¿Quién puede decir que Lionel Messi no ganó nada con la Selección? ¿Alguien discute que se puso el hombro el equipo innumerables veces, en la clasificación angustiosa contra Ecuador para Rusia 2018, o escondiendo la pelota en la reciente final contra Brasil para obtener la ansiada Copa América 2021 tras 28 años de sequía? Estamos hablando de Lio, que vistió 164 veces la camiseta, y convirtió 90 goles, récord absoluto, superando por lejos a Javier Zanetti y Gabriel Batistuta, con más de un 70% ganados. Incluso supera a Diego Armando Maradona. Sin contar sus mundial juvenil perfecto en 2005, la medalla de oro en Beijing 2008 y la Finalísima contra Italia en 2022. O sea que es falso correr por la data dura a lo que seguramente con el tiempo se llamará la Era Dorada de Messi, que tendrá un nuevo capítulo en Qatar 2022, siendo uno de los tres únicos jugadores que jugaron ¡cinco! mundiales, y quién sabe, con resto para el 2026. Claro, ¿y el Mundial? Esa historia la escribió en los tres últimos recordando que nadie juega ni se salva, solo, ni es un Héroe, solo.
“Hace un tiempo que estoy viviendo un gran momento en Argentina. La gente y el periodismo cambió mucho conmigo, porque antes fueron muy críticos. Ahora siento que se habla con más respeto y siento un respaldo que antes no tenía. Después de haber ganado la Copa América se convirtió todo en algo más hermoso”, admitía el capitán argentino a TYC Sports hace unos meses. Messi, al fin, el 10 capitán, con su pueblo.
“Hicimos cosas espectaculares que no se valoraron”
“Muchas veces dijimos que no sólo importa ganar, porque años anteriores hicimos cosas espectaculares que no se valoraron. Fueron muy injustos con el ciclo anterior. Dimos todo por la Selección, llegamos a la final del mundo y a dos finales de la Copa América, pero quedó una sensación rara con ese grupo. Se lo maltrató mucho. La gente fue muy feliz durante todo el Mundial de Brasil y se perdió por un detalle. Está bueno que la gente reconozca lo que se hizo”, continuaba explicando en una larga entrevista con la alegría de haber logrado la Finalissima 2022 ,en el estadio de Wembley, contra el campeón europeo, Italia, en mayo pasado. Y sacándose una espina que, en verdad, arrancó mucho antes que Götze en el minuto 113 clavara el puntazo para darle el Mundial a Alemania frente a Argentina en Brasil 2014.
Aún resuena la silbatina impresionante del público santafesino, su público, con el tiro libre mal ejecutado que prácticamente sentenciaba la eliminación en la Copa América 2011, luego del fiasco de Sudáfrica 2010. Fiasco mayúsculo porque sostenido en una quimera, en juntar a los dos mayores ídolos del fútbol argentino, uno en el banco, Maradona, otro en cancha, Messi, iba a resultar suficiente para bordar una nueva estrella en la casaca, la anhelada tercera.
Sudáfrica 2010. Los dos Diez más grandes no fueron suficientes
En la previa nada indicaba la vuelta olímpica, por más que Maradona la haya soñado con Ariel Garcé, el lateral de Colón de Santa Fe, con la copa entre manos. El santafesino viajaría inexplicablemente al continente africano, que por primera vez organizaba el máximo certamen planetario de la redonda -y que inauguró una rara tendencia de estadios que finalizan a minutos del pitazo inicial. Inexplicable porque junto a éste jugador de categoría local se optó por estrellas de los mayores clubes europeos, desde el Real Madrid al Inter, y jugadores a minutos del retiro, como Martín Palermo. Toda una nutrida camada que venía jugando desde los certámenes juveniles que Alfio Basile primero -el DT de Estados Unidos 1994, y campeón de la Copa América 1991 y 1993-, y luego Maradona, alineó sin encontrar, en cuatro años previos, un estilo definido de juego. La clasificación angustiosa ante Uruguay, con un Diego insultando a periodistas, con 23 goles a favor y 23 en contra -incluye la antológica goleada que los bolivianos propinaron a los argentinos en La Paz, 6 a 1- , y los enfrentamientos con jugadores clave, caso Riquelme, ensombrecieron la llegada a África. Y si bien los resultados parecieron pasar del mito a la realidad, puntaje ideal en la primera ronda, atrás Nigeria, Corea del Sur y Grecia, y goleada a México, el 0 a 4 de los alemanes el 3 de julio de 2010 representa de las peores caídas del seleccionado en su historia. Y volver a empezar.
Brasil 2014. Las tumbas de la gloria
Nueva decepción mayúscula en la Copa América de 2011, con Uruguay que despacha a los argentinos en su propia casa, en contraposición a un eliminatoria que se obtuvo con facilidad de mano de Alejandro Sabella, el técnico del multicampeón Estudiantes de la Plata 2009 y 2010. Que siendo un habilidoso volante en cancha derivó de técnico en un esquema conservador, casi defensivo. De todos modos, algo había cambiado en la percepción de los fanáticos. Quizá viendo el potencial de los intérpretes de vocación ofensiva en su mejor momento, y con edad ideal, Messi, Sergio Agüero, Gonzalo Higuaín -entre los tres sumaban más de cien goles en 2013- y siguen los botines dorados. Así Sabella convino, quizá contrario a su filosofía de juego, un híbrido que se fue ajustando al correr de los partidos amistosos previos al mundial, y en las distintas prácticas del Centro de Entrenamiento Cidade do Galo del Atlético Mineiro, en Minas Girais.
No resultó un trámite la fase de grupos de Brasil 2014 con Bosnia y Herzegovina, Nigeria e Irán, que contó con un Messi inspirado, en especial contra los iraníes, clavando un zurdazo en el último segundo. Fue un factor determinante el apoyo de la enorme cantidad de argentinos que se agolpaban en cada encuentro, desde el Maracaná de Río de Janeiro al Arena de San Pablo, y que instigaban a los anfitriones con el famoso “Brasil, decime qué se siente” Encima, la selección brasileña iba camino a un desastre futbolístico colosal, comparable con el Maracanazo de 1950, y que se coronaría infaustamente en los siete goles que propinarían los alemanes en la semifinal. Brasil, se sentía muy mal.
Del otro lado de la frontera, las pasiones se encendían con el paso firme de los dirigidos por Sabella, que resignaban juego, ajustadas victorias con Suiza y Bélgica, por una efectividad que encendía las ilusiones de los argentinos. Si bien el esquema no propiciaba el juego de Messi, de hecho no anotó más goles cuando en la fase de grupos hizo cinco, y privilegiaba el orden táctico con Ezequiel Lavezzi y Ángel Di María -decisivo en estos partidos, y que lamentablemente se lesiona antes de la semifinal-, una nueva chance campeona asomaba el 9 de julio de 2014. Otra vez Holanda llegaba a instancias decisivas, era la subcampeona de Sudáfrica 2010, otra vez Holanda ante los argentinos como en el Mundial 1978. Partido cerrado, donde Javier Mascherano se convirtió en héroe junto al arquero Sergio Romero. Así la celeste y blanca disputaba una nueva final luego de 24 años.
De aquel partido del 13 de julio de 2014 quedan muchas postales. La más dolorosa la expresión de Messi con la copa perdida. Otra, la algarabía descontrolada de los brasileños que festejaron como propia la victoria de Alemania. O el legítimo penal que no se cobró a los argentinos por una clara infracción del arquero Manuel Neuer a Higuaín. O los goles errados del mismo Gonzalo y Rodrigo Palacio más la única que tuvo Messi y que salió a milímetros del poste -mucho más que los alemanes en 120 minutos-. Lo que pocos se acuerdan es que estos jugadores, castigados apenas pisaron Ezeiza, a punto de recibir monedazos como en el 58, jugaron el mejor partido de la Copa, contra el equipo que había humillado al poderoso Brasil, y que se perdió por ese famoso detalle que adelantaba Messi. Y que pusieron de nuevo a la Selección Argentina entre las mejores del planeta.
Rusia 2018. Del derrumbe al renacer
Vendrían más decepciones, las finales perdidas de la Copa América en 2015 y 2016, en que la generación de Messi mordería el polvo de nuevo, sufriendo andanada de reclamos, algunas merecidas, otros dolorosamente injustas para muchos que dejaban la comodidad de las ligas de elite europeos y viajaban horas y horas, incluso a veces para no jugar, como ocurrió al mismo Messi en la eliminatoria contra Bolivia. Nada insospechado en un proceso desprolijo al extremo, con cambios de técnicos, de Edgardo Bauza a Jorge Sampaoli, y un pasaje por la ventana, con una noche en Quito en 2017 que Messi salvó a la Argentina de la tristeza infinita de no clasificar al Mundial como en 1969.
Contar el Mundial de Rusia 2018 es contar un suicidio anunciado. Y pese a que estuvo a un remate de empatarle en cuatro al equipo campeón a la postre, Francia, la inexpresiva e incoherente Mayor penó contra Islandia, Croacia y Nigeria. “Rusia 2018 fue algo, no se si una desilusión... Las perspectivas no eran altísimas. Cuando tenés grandes jugadores te genera como una duda, pero interiormente sabíamos que no estábamos bien. Y el grupo que nos tocó era difícil", grafica el actual entrenador de la selección nacional Lionel Scaloni al diario olé, en ese momento asistente de Sampaoli, "No era una Selección que podía competir a esos niveles contra otras que eran mejores, como Francia. Si llegás con confianza y una eliminatoria buena te da un plus, pero no fue así". Ahora viene la Scaloneta con el plus récord de 35 encuentros invictos, no pierde desde el discutido partido del 2 de julio de 2019 contra Brasil, y dos coronas entre manos, sin contar el Maracanazo de 2021. Hoy para Qatar 2022 las estadísticas acompañan como hacía tiempo no pasaba, la hinchada alienta incondicional agotando hasta las figuritas, y Messi no es el único pase posible en un team con jóvenes figuras, Rodrigo de Paul, Leandro Paredes, Lautaro Martínez, Damián Martínez y Giovani Lo Celso, secundado por los históricos Di María y Nicolás Otamendi. Hoy, puede ser un día perfecto.
Periodista y productor especializado en cultura y espectáculos. Colabora desde hace más de 25 años con medios nacionales en gráfica, audiovisuales e internet. Además trabaja produciendo Contenidos en áreas de cultura nacionales y municipales. Ha dictado talleres y cursos de periodismo cultural en instituciones públicas y privadas.