Bueno, faltan pocas horas para la primera de las finales de la Libertadores. Hasta hace no mucho (horas también), no sabíamos si iba a haber público visitante, a qué hora se iba a jugar, cuál era la sanción para Gallardo, cuándo iba a ser la vuelta. Por poco no sabíamos si se jugaba o no. Y en ese sentido podríamos hablar del descalabro total que es la AFA (aunque en este caso tenga que ver también el descalabro total que es la Conmebol), materializado en estas dudas que existen a horas de uno de los partidos más importantes de la historia de ambas instituciones. Si así organizan esto, que lo está mirando todo el planeta, imagínense cómo organizan las inferiores de ascenso. Pero no es de eso de lo que quería hablar.Lo que me interesa mencionar es que el presidente de la Nación, el domingo pasado si no me equivoco, dijo por Twitter que iba a haber público visitante. Recordemos que en Argentina los visitantes no pueden ir al estadio (cosa que me avergüenza y de la que ya hablé en alguna oportunidad) desde hace varios años. Las fuerzas de seguridad, los clubes y, en especial, el Estado, en determinado momento decidieron aceptar la derrota y cortar por lo sano: ¿no los podemos controlar? Que no vayan. Es como si uno tuviera un hijo que le pega a los compañeros y en lugar de enseñarle a que eso no se hace, lo dejara de mandar al jardín. En fin. Cada uno hace lo que puede. El Estado no pudo mucho que digamos.Bueno, en ese contexto, el presidente, aparentemente sin consultarle a ninguno de los idóneos en el tema, decretó que se iba a hacer una excepción. Justo en este partido. Justo entre River y Boca. Justo en una final de Libertadores. Un acto, como mínimo, de una irresponsabilidad pocas veces vista. No sé quién, porque el caso un poco me mareó, tuvo un segundo de lucidez y decidió que no era la mejor idea. Así que borrón y cuenta nueva: finalmente no hay visitantes. Espero que sea una fiesta. A pesar del Estado, de la AFA y de la Conmebol. Porque los hinchas lo merecen.
Hipólito Azema nació en Buenos Aires, en los comienzos de la década del 80. No se sabe desde cuándo, porque esas cosas son difíciles de determinar, le gusta contar historias, pero más le gusta que se las cuenten: quizás por eso transitó los inefables pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Una vez escuchó que donde existe una necesidad nace un derecho y se lo creyó.
Rating: 0/5.