Hace algún tiempo, cerca de tres años para ser precisos, la mayoría de las noticias de nuestro país que llegan al exterior no sólo no me representan sino que además me producen algo de tristeza y bastante de vergüenza. Pero si algo hay que reconocerle a la AFA, que se mantiene impertérrita y coherente consigo misma, es que me produce el mismo nivel de vergüenza desde que tengo uso de razón. Leyendo los diarios online, actividad masoquista que llevo a cabo casi todos los días de mi vida, me encuentro con que un periodista inglés le preguntó a Guardiola acerca de las declaraciones de Chiqui Tapia que decían, palabras más palabras menos, que había desistido de la idea de contratar a Guardiola como técnico de la selección argentina porque el salario del español estaba fuera de presupuesto. Guardiola, con la caballerosidad que lo define, contestó muy amablemente y sin levantar ni un ápice la voz (yo habría puteado a tres generaciones de la familia de Tapia) que no sólo no se habían contactado con él, sino que el argumento del dinero era más bien flojo. En primer lugar porque no creía que la gente de AFA tuviera información verídica al respecto (¿no es irrespetuoso hacer público cuánto gana la gente?), pero, por sobre todas las cosas, porque al tener un contrato vigente con el City, él nunca hubiera pedido ningún cachet, simplemente porque no está disponible para negociar ningún contrato. Es decir, Tapia, en una sola declaración, se mostró de cuerpo entero: no sólo le parece que los contratos son relativos (así se manejó toda su vida), sino que elige tirarle la mochila al otro: no es que Guardiola no venga porque la dirigencia de AFA es un circo, no viene porque ÉL pide mucha plata. No puedo estar más avergonzado. Guardiola, si estás leyendo esto: no vengas. Es una trampa.
Hipólito Azema nació en Buenos Aires, en los comienzos de la década del 80. No se sabe desde cuándo, porque esas cosas son difíciles de determinar, le gusta contar historias, pero más le gusta que se las cuenten: quizás por eso transitó los inefables pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Una vez escuchó que donde existe una necesidad nace un derecho y se lo creyó.