Si no fuera por lo desopilante en que se ha convertido todo esto, sin dudas el asunto sería una de las cosas más patéticas de la actualidad. El deportista argentino más popular en la faz de la tierra, un jugador de fútbol que ha acumulado una fortuna que está cerca de los mil millones de euros o probablemente un poco más, tuvo que cumplir protocolarmente a tono con estos tiempos, con una obvia conferencia de despedida de la institución en la que militó en las últimas dos décadas. Los atletas que se desempeñan habitualmente en esta especialidad saben de una sobrada forma, que actualmente la vida deportiva promedio de un futbolista hoy está cercana a los 37 o 38 años de edad, aunque haya honrosas y felices excepciones al respecto.
La partida de la estrella de la escuadra culé permite amores y odios en fuerte proporción a esta altura de las circunstancias. Mientras millones de fanáticos del número 10 barcelonés se emocionan con un Messi llorando descontrolado en la conferencia de prensa ofrecida en la madrugada del domingo, no faltan aquellos muy graciosos detractores que alertan que el freezer está perdiendo agua. Lo puntual es que el argentino se mostró conmovido desde el comienzo de su discurso, casi sin poder hablar. La frase que obviamente se roba todos los títulos y comentarios es “hice todo lo posible por quedarme y no se pudo. No tengo más nada que decir, hicimos todo lo que se pudo", expresó el mediocampista para detallar hasta donde él, su padre y equipo de abogados remaron para que el joven volante se mantuviera en el plantel del equipo español.
A esta altura de los acontecimientos, sea cual sea el equipo en el que la gente pueda ver al astro argento-español en un campo de juego, hay que ceñirse rápido a una famosa frase de la campaña política de Bill Clinton en 1992 contra George Bush (padre). “¡Es la economía, estúpido!”, fue el principal slogan de esa contienda electoral que culminó con el éxito del saxofonista estadounidense que llegó a la presidencia, para que después un escándalo con ese “instrumento” y una asistente gubernamental le costara un bochornoso proceso judicial que el mundo avistó azorado. Aquì no se trata de un deseo deportivo, sino de un deporte que en los ùltimos treinta años hizo comprender a los dirigentes que la chance de facturar a expensas de la pasiòn futbolìstica, uno de los cinco mòdulos financieros que mueven la economía mundial de manera contundente e inmisericorde.
El famoso “hice todo lo posible por quedarme y no se pudo”, tiene mùltiples lecturas. Por un lado, es un torpedo enviado a baja profundidad a la dirigencia española, señalando que el jugador aceptaba llevarse su sueldo mensual a la mitad y reducir otros ingresos, pero la férrea disciplina económica que rige a los equipos españoles no les permite por el famoso “fair play financiero” realizar gastos que superen cierta cifra aceptada en los reglamentos de proyección comercial de la materia. Joan Laporta, actual presidente del Barcelona, hoy está en el ojo de la tormenta, porque sabe que esa declaración emitida en una conferencia de lacrimógeno efecto, lo ha puesto en el rol de “villano estelar“ a la hora de adjudicar una gama de responsabilidades por la partida del mediocampista que brilló en esa institución.
Así como Bill Clinton le espetó a George Bush, por entonces presidente de los Estados Unidos, esa frase que además sumaba otras dos vinculadas al cambio de formato político y el sistema de salud, aquí ese concepto abarca un rol principal en todo lo ocurrido. Según la postura del presidente de la institución catalana, insistir en la contratación del argentino para que siguiese otros cinco años más y se despidiese del fútbol en esa institución culé, sería “hipotecar al club y no puedo permitirme eso”, del lado del volante argentino que no militó jamás en un equipo de primera de nuestra nación, hay bronca disimulada a medias aguas porque Messi en su momento apoyó la llegada de Joan Laporta al máximo cargo de ese equipo futbolístico de máximo nivel en los últimos cuarenta años.
Casi planificado como una telenovela muy dramática que suma elenco, escenarios de un incalculable lujo y muchísimos millones de euros como botín de combate, la partida del deportista que inició su carrera en las inferiores de Newells puede costarle al presidente y la entidad que maneja un despampanante dolor de cabeza, tomando en cuenta que ahora sin Messi, el Barsa es un equipo que deberá resetear todo su sistema de juego sin contar con su artífice más destacado en estas décadas. La buena noticia en medio de todo esto, es que por lo menos ya tienen a alguien para cebar mate en los entrenamientos y viajes de la delegación culé alrededor del mundo, con la llegada de Sergio “Kun” Agüero, quien feliz e ilusionado se jugó unas fichas pensando que jugaría con su amigo en el club español y en segundos comprobó que…”¡es la economía, estúpido!”. Su pase del fútbol inglés a la gran liga española tenía sentido si podía compartir un equipo con su gran amigo, pero a la hora de facturar, las amistades quedan a un costado cuando los abogados apuran las decisiones para lograr el mejor negocio. Para completar una secuencia nefasta en lo personal, Agüero se lesionó antes del partido de la Copa Gamper y estará dos meses y medio sin entrenar en el club donde fue fichado, un desastre no dimensionable en estas horas.