Ser Argentino. Todo sobre Argentina

¿Cómo se gana una final?

Tema de la semana: la superfinal.

Hoy leí que una “estrategia” de Tevez para ganar el sábado que viene consistió en invitar a todo el plantel a cenar a su casa como mecanismo para que el grupo se sienta más unido y, por ende, más comprometido con el desafío que se les está viniendo encima. En la otra vereda, Gallardo apura el regreso de Scocco, que está volviendo de una lesión, en especial porque la amarilla que le pusieron en la bombonera a Santos Borré le sacó una carta de ataque. Y entonces, como habitualmente me pasa, me puse a pensar (juro que no lo puedo evitar, a veces me gustaría parar un poco). En fin, lo que pensé es lo siguiente: ¿cómo se ganan estos partidos? ¿Mejor plantel? Sin dudas. ¿Trabajo táctico en la semana (y en este caso, en las últimas 30 semanas)? Claro, es imprescindible. ¿Huevos? Sí, fundamental. ¿Suerte? Ningún campeón logra un título sin suerte. Todo esto es necesario, pero no es suficiente.Y acá viene el verdadero tema de esta columna: el éxito es muy injusto. Como alguna vez ya mencioné, soy un bielsista empedernido. Si algo me gusta más que el fútbol es el fútbol de Bielsa. Por eso, como podrán imaginarse, el fracaso en el mundial del 2002 me pegó fuerte. Nunca vi jugar mejor a ninguna selección argentina. Habíamos clasificado al mundial cinco fechas antes, le ganamos a Brasil las dos veces. Y nos quedamos afuera en primera ronda. ¿Jugamos mal? Puede ser, pero no mucho peor que el resto. No hicimos goles (uno de córner y uno de penal), pero tampoco nos hicieron (uno de tiro libre y otro de penal, ambos ejecutados de manera impecable). Entonces, ¿merecimos quedarnos afuera? Yo creo que no. Pero también aprendí, ese día, que a veces merecer no es lo más importante cuando lo que se juega es a cara o ceca.En esas situaciones hay que tener suerte, y no solo en términos de un off side mal cobrado o de una pelota en el palo: cuando en 90 minutos se juega el destino de un año de trabajo importan cosas como la moral de los jugadores, que ese día no se hayan levantado afiebrados o que no haga demasiado calor. El éxito y el fracaso son categorías que no deberían definir los procesos. Espero sepamos entenderlo de una vez los argentinos, para no insultar al que comete un error ni, claro, alabar de por vida al que estuvo donde había que estar en el momento justo.
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