8 de enero de 1995: Muere Carlos Monzón
Cuando se trata de ídolos del deporte, no es sencillo separar las hazañas profesionales de las desgracias personales. Carlos Monzón es un claro ejemplo de esta dicotomía difícil de discernir.
Según cuentan quienes lo conocieron, el gran campeón de boxeo trasladaba frecuentemente la violencia del ring a su vida personal. Vale decir que el boxeo no hace violento a las personas. El boxeo es un deporte de contacto. Las personas son violentas, aún siendo ajenas a este hermoso deporte. Pero en este caso en particular, Monzón reunió las dos cuotas, lo que creó un detonante. El desenlace más evidente de esta conducta fue el femicidio de su esposa en 1988, por el cual fue condenado a 11 años de prisión.
Susana Giménez, quien también fue pareja de Monzón en la década del 80, contó una anécdota que lo describe perfectamente en ese sentido. Una tarde de sol, en un paseo por las playas de Mar del Plata, la pareja se encontró con un grupo de pingüinos. Ante el deseo de la diva de tocar uno de ellos, el boxeador tomó una piedra y la lanzó contra el animal. Luego, cargó al pingüino ensangrentado y se lo llevó a su novia.
“Venía con una cara de felicidad, como si trajera un anillo de brillantes de Tiffany´s –recordó Susana–. Cuando logré sobreponerme, le grité como una loca: “¡Vos estás loco! ¿Cómo le vas a pegar al pingüino?”. Y él me contestó: “¿Vos no me dijiste que lo querías tocar?’”.
Entonces, para hablar de Carlos Monzón hay que separar una persona en dos partes. Pero como eso no se puede, vamos a hablar de Carlos por un lado, y de Monzón, por el otro. ¿Se puede separar al artista de su obra? Es una pregunta tan difícil de contestar como “¿qué fue primero, la gallina o el huevo?”. Sobran ejemplos de ídolos nacionales, tanto del deporte como del arte, cuyo comportamiento logra sentimientos encontrados en la audiencia. Por decir solo algunos: Gustavo Cordera (ex líder de la exitosa banda Bersuit Vergarabat ), Onda Vaga (aclamado grupo musical del indie rock), el “Pitty” Alvarez (cantante de la banda Intoxicados), el futbolista Carlos Tevez (por sus dichos intolerantes hacia la comunidad gay). Y la lamentable lista continúa.
¿Por qué Monzón despertó tanta admiración? Porque fue representante de la idea de que el pobre puede, mediante el boxeo, llegar a tener todo saliendo de la nada. Un caso similar al de Maradona y tantos otros. Como un animal que pelea por su presa, este campeón del boxeo, antes de ser deportista, peleaba para imponerse a los demás. Durante una pelea donde participó, la tribuna argentina colgó una bandera que decía “guapo en la vida como en la lona”, graficando perfectamente esta característica esencial.
Pero toda figura, tanto en el ring como en la vida, siempre está rodeada de otras. Amílcar Brusa era su entrenador y también fue quien le enseñó a utilizar los cubiertos. Su mánager, Juan Carlos Tito Lectoure (el dueño del Luna Park), fue quien le enseñó a pagar por su propia comida.
Carlos era el violento. Monzón era el ídolo. Ambos atropellaban todo a su paso. Cuando uno era el que peleaba a las 22hs, el otro era el que cenaba con celebridades en plena madrugada. Él era su propio empleador y por eso nadie debía decirle nada. Jamás le sobró algo, solo carácter.
Monzón tuvo una vida trágica con final también trágico: el 8 de enero de 1995, a los 52 años, murió en un accidente automovilístico en la provincia de Santa Fe. Nos dejó sus triunfos, sus títulos, sus historias y la difícil tarea de separar al ídolo del ser humano.
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