Recuerdo muy poco de la pelea. Era muy chico. Pero nunca me voy a olvidar de las palabras de mi papá: "Le dio una paliza sublime".
Hace exactamente 50 años, Nicolino Locche realizaría un combate que será recordado por siempre. Para coronarse Campeón Welter Junior de la Asociación Mundial de Boxeo. La pelea perfecta. Esa, en donde se hizo grande el apodo de "El intocable".
Nicolino esquivó con las piernas, la cintura y el cuello; contra las sogas y en el medio del ring. El hawaiano "Paul" Fuji no lo encontró nunca. No le acertó un golpe. Parecía que le tiraba al aire. Cuando "El intocable" le mostraba la cara, desprotegido, con la guardia baja, y se la sacaba una milésima de segundo antes de que el golpe le llegara de pleno.
Bailaba en puntas de pie. Entraba, pegaba y salía. O se quedaba y esquivaba. Y pegaba. Le pegó como para que todavía le duela al pobre Fuji. Que muy temprano en la pelea ya tenía ambos ojos casi cerrados por la inflamación. Fuji iba y Locche salía. Y Locche entraba y conectaba. Ponía nervioso a rivales y espectadores. Pero él era un témpano. Los demolía desde lo psicológico; no era un noqueador.
Fue sublime. Técnico 10, cuando el hawaiano, desmoralizado, golpeado, lastimado, ya no salió a pelear de nuevo.
A 50 años de la coronación del mendocino, los que aun recuerdan bien el combate, dicen que se lo deberían mostrar a todos los pugilistas argentinos. Todo el tiempo. Y tienen razón.
Fútbol, tenis, paddle, tenis de mesa, natación, golf, rugby son los deportes que practico desde que tengo uso de razón. Ver deportes es la única razón para tener un televisor en mi casa. Me gusta mucho analizar el juego; me apasiona la táctica y me deleita la técnica.