¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Lunes 20 De Marzo
Tener a los mejores jugadores posibilita acercarse rápidamente al éxito, pero no lo garantiza, porque lo importante es tener el mejor equipo, y es aquí donde la sapiencia, el criterio y el sentido común de un líder deportivo se ponen a prueba. No son tan importantes los conocimientos inherentes a su rol específico de entrenador, sino los hechos trascendentes que este motiva, dispara y produce, muchas veces extraordinarios y únicos.
Los sistemas de entrenamiento cada día son más sofisticados. El empirismo ha cedido abiertamente ante el avance de la tecnología en el campo de la performance deportiva. Drones, cardio tacómetros, GPS, softwares aplicativos y una vasta gama de auxilios, son herramientas que ningún entrenador que se precie de moderno puede ignorar. Sin embargo, este nunca debe dejar de soslayar que conduce seres humanos con sentimientos y emociones, que sin dudas incidirán en su rendimiento.
Las relaciones interpersonales, con los jugadores, la dirigencia, el periodismo, el público, incluso dentro de su mismo equipo de trabajo, son factores dinámicos que de una u otra manera fueron, son y serán condicionantes más o menos influyentes en el resultado final. Y es aquí donde ninguna tecnología puede suplir la capacidad -innata o adquirida- de un líder para generar en el otro entusiasmo por su propia visión.
Son los conceptos aplicativos y fundamentalmente la manera de actuar del líder los que en definitiva terminarán moldeando o no en la excelencia al jugador y al equipo. El entrenamiento en el gimnasio, la pista, la cancha o el campo con el aporte cada día más importante de la ciencia forjarán seguramente al “atleta destacado”, pero el “campeón” surgirá bajo la tutela de alguien que supo ver y actuar más allá de cualquier sistema de entrenamiento.
Aunque el mundo digital y el “big data” invadan todas las áreas, incluso la deportiva, serán la comunicación integral, la sapiencia para resolver crisis, la empatía, algunas de las condiciones tan o más valoradas que el conocimiento de tácticas y estrategias. Entonces, paradójicamente la capacidad de transmitir y manejarse con el equipo es cada vez más importante en la era de la tecnología. Las “habilidades blandas” tienen hoy un rol decisivo en la construcción de un grupo exitoso, y aunque los entrenamientos ayudan, la mejor manera de transmitir dichas destrezas es hacerlas parte de un contexto general.
De ahí que hoy los resultados positivos para muchos entrenadores, parecieran ser consecuencia exclusiva de la aplicación de la ciencia a través de las “habilidades duras” desarrollando y aplicando las variables del entrenamiento técnico, táctico, físico, etc., sumadas al talento personal que pueda aportarle cada uno. Sin embargo algunos de los que conducen van más allá, aportando ideas al desarrollo del individuo y del equipo y son muy pocos los que se percatan que los resultados más sorprendentes suelen darse cuando además se involucran ciertos valores, es allí entonces que aparece en toda su dimensión un líder. Es evidente entonces que la tecnología, la medicina y la ciencia en general nos aportan innumerables elementos, variabilidad de métodos de entrenamiento, infraestructura ideal, rica logística, etc., que hacen que la posibilidad de alcanzar habilidades individuales y de conjunto de alto nivel sean muy factibles; hasta aquí el nivel preponderante del método científico es innegable, pero, ¿es suficiente para hacer perdurar y trascender en el tiempo a un jugador o a un equipo? ¿Cuáles son los factores que le darán la posibilidad de pasar a formar parte de la historia de su deporte? … posiblemente serán acciones que van más allá de un campo de juego y que la sociedad vislumbra, aprecia, se consustancia e incluso se enorgullece: los valores que comprometen a ese individuo o grupo.
Para sobresalir y llevar al jugador y al equipo al éxito, a un entrenador no le alcanza hoy -nunca fue suficiente- , con una información de excelencia, sin dudas también debe poseer una “formación” adecuada cimentada en el criterio, el sentido común, la pasión, los conceptos sustentables y la transferencia emotiva de su propia visión.
Son dos términos que justamente, muchas veces, se confunden como sinónimos cuando queremos calificar a alguien. Es posible que en algunas ocasiones ambos se conjuguen en una misma persona, pero nada mejor que valorar como “prestigioso” a aquel que trasciende por sus logros deportivos -o también científicos, artísticos, educativos, humanistas-, pero siempre enmarcando dichos resultados en una serie de valores que los hacen únicos, históricos y también ejemplificadores para la sociedad. El entrenador “famoso” acotará su accionar a un resultado personal, muchas veces triunfador y reconocido mediáticamente, pero sin ningún legado superador para la sociedad o medio en la que se desenvuelve.
Cuando leemos y escuchamos hablar de líderes -sindicales, empresarios, políticos, deportivos, etc.-, cabe preguntarse si se hace referencia a individuos, que más allá de una actividad puntual de conducción en función de performances, están generando un ámbito de crecimiento generoso y de valores altruistas en su entorno?, o son simplemente famosos que ocupan circunstancialmente el vértice de una organización?.
De ahí que en este vertiginoso y competitivo mundo moderno, debemos saber diferenciar entre administradores, gerentes y entrenadores exitosos y famosos, o auténticos líderes prestigiosos.
Fecha de Publicación: 28/11/2020
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