¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Martes 06 De Junio
Leíste bien: ya es hora de hablar de la misa TCera.
Si no sos de acá y en algún momento visitás Argentina, quiero que sepas que existen dos tipos de misas que nada tienen que ver con la religión de la iglesia evangélica apostólica. Una es conocida como la “Misa ricotera” que corresponde a los seguidores de la banda de rock del Indio Solari. La otra es la “misa tcera”. Esta última es el tema de hoy.
No entiendo mucho de autos, pero soy fanático del TC. Repito: no entiendo NADA de autos, pero soy fanático del TC. ¿Cómo puede ser? No soy capaz de valorar un buen motor, no sé nada de preparación para competición, no entiendo cuándo una maniobra es una genialidad y cuándo una imprudencia innecesaria. Entonces, ¿cómo se puede ser fanático de algo sin comprenderlo en lo más mínimo? Porque tuve la suerte de ir a cubrir una fecha para hacer una crónica. Y la mejor manera de deslumbrarse con algo es entrarle de sopetón, sin conocer nada, como cuando nos enamoramos de alguien, como cuando tenemos un hijo, como cuando leemos un libro de un autor que no conocíamos y al terminarlo somos una persona distinta.
Una linda sorpresa que me llevé al conocer esta disciplina es que cuando un auto pisa las esquinas, las líneas blancas y negras que parecen una peatonal, en la jerga de los fierros se los llama “pisar el tecladito”. No es nada brillante. Solo es un detalle tierno, lúdico, casi de niños. Pero me encantó.
Volvamos al TC. Fui a cubrir la fecha y no entendí nada de lo que pasaba adentro de la pista, de hecho no recuerdo ni quién ganó. Pero lo importante, ahí me di cuenta, pasaba afuera. Primer punto: la carrera dura 72 horas. Empieza a gestarse el viernes a la tarde y termina el domingo a la nochecita. O sea, la carrera no. El “fenómeno”, digámoslo así. Familias enteras van a acampar en las inmediaciones del circuito, las parrillas se prenden el viernes y se apagan el domingo. Se toman ricas bebidas, pero nadie se pone molesto. La gente es fanática de su equipo (también ahí descubrí que si bien los más grandes son Ford y Chevrolet, no son los únicos) pero convive con el resto.
Ahí me enteré, también, que el mejor autódromo de Buenos Aires es el de los hermanos Gálvez. Me refiero a Oscar Alfredo y su hermano menor, Juan. Ambos fueron pilotos de automovilismo y obtuvieron cinco títulos y más de 40 victorias consecutivas. Otro detalle, quizás nostálgico y familiar, que me conquistó. En el TC todos conocen estos nombres y los esbozan con una sonrisa amigable como si comieran asado con los Gálvez todos los domingos.
Pero lo que realmente terminó de enamorarme de este evento es que muchos de los asistentes, que iban con remeras y banderas de sus colores, tampoco estaban muy atentos a la carrera. Estaban pasando un fin de semana con sus familias y sus amigos, escuchando música, bailando y comiendo. Estaban en una comunión muy difícil de explicar para quienes están del otro lado de esas puertas.
Se habla mucho de la misa ricotera (que también me conmueve, pero es un tema para otra columna). Yo creo que ya es hora de hablar de la misa TCera. Porque tanto los fierros como la música de los Redondos comparten una mística para quienes lo difrutan. Y esta fiesta compartida no dura solo lo que dura el recital o la carrera, si no que empieza con la preparación en las horas previas, pasa por la alegría del mientras tanto y termina en una euforia que dura por días. Y, por supuesto, ambas misas no se pueden explicar: se respiran, se sienten y se viven.
Fecha de Publicación: 18/04/2018
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