Mundial de Alemania, 2006. 22 de junio. Stuttgart. Juegan Croacia contra Australia. El partido lo dirige el inglés Graham Poll. Es el último partido del grupo, todavía se definen cosas. La cosa se caldea un poco y hay patadas. En el minuto 90, el árbitro amonesta a Josip Simunic, mediocampista del equipo balcánico. En el 93, el croata protesta como un energúmeno, amarilla de nuevo y afuera. Hasta acá, algo completamente normal, propio de los nervios de los momentos en los que se está definiendo algo (empataron 2 a 2 y pasaron los australianos a octavos). Pero el partido iba a quedar en la historia de los mundiales porque Simunic ya había recibido una amarilla en el minuto 61. Es decir, es el primer jugador mundialista que necesitó tres amarillas para ver la roja.
En su momento, Markus Siegler (portavoz de la FIFA), declaró que “tres amarillas a un mismo jugador son demasiadas tarjetas”. Terrible la capacidad de reflexión, ¿no? El caso pasó más o menos desapercibido porque la selección que podría haber protestado, la australiana, no lo hizo porque el empate le servía. Pero, ¿qué hubiese pasado si no era así? Después del partido, el árbitro dijo que lo que lo confundió fue que Simunic, si bien jugaba en Croacia, es nacido y criado en Australia y que le protestó en “australiano”, lo que hizo que anote la amarilla para el número 3 de Australia y no para el 3 de Croacia. Si bien es verdad que el croata es australiano, como excusa es un poco floja. De hecho, no hizo falta que la FIFA se expida, el mismo árbitro renunció a dirigir partidos internacionales a partir de ese momento. Un error lo tiene cualquiera. Pero en un partido del mundial no es el mejor momento.
Hipólito Azema nació en Buenos Aires, en los comienzos de la década del 80. No se sabe desde cuándo, porque esas cosas son difíciles de determinar, le gusta contar historias, pero más le gusta que se las cuenten: quizás por eso transitó los inefables pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Una vez escuchó que donde existe una necesidad nace un derecho y se lo creyó.