¿En qué quedamos? ¿Podemos o no podemos?
Tema de la semana: la Superfinal.
Deportes
Bueno, ya casi no falta nada. Parece que, por fin, la Superfinal de la Copa Libertadores de América se va a jugar, gracias al cosmos, en un país serio. Un país serio que puede asegurar que el evento deportivo más importante de la historia argentina (y que seguro está en el top 3 de los más importantes de América) se lleve a cabo sin imprevistos de violencia y esas animaladas que cometemos los sudacas que vivimos debajo del Ecuador. Eso sí, esta nación avanzada, seria y racional, le solicitó a las autoridades argentinas que manden efectivos porque no están seguros de poder con tanta pasión. ¿En qué quedamos? ¿Pueden o no pueden? ¿Quién va a pagar los costos del envío de la delegación de seguridad a España? ¿Quién va a pagar los cafecitos en Barajas? ¿Por qué tenemos que hacernos cargo de algo que nos dijeron que no podíamos hacer? Todas estas preguntas (la mayoría retóricas, claro), intentan desentrañar un concepto que si permitimos que se nos arraigue puede ser más nocivo de lo que pensamos. Los argentinos sí podemos. De hecho, lo hacemos. Una semana antes, en la Boca, lo hicimos. Ya se derramaron océanos de tinta (o de bits, en realidad), analizando responsabilidades, opinando acerca de lo que pasó y por qué no se evitó, qué es lo que hicimos mal, etc. Me parece oportuno recordar que solo poniendo una valla (como se pone CADA VEZ que juega River de local, CADA VEZ menos esta) se evitaba este tema. Entonces, sobre la leche derramada, nos quedan dos opciones: reflexionamos o nos indignamos. Pensamos cuáles son las fuerzas que están operando o nos convencemos (y este es el riesgo que estamos corriendo y que me parece fundamental destrabar antes de que sea demasiado tarde) de que somos una manga de bárbaros que no podemos ni organizar un partido de fóbal. Cuando a un nene, cuando es chiquito, se le insiste en que no puede hacer algo, lo más probable es que al final no pueda en serio. Nosotros ya no somos ningunos chiquitos, pero hay algunos que insisten en tratarnos como tales. Sí podemos. Lo que hace falta es tener la convicción, las ganas y, claro, los funcionarios idóneos y honestos. Lo cual no es poco.