Aunque en teoría ninguno de los dos lo admitía oficialmente, se jugaba muchísimo más de lo imaginado en el partido que hace diez días Boca le ganó a River en el Monumental, un crucial duelo que terminó de confirmar definitivamente, que en las malas el discurso de Marcelo Gallardo para explicar las derrotas se convierte en un curioso relato que ya ni el mismo cree en su endeble oratoria. Con la mentalidad ganadora y tibias declaraciones de cassette no se gana un partido, algo que confirmó el exitoso técnico millonario cuando el domingo 20 se retiró del campo del Monumental masticando bronca por un resultado a ciencia cierta inesperado en sus cálculos previos. La justa victoria de Boca Juniors sobre un rival que abusó de cierto planteo ofensivo sin resultado concreto, le puso condimento a un choque que los hinchas millonarios no pudieron digerir, lo cual provocó finalmente un escándalo mayúsculo cuando al retirarse del campo el equipo visitante, la hinchada que se hallaba ubicada en ese sector cercano al campo no tuvo mejor idea que lanzar sobre todos los jugadores Xeneizes una variada gama de objetos, mientras la policía daba resguardo al equipo vencedor con sus reforzados escudos de trabajo.
El bochornoso tiro al blanco que practicaron los fanáticos riverplatenses no fue la única cuota de escándalo que asomó en el Monumental, pues otra parte de la hinchada también en el segundo tiempo, cuando los minutos pasaban veloces y el equipo local no conseguía de forma alguna la igualdad, comenzó a prender varias bengalas en la tribuna alta y también lanzar un par de las denominadas “marinas”, las cuales por suerte no impactaron en nadie ubicado dentro del estadio, lo cual hubiese sido una vergonzosa tragedia. La justicia actuó de forma inmediata al apreciar las imágenes que pudieron apreciarse por la televisión en vivo, disponiendo un importante allanamiento en el estadio algunas horas más tarde, a la búsqueda de elementos para sostener la investigación sobre el origen de los elementos de pirotecnia empleados por la parcialidad riverplatense ese anochecer. Los investigadores a tan solo 24 horas del partido encontraron diversas pruebas, numerosos elementos que dieron respaldo a la teoría de una conducta antirreglamentaria, ratificando así tal como se esperaba la presencia en esa particular zona del estadio, de un numeroso material totalmente prohibido para un evento deportivo, momento donde los noticieros de tv transmitieron diversas imágenes de las distintas bengalas y otros artefactos pirotécnicos prohibidos para esa actividad.
En los vestuarios, dos planetas totalmente diferentes. En el vestuario visitante, Sebastián Battaglia tomó la veloz decisión de salir de camarines e ir rápido a hablar con los medios, entendiendo que cerca de allí el clima totalmente adverso impediría declaraciones de su colega inmediatamente luego del duro traspié vivido, situación donde prefirió ante todas las consultas mantener una posición austera y humilde, entendiendo que esos minutos posteriores al partido podían jugarle una mala pasada en lo verbal. El DT boquense dejó entender que sus dirigidos respetaron a rajatabla el concepto que predicó poco antes del encuentro, táctica que rindió sus frutos cuando al comenzar el segundo tiempo un balón perdido por González Pires fue capturado por Sebastián Villa, quien ni lento ni perezoso esquivó a Franco Armani para poner el único tanto del partido. Battaglia no escatimó por esos instantes bastantes elogios para Agustín Rossi, quien por sus méritos cuidando el cero en su arco se erigió en el protagonista indiscutido del superclásico con todas las pelotas que sacó en el encuentro. La última, un cabezazo de Agustín Magaldi, demandó un enorme esfuerzo físico, detalle que el técnico boquense destacó muy halagado por el brillante y consistente trabajo del guardametas Xeneize. Buscando cuidadoso no subirse a ninguna cúspide victoriosa, celebró el resultado de manera serena, hasta seria, repitiendo su serena felicidad por las indicaciones que cumplieron los jugadores a lo largo de todo el partido.