Es imposible explicar las pasiones, simplemente porque no tienen ningún anclaje en lo racional. Por qué una camiseta nos despierta amor, por qué unos colores nos dan alegría, por qué ver a once seres humanos corriendo atrás de una pelota nos revoluciona el corazón es algo que no se puede analizar: se siente y nada más.
Nos pasa con nuestros clubes de fútbol y nos pasa, por supuesto, con nuestra Selección. En este último caso, el sentimiento de patria justifica, en algún punto, ese amor loco cada vez que Argentina sale a la cancha. Pero ¿qué pasa cuando los que sienten el fanatismo viven a miles de kilómetros de nuestro país? ¿Cómo se entiende?
Desde que ganamos la Copa América en 2021, nos enteramos de que los habitantes de Bangladesh son fanáticos a muerte de la Selección argentina. Ahora, la proximidad entre ese país y Qatar, la sede de la Copa del Mundo 2022, hizo que muchos de ellos viajaran hasta allí a ver de cerca a Messi y compañía. Quienes no pudieron viajar siguen con fervor cada partido; gritan, lloran y festejan cada gol tanto o más que los propios argentinos.
En los techos de los edificios flamean banderas gigantes de la Argentina y, lo más llamativo de todo, es que lo viven con total naturalidad. Como si fuese normal hinchar por un país que nada tiene que ver con el suyo; un país que jamás visitaron y, en la mayoría de los casos, jamás visitarán.
Sucede que, precisamente, para la gente de Bangladesh, alentar a la Selección argentina ya es de lo más natural.
Son las 3 de la mañana en Bangladesh, pero todo el país está en las calles celebrando la clasificación de Argentina. Están festejando más que nosotros mismos. Es impresionante. pic.twitter.com/xuyk82jfd4
— Agustín Antonetti (@agusantonetti) November 30, 2022
Diego lo hizo otra vez
El origen de este peculiar fanatismo, al parecer, tiene como responsable a la figura de Diego Armando Maradona; un ídolo que trascendió los límites de las fronteras y llegó a todas las latitudes.
El fútbol, muchas veces, es un medio donde se canalizan emociones que provienen de ámbitos bastante diferentes. Nos pasó a nosotros en el Mundial del 86, cuando Diego se tomó revancha contra los ingleses con los dos goles más legendarios de la historia. Nada tenía que ver un simple partido con una guerra, pero, para los argentinos, el Gol del Siglo y la Mano de Dios se sintieron como el desquite que tanto necesitábamos.
Maradona se transformó inmediatamente en héroe. Y no solo en la Argentina.
Cuenta la historia que el fanatismo bangladesí por nuestra Selección también tuvo su origen en ese encuentro inolvidable. Pero la sed de revancha, en este caso, venía de varias décadas atrás. En 1942, se produjo la llamada Batalla de Singapur, a partir de la cual Winston Churchill tomó la decisión de cortar los suministros al pueblo de Bangladesh (que, en ese entonces, formaba parte de Pakistán), con la excusa de que sus habitantes podrían llegar a apoyar a Japón en la Segunda Guerra Mundial. Como consecuencia de ese bloqueo, se produjo la conocida Hambruna en Bengala, en el año 1943.
A partir de ese momento, los británicos se convirtieron en los principales enemigos de la población bangladesí. Tuvieron que pasar más de 40 años para que apareciera alguien que pusiera a los ingleses en su lugar. La eliminación de la Selección inglesa de aquel Mundial se sintió, para ellos también, como una revancha. Inmediatamente, Maradona se convirtió en el vengador que estaban esperando y la Selección argentina pasó a ocupar un lugar central en sus corazones.
Tiempo después apareció otro argentino de piernas mágicas que motivó aún más su fanatismo por la Argentina. Aunque su propio seleccionado nunca pudo clasificar para una Copa del Mundo, cada partido de la Selección argentina se siente como propio en Bangladesh. Porque el amor no entiende de razones y la pasión no necesita explicaciones.
Imágenes: Télam
Licenciada en Comunicación Social y correctora. Nacida y criada en el oeste del conurbano bonaerense. Sagitariana, vegetariana, crossfitera y viajera. Estoy convencida de que, con las palabras, podemos hacer magia. Pasen y lean.