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Miguel Najdorf: el hombre que no necesitaba ojos

El ajedrecista más importante de la historia argentina llegó hasta aquí de casualidad, pero eligió nuestro país como su patria. Te contamos las dos vidas de Miguel Najdorf.

Argentina ha tenido siempre las puertas abiertas. Hasta aquí han llegado inmigrantes de todo el mundo, en distintos momentos, que fueron recibidos con los brazos abiertos y sumaron su historia, sus matices y su trabajo para hacer grande a este país. Hoy queremos hablar de uno de ellos que, además, se convirtió en el ajedrecista argentino de mayor renombre mundial: Miguel Najdorf.

Miguel Najdorf no era argentino por nacimiento, sino por elección. Eligió serlo, porque fue en estas tierras donde encontró refugio mientras su patria, su familia y todo lo que tenía eran exterminados. Para sobrevivir al dolor y al despojo, tuvo un arma muy potente: el amor por el ajedrez. Su genio y su talento fueron las herramientas que utilizó para seguir adelante a pesar de todo.

 

Las dos vidas de Najdorf

Él mismo decía que había nacido dos veces. La primera fue en 1910, en Varsovia (Polonia), en el seno de una familia judía. Fue el padre de un amigo –violinista de la filarmónica de esa ciudad– quien, a sus 9 años, le enseñó los lineamientos básicos del ajedrez. Una semana después, ya no pudo ganarle a ese niño que mostraba dotes naturales para el juego.

A partir de entonces, el ajedrez y Miguel Najdorf se volvieron uno. A los 18 años ganó su primer torneo internacional y los 20 alcanzó la categoría de Maestro Internacional. Fue tercer tablero polaco en las Olimpíadas del 35. Además, se recibió de profesor de Matemáticas, se casó y tuvo una hija, Lusia. Su primera vida ya estaba en marcha.

Un día, partió a Buenos Aires. Era agosto de 1939 y venía a nuestro país a representar a Polonia en la Copa de Naciones de Ajedrez. Su esposa, a causa de una gripe, no pudo acompañarlo en ese viaje. Se despidió de su familia sin saber que esa sería la última vez que la vería. El 1 de septiembre, Hitler invadía Polonia y comenzaba la Segunda Guerra Mundial.

Ante ese panorama, fueron varios los ajedrecistas que decidieron quedarse en nuestro país. Siendo judío, Najdorf entendió que no podría regresar a Polonia. Y, entonces, comenzó su segunda vida. Adquirió la nacionalidad argentina y mantuvo correspondencia con sus familiares durante los primeros tiempos, gracias a la ayuda de la Cruz Roja. Sin embargo, cuando los nazis pusieron en marcha la “solución final" y exterminaron el gueto de Varsovia, las respuestas a sus cartas dejaron de llegar.

Resignado, continuó con su vida lejos de su patria y de sus seres queridos. Aquí, además de jugar al ajedrez de manera profesional, también se desempeñó en otros rubros: trabajó en el negocio de las pólizas de seguros; vendió corbatas y golosinas, entre otras cosas. Quería juntar dinero y hacerse famoso con el deporte, con la esperanza de que alguien en Polonia se enterara de que él estaba aquí, del otro lado del mundo y con el corazón partido en dos.

En 1946, una vez finalizada la guerra, regresó a Varsovia por primera vez. No había nadie. Sus parientes habían sido llevados a los campos de concentración de Treblinka y Auschwitz. Todos habían muerto en las cámaras de gas de los nazis: su hijita de 3 años, su esposa, sus padres, sus cuatro hermanos, sus tíos, sus primos. Entendió que no tenía nada que hacer allí y volvió a su nueva tierra, pero creyendo que aún existía la posibilidad de que algún pariente suyo hubiera sobrevivido también al Holocausto. Con eso en mente, inició su jugada maestra.

 

Un mensaje que dé la vuelta al mundo

El 25 de enero de 1947 fue el día. Lo que planteó Najdorf fue un desafío deportivo, pero la verdadera intención era otra. Quería que su hazaña fuera comentada por el mundo entero, quería que se corriera la voz, que los diarios publicaran su foto y hablaran de él en cada rincón. Pero no era el ego lo que movía esta ambición, sino el amor: quería que todos se enteraran de que Miguel Najdorf estaba vivo, y en Argentina, si es que quedaba alguien de su familia en algún lugar.

El objetivo de Najdorf no era para nada modesto: llevar adelante una exhibición simultánea de ajedrez frente a 45 rivales, pero a ciegas. En ningún momento vería los tableros ni tendría contacto visual con sus adversarios. Solo la voz lo guiaría a través de las jugadas. El evento fue organizado en San Pablo, Brasil, por la Federación Paulista de Ajedrez, con el auspicio del diario A Gazeta.

Solo los grandes maestros han podido llevar a cabo pruebas de ajedrez a ciegas de tal magnitud. Era necesaria una memoria prodigiosa para poder retener las posiciones de cada uno de los tableros frente a los cuales lo esperaban sus adversarios. Miguel Najdorf jugó esas 45 partidas encerrado en un cuarto, asistido por un parlante desde el cual le dictaban los movimientos de cada rival y un micrófono a través del que anunciaba su siguiente jugada.

La exhibición duró 23 horas y 25 minutos, durante las cuales Najdorf se enfrentó a 45 tableros, pero a 83 oponentes, porque muchos de ellos se vieron obligados a abandonar sus puestos y fueron reemplazados por nuevos participantes. El ajedrecista argentino-polaco logró memorizar la ubicación exacta de las 1440 piezas situadas en las 2880 casillas de las 45 mesas. Ejecutó, sin errores, 1166 jugadas. Ganó en 39 mesas, empató en 4 y perdió solo 2 partidas. La proeza de Najdorf fue incluida en el libro Guinness como la del campeón mundial de partidas simultáneas a la ciega.

 

Echar raíces, otra vez

El maestro Najdorf había logrado la hazaña: su nombre estaba en los diarios y en las radios de todo el mundo. Sin embargo, ninguna persona de su vida anterior en Varsovia apareció tras que se conociera la noticia. El ajedrecista entendió que probablemente no hubiera quedado nadie vivo, y siguió adelante con su vida, con la mente puesta en el deporte y en el trabajo.

Aunque esa herida nunca sanó del todo, aprendió a vivir con ella. Formó pareja nuevamente con Eta, una mujer entrerriana, con quien tuvo dos hijas: Mirta y Liliana, quienes a su vez le dieron varios nietos. Sus últimos días los pasó junto a Rita, su tercera mujer. El 4 de julio de 1997, el gran maestro dejó este mundo, pero su hazaña aún es recordada como una de las más grandes del ajedrez a nivel mundial.

Miguel Najdorf, el ajedrecista más importante de la historia de nuestro país, no era argentino por nacimiento, sino por elección. Y aquello es, tal vez, aun más valioso.

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