Allá por 1978 nacía una estrella en Marcos Juárez, al sudeste de la provincia de Córdoba, el mundo recibía a un jugador excelente. Se trata de Leonardo Gutiérrez, y nació un día como hoy, 16 de mayo. La hinchada lo apodaría como “el cebador olímpico”, y ese sería su bautismo definitivo.
Su vida gira en torno al balón anaranjado que lo enamoró. La conexión entre ellos dos es única y cada amante del parquet lo comprueba cuando lo ven en acción. Con solo 15 años comenzó su trayectoria en el básquet profesional, y en el Olimpia de Venado Tuerto se puso la camiseta de primera.
Talento interprovincial
Después de cinco temporadas en Venado Tuerto, pasó a Atenas. Este club cordobés es la cuna de las estrellas del básquet. Históricamente de sus equipos nacen emblemas de la disciplina. Con “el griego” (como llaman a este club) pasó un par de temporadas reveladoras. Con la verde y blanca agarró confianza y vuelo. Y terminó cambiando su amor cordobés por camisetas internacionales: se le comenzaron a abrir puertas inesperadas, pero merecidas.
Llegada internacional
Se fue a España para jugar con el Drac Inca de Mallorca, equipo de la LEB Oro. Y luego de eso, arrancó para pagos colombianos. Jugó para el Paisas de Medellín. Pero su amor por su tierra natal, lo hizo regresar. Con experiencias internacionales, comenzó su gira por los clubes de Argentina. La oferta no paraba para este jugadorazo. Pasó por Obras Sanitarias, Ben Hur, Peñarol y Boca. Siempre con trayectorias impecables. Dejándolo todo en la cancha y sorprendiendo con sus jugadas a cada paso.
Con la Selección Argentina disputó 133 partidos. Se consagró como uno de los jugadores con mayor participación y títulos logrados defendiendo la bandera. Formó parte de la generación dorada, con el equipo que más alegrías nos ha dado en la historia del básquet. Siempre jugó llenándonos el corazón de orgullo.
A entrenar se ha dicho
Luego de lograr una enorme trayectoria en la Liga Nacional y cumplir el récord de mayor cantidad de títulos con diez, se retiró. Fue en 2017, con su trayectoria coronada con miles de campeonatos ganados. Sin embargo, siguió en contacto, alentando en el parquet y armando jugadas, pero esta vez fuera de la cancha. Leo Gutiérrez comenzó con su carrera como entrenador con Peñarol de Mar del Plata. Es uno de los pocos jugadores de la Generación Dorada que se convirtió en guía y coach de un equipo profesional. Sobre esto, contó alguna vez a los medios:
“El único que intentó arriesgarse por este camino, que no es fácil, soy yo. Muchas veces, sobre todo al principio, pensaba: ¿adónde me metí?. Desde afuera parece sencillo. Creen que uno gana por tener a determinado jugador con sus virtudes y nada más. Hay que trabajar, preparar a los jugadores, saber llegarles con el mensaje que uno quiere. Me gusta el desafío de buscar ser un buen entrenador y cuando me meto algo en la cabeza, no me quedo tranquilo hasta conseguirlo. No quería, dentro de 20 o 30 años, arrepentirme de no haberlo intentado. Tengo mucho por aprender en esta profesión en la que cada día necesitás incorporar conocimiento”
Leo siempre piensa estratégicamente cómo se relaciona con los jugadores y qué enseñanzas les trasmite a sus dirigidos, no sin dejarle espacio al corazón. Sus métodos contemplan lo emocional y se involucra en cada jugada como lo hacía en sus tiempos de gloria dorada. Actualmente es el entrenador de Ciclista Olímpico de La Banda, en la Liga Nacional. Y su sueño es dirigir al seleccionado.
Que los cumplas feliz
Por todos los puntos que nos hizo festejar como jugador, y como entrenador. Por toda la pasión que nos pudo transmitir, llevando cada camiseta como si fuese la única. Y por la seguridad que nos hizo sentir cada vez que este cebador olímpico tenía el balón entre sus manos. Por todo eso y mucho más, le deseamos un muy feliz cumpleaños.
Argentina, nacida en Córdoba. Investigadora en el área de lingüística. En formación constante sobre las Letras y sobre la vida, gracias a la Universidad Nacional de Córdoba. Mis experiencias en viajes me llevaron a aprender cada vez más idiomas y querer conocer diversas culturas desde adentro. Pienso en la escritura como una herramienta para transformar el mundo y volverlo un espacio justo y equilibrado.