo. El jugador número 15 del plantel local era Leonardo Nicolás Pisculichi, un apellido que suena parecido a esos personajes que los programas de Gerardo Sofovich o Alberto Olmedo solían incluir. Sin ir más lejos de esta arbitra televisiva había un personaje muy divertido que se llamaba “Spichicuchi”, alguien que ponía la sorpresa en los gags o remates de los sketchs emitidos en la tele. Lo cierto es que la pelota que Vangioni lanzó a la medialuna con efecto rastrón encontró justo allí la pierna izquierda del mediocampista que se había preparado para recibir el balón en aquél sector. La precisión del impacto, el efecto y la potencia produjeron un fulminante disparo al palo derecho de Agustín Orión, quien ubicado estratégicamente en el medio de su arco, desafortunadamente quedó atornillado al pasto viendo atónito como la pelota entraba a su derecha sin poder concretar alguna clase de reacción.
Los días previos al partido más importante que tiene el fútbol argentino se habían teñido de un singular dolor, pues la madre del entrenador Marcelo Gallardo había fallecido y los analistas dudaban que el DT de River pudiese estar en el banco ante semejante desgracia en lo anímico. Haciendo de tripas corazón, el exjugador riverplatense se había puesto es ambo oscuro y una camisa clara para comandar a los suyos, sufriendo como todos allí la decisión del árbitro cuando marcó el penal para los visitantes. Superado el instante con la atajada de Barovero, el destino le tenía preparada una situación icónica en el gran mundo del fútbol. En el preciso instante en que la pelota ingresó al arco, el Monumental estalló de euforia y felicidad, mientras el número 15 de River salía disparado al banco del equipo local para reconfortar al técnico millonario. Sin que nadie pudiese interrumpir su corrida, el último gran volante creativo que tuvo River en su historia después del “Beto” Alonso, llegó acelerado al borde del campo donde abrazó al emocionado técnico mientras todos los jugadores del plantel riverplatense corrían a hacer lo mismo con el entrenador. Fue en ese momento, con las imágenes del hombre emocionado por el sinsabor familiar que recibía el cariño de una de sus más grandes estrellas, donde Rodolfo De Paoli metió una frase que quedó grabada a fuego en la memoria de millones. Con las repeticiones de las distintas cámaras el relator volvió a utilizar una adrenalínica frase que había empleado durante el triunfo de River ante San Lorenzo en el nuevo Gasómetro.
“Que viva el fútbol Pisculichi!” Pronunció el relator, y esa misma expresión que tenía ya un antecedente en otro encuentro pero sin el impacto de un superclásico, ingresó de una forma decisiva al glosario de las frases memorables de los relatores futbolísticos, dando a los millonarios una connotación inédita no solo al jugador mencionado, sino también al estilo de juego que practicaba la institución del barrio de Núñez, cuando sus delanteros y mediocampistas marcaban la salida del rival en el campo contrario. Lo puntual de aquella noche nada menos que frente a su eterno rival, es que River se encaminaba conseguir un título internacional después de una sequía de campeonatos que se prolongó por 17 años, casi la misma que tardó el plantel millonario en volver a salir campeón del fútbol local en los años ‘70s. El camino a la Copa Sudamericana, por entonces con un valor especial que hoy parece haber perdido por el encandilante prestigio que se le concede a la Libertadores en todos los planos, encontraba al equipo de Gallardo consiguiendo un título que pondría en marcha una gran racha de conquistas entre 2014 y 2015 que culminó con el gran título continental de la mano de Rodrigo Mora y Leonardo Pisculichi, dos jugadores Premium que le dieron otro aire al equipo con la banda roja. Aquella frase de De Paoli consiguió en esas horas una repercusión tan fuerte, que inmediatamente la ingeniería popular la destinó a la eternidad, cuando un editor de audio cortó esa frase y la convirtió en un ringtone para los celulares. En pocos días, la frase sonaba en miles de celulares, un inesperado hit viral para un relator que arrancaba la fase de consolidación en la emisora estatal.
Rodolfo De Paoli, a instancias de sus compañeros, quienes celebraron la ocurrente frase de manera elocuente, le dijeron: “tenela preparada, porque puede ocurrir que debas usarla en la final. No se equivocaron sus colegas, pues en el partido de River como visitante allí en Colombia frente al Atlético Nacional de Medellín, esa expresión se revalidó como una frase ya distinguida en el glosario de manifestaciones populares. Los millonarios perdían 1 a 0 y las cosas estaban muy complicadas para los de Gallardo, hasta que en el segundo tiempo una jugada por la derecha del ataque riverplatense en campo rival encontró veloz al mediocampista del plantel de Núñez buscando una pared con sus compañeros, jugada que amagó ser un pase al fondo cercano al corner, pero que sorpresivamente encontró al volante creativo haciendo un pequeño esquive que desairó a dos colombianos. La defensa del equipo local tuvo reflejos tardíos ante la sorpresiva decisión del número 15 de apuntar al arco y pegarle un zurdazo muy envenenado. El arquero apenas si pudo intuir el lugar al que se dirigía la pelota y tirarse hacia ese lado. Todo fue tarde e inútil, el balón shockeó las redes y los millonarios corrieron a abrazar al autor del tanto. De Paoli, muy veloz con sus reflejos, no titubeó un segundo y en el desenlace de su relato, colocó nuevamente esa expresión que se repetiría un par de veces más. “Que viva el fútbol Pisculichi!”.
Imágenes: Télam
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