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Argentina y los Mundiales. 1978. El Campeón menos querido

Un título largamente anhelado que se desarrolló en el horror y la represión de la última dictadura. La corona que aún los argentinos resienten, y el mundo objeta, aunque en cancha la selección nacional fue la mejor del torneo.

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Mundial 78

Argentina 1978. De un lado la euforia encendida en el Estadio Monumental de Belgrano, con el equipo argentino batiendo a la poderosa Holanda, y ganando la soñada, al fin, Copa del Mundo por primera vez. Se acababa eso de campeones morales que asolaba al fútbol nacional. A pocas cuadras, el genocidio apagando vidas en la ex ESMA de Núñez, uno de los peores campos de detención, tortura y desaparición de personas; donde de los cinco mil desaparecidos apenas sobrevivieron cien. Para muchos analistas e hinchas este dato solamente borra cualquier esfuerzo deportivo de una selección que jugó de menor a mayor y superó a los mejores del torneo.

Otros críticos recuerdan que todavía se discute, y se discutirá, el controvertido y sospechado pase de los argentinos a la final, con goleada a los peruanos; aunque nadie acota que los brasileños también vapulearon a la selección del Perú. Un sabor agridulce, que los jugadores nunca pudieron superar, ni tampoco la afición local, envuelve aquel trofeo soñado desde 1930. Basta rescatar la imagen del dictador Videla alzando la meta dorada de 25 millones, la promesa de los potreros y tablones que vieron nacer a la “nuestra”, para cancelar la sonrisa. Tal vez sea hora de empezar a equilibrar perspectivas e ideologías que ponderen uno de los hechos deportivos y sociales más significativos y representativos de la Argentina. En su Historia.

“Tiene todos los condimentos de un país lleno de contradicciones e injusticias, como lo es el nuestro: es el hecho deportivo más importante de nuestro país” sentenciaba afín Oscar Barnade a Ezequiel Fernández Moores. “Menotti de Hoz dijo: el Mundial se hace, cueste lo que cueste”, ironizaba en su primera tapa la revista Humor, junio de 1978, jugando con los apellidos del entrenador de la selección mayor y el macabro ministro de la dictadura; cuando de los 70 millones iniciales del Mundial se había ascendido a la astronómica cifra de 500 millones de dólares, aunque el economista afín al regimen Alemann afirmaba a los cuatros vientos que la inversión/endeudamiento creció a 700 millones. Y recibió una bomba el día de Argentina 6, Perú 0.

“Para la Junta Militar había que mostrar la imagen ganadora de un país que internamente no era ganador. Recuerdo que íbamos a ver los entrenamientos en la cancha de River Plate y los corresponsales extranjeros escuchaban los tiros que provenían del Tiro Federal. Creían que los disparos significaban algo más grave. “Están matando personas, son tiros”, decían…nosotros ignorábamos que existían centros de detención”, señala Enrique Macaya Márquez. Verdad a medias, como tantas otras de ese Mundial, ya que a las redacciones llegaban los cables del extranjero, y circulaban entre los periodistas off the record las horribles noticias de cadáveres que devolvía el Río de la Plata.

La selección ante todo y todos

“Ni mis compañeros ni yo nos sentíamos identificados con los militares”, se defendía Daniel Bertoni, autor del gol que selló la primera Copa Mundial para Argentina, en el diario La Prensa en 2002, “Nosotros fuimos parte de ese momento, sólo jugábamos al fútbol. Pero yo no era militar, ni político, ni nada”, englobando el sentimiento de la mayoría de aquellos jugadores, de lo mejor de la generación de los setenta, Ubaldo Fillol y Norberto Alonso para empezar la cuenta. Por primera vez un técnico del seleccionado contó con una ley específica, violatoria de cualquier tratado laboral y aprobada en un gobierno peronista, que impidió durante esos años previos la transferencia de cualquier jugador -de los importantes- al fútbol extranjero. Aquello fue el resultado iniciado a mediados de los sesenta por la prensa -primero- y los dirigentes, “la selección es prioridad”, que se aceleró una vez que FIFA confirmó en 1965 que nuestro país sería sede de la máxima mundialista en 1978. El nuevo tropezón en el Mundial de Alemania, nuevamente humillados los argentinos por el europeos, particularmente por la Naranja Mecánica, la Holanda de Johan Cruyff, sirvió en 1974 solamente para dos cosas: presentar el día de la final en Munich el famoso logo de las manos celeste y blancas sosteniendo la pelota, lanzado por el siniestro ministro peronista José López Rega, y catapultar a César Luis Menotti al banco de la Mayor. “Estoy convencido que todos los equipos argentinos están capacitados para jugar un fútbol que dé espectáculo, un juego así, alegre como juega Huracán” sostenía el Flaco Menotti, con los pergaminos de su Huracán vistoso, y campeón, de 1973. Esa misma filosofía, que tenía tantos aspectos del fútbol criollo tradicional como innovaciones tácticas europeas, de un juego vertiginoso y mecanizado, y que ponen coto el mito del lirismo del Flaco, se desplegaron a partir de 1975, cuando la Selección fue la única prioridad del fútbol argentino. A Menotti debemos también una planificación que incluyó a los juveniles, en sintonía a las asociaciones brasileñas (él un gran admirador de Saldanha, técnico brasilero echado por militares de su país en 1970 por afinidad comunista). De su mirada profesionalizada para AFA salía que por primera vez se elegían jugadores del Interior, el caso del talentoso jujeño Daniel Valencia, o juveniles que pintaban de cracks para protegerlos. A uno de ellos hizo debutar con 16 años el 27 de febrero de 1977 en la Bombonera. A ese mismo tuvo que desafectarlo de la nómina mundialista, un 19 de mayo de 1978 en José C. Paz. Se llamaba Diego Armando Maradona.

La AFA organizó una serie de partidos contra equipos europeos en los cuales Menotti fue probando un estilo de juego, más asentado en la fortaleza física y la disciplina táctica, mientras los militares golpistas miraban de reojo la marcha. Por su afiliación comunista, básicamente. Sin embargo, visto el equipo y la historia posterior, y salvo algún pedido puntual de un jugador -caso Beto Alonso-, lo cierto es que el Flaco tuvo entera libertad de armar el elenco, que entrenaba a puertas cerradas en José C. Paz. Américo Gallego, Daniel Passarella, Mario Alberto Kempes -máximo goleador de Argentina.78- y René Houseman, algunos de los nombres de un equipo que no tenía nada que envidiar al poderoso Francia de Platini, o el Brasil de Zico.

“El país abre los brazos al mundo” fue el slogan mundialista, con el omnipresente -obvio- gauchito que acompañaba las transmisiones -blanco y negro para Argentina, color el mundo con el sistema inaugurado desde ATC, costo 70 millones de dólares-, y que llevó la imagen de la “ordenada” -y aburrida- inauguración mundialista en el remozado Estadio Monumental, con mayoría de público local. Solamente 7 mil turistas se animaron a visitar el país. Otro aspecto del fiasco que llamamos Mundial.78.

Argentina 6- Perú 0. La madre de todas las sospechas

Argentina venció los dos primeros partidos sin convencer, a Hungría y Francia, con Menotti aún buscando la formación definitiva. La derrota con Italia obligó imprevistamente a trasladarse para la ronda semifinal a Rosario, que a la postre significó la gran inyección anímica por el aliento ensordecedor de los santafesinos. Hubo revancha con Polonia, la verduga del mundial anterior,  y un anodino empate con Brasil. Y, luego, los brasileños golean a Polonia y los argentinos deben superar a los peruanos por cuatro o más goles. Sí o sí. Alerta en los cuarteles y en los bancos. Arranca una de las novelas negras de todas las Copas del Mundo.

Alemania-Polonia

“Manga de mierdas, espero que ahora al menos repartan bien el dinero”, asegura Fernández Moores que dijo uno de los jugadores peruanos apenas terminó el 19 de junio de 1978 el humillante 6 a 0 en contra. A los largo de estos casi medio siglo se escribieron ríos de tinta y se emitieron miles de horas de tevé y cine con versiones y dichos, rectificaciones e inconsistencias. Pruebas son las que sobran, visitas de dictadores y funcionarios norteamericanos el vestuario rival antes del match, extrañas donaciones de trigo y dinero difícil de explicar. Cierto. Tan cierto que hasta que Kempes, Luque y compañía anotan gol tras gol, los peruanos no solamente jugaban mejor sino que tuvieron varias situaciones clarísimas, como un tiro el palo de Juan José Muñante. Como diría Dante Panzeri, que siempre creyó que Argentina no estaba en condiciones ni económicas ni políticas ni sociales de organizar un Mundial, fútbol, dinámica de lo impensado.

No fue la Fiesta de Todos

Para analizar el partido final contra Holanda del 25 de junio de 1978 en Belgrano, sin la máxima figura Cruyff, -que no viajó por pedido de su mujer, no por disidencia ideológicas con el regimen. Como tampoco nunca ningún arquero holandés visitó a las Madres de Plaza de Mayo; más de los mitos de Argentina.78-, habría que empezar con el minuto 89. Centro frontal en el área argentina, luego de una infracción evitable de Alberto Tarantini, y los centrales ven pasar la pelota. El holandés Resenbrink toca suave de zurda y la pelota, mansa, da en el poste. Silencio sepulcral de Buenos Aires a Jujuy y Tierra del Fuego. Un radiografía de un partido en el cual la celeste y blanca puso más empeño que fútbol pero alcanzó para acorralar el rival. Adversario que fue quedándose sin piernas en el alargue, que comenzó a definir para la celeste y blanca con el Matador Kempes y una corajeada derribando rivales. La triste imagen posterior de los dictadores con la Copa, junto a las vergonzosas tapas de la mayoría de los grandes medios, ensayando el trágico triunfalismo de Malvinas, se contraponen con la algarabía popular que recuperó el espacio público.

Mundial 78

El Obelisco porteño inauguraría su centralidad en los festejos argentinos, con miles gritando por la Argentina, desahogando las penas de un pueblo castigado, y entre ellos, un Flaco Menotti que dio la vuelta allí de incógnito. “Aunque no lo quisimos, ayudamos a un proceso criminal, hasta genocida, porque en la medida que nosotros ganamos, ellos se fortalecían en el poder”, reflexionaba Osvaldo Ardiles, tratando de reconciliar un equipo que quedaría pegado al “nosotros somos derechos y humanos” -en verdad, frase recién de 1979-, y una realidad histórica que los condena, con hechos inadmisibles como de la detenida-desaparecida Graciela Daleo sacada a “pasear” por avenida Cabildo y que comprobara cruelmente que “el pueblo no me iba a dar pelota por más que gritara que estaba secuestrada y torturada”. Al tanto que el relator José María “Gordo” Muñoz afirmaba que la obtención de la Copa Mundial era la muestra de “cómo es éste pueblo”. No es así, Gordo.  

Coda: Para quienes aún discuten la relevancia de Maradona en el deporte argentino, apostilla simple con fuerza de verdad. El título de México 86, fruto de un Mundial inolvidable de Diego y un equipo que jugó limpiamente bajo la “nuestra”, limpió parte de la mancha de la corona de Argentina.78.

 

Fuentes: Alabarces, P. Héroes, machos y patriotas. El fútbol entre la violencia y los medios. Buenos Aires: Aguilar. 2014; Llonto, P. La vergüenza de todos. Buenos Aires: Editorial de las Madres. 2005; Palomino, H. Scher, A. Pasión de multitudes y de elites. Buenos Aires: CISEA. 1985

Imágenes: Télam

Fecha de Publicación: 10/09/2022

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